A Estribor / Juan Carlos Cal y Mayor

La paja en el ojo ajeno

A los mexicanos nos encanta ver la paja en el ojo ajeno. Es decir lo que nos parece malo viniendo de otros, lo practicamos nosotros a la menor provocación. En un exasperado acto de xenofobia, Aaron Schlossberg, un abogado neoyorkino, reclamó a los trabajadores de un restaurante en Manhattan por hablarle en español. No podía ordenar su comida porque la mayoría de los empleados no hablaban inglés.
Imaginemos a un mexicano en la recepción de un hotel en México donde la recepcionista lo atendiera solo en inglés. Es más, que no supiera hablar español. Se armaría tremendo zipizape y esta tarde «Lady Esquiusmi» se volvería viral en las redes. El clamor popular exigiría a la Profeco clausurar el hotel.
Lo sucedido en Nueva York, me recuerda a la película de «Un día de Furia» con Michael Douglas. El incidente como ahora sucede frecuentemente, fue grabado con celular y se volvió viral. Al día siguiente cientos de personas de habla hispana, muchos de origen mexicano, con todo y mariachis, se apostaron a las afueras del edificio en que vive el abogado en un acto de protesta y linchamiento verbal. Ahora la firma para la que trabaja, Corporate Suites, ha anunciado su despido como consecuencia de estos actos y más aún, se están recolectando firmas para que sea inhabilitado demandado por un congresista ante el Comité Disciplinario del Sistema de Cortes Unificados del Estado de Nueva York.
Claro que estamos hablando de una región cosmopolita y multicultural. Sólo en las costas este y oeste se presenta este fenómeno y algunas ciudades como Chicago. Al interior de los Estados Unidos, la situación es otra. Esos votantes que llevaron a Trump a la presidencia, claman por preservar su identidad y el pacto de los padres fundadores. Ya lo advertía el sociólogo Samuel Huntington en su célebre «Clash of civilizations» o Choque de Civilizaciones y más tarde en 2004 con «Who we are?» ¿Quiénes somos?. En esta última advierte de los cada vez mayores conflictos raciales e interculturales que hoy enfrenta la sociedad norteamericana en un tema por demás complejo. Recientemente Donald Trump llamó animales a los migrantes indocumentados con el consabido y diplomático reclamo de la cancillería mexicana. Si se considera que la población de origen mexicano, ya legalizada, que vive en los Estados Unidos está creciendo demográficamente a tasas mucho mayores que la población anglosajona o caucásica; nos estaremos enfrentando a un problema cada vez mayor.

Frontera Sur, cuello de botella

En contraparte y derivado de la política de deportaciones, cuyo número va en aumento, nuestra frontera sur se está convirtiendo en un cuello de botella. Según notas periodísticas de Tapachula, se ha incrementado notablemente la presencia de indocumentados que además deambulan en grupos hasta altas horas de la noche en la ciudad. Se ha reportado un incremento considerable en las denuncias por delitos cometidos por estos migrantes y prácticamente hay zonas y horarios en los que ya no es conveniente circular.
Por si fuera poco, esta migración fuera de control incluye a migrantes haitianos o africanos en cuya población se están detectando casos de VIH-SIDA e incluso otro tipo de virus a los cuales nuestra población pudiera no ser inmune. Hablamos entonces de un grave problema de salud pública.
Independientemente del incidente con el abogado de Nueva York, la pregunta es: ¿Cuánto nos falta en México para que se presenten casos similares? El endurecimiento de la política migratoria es un tema de seguridad nacional en los Estados Unidos y no comenzó en la era Trump sino desde el mismo Barak Obama. No habrá marcha atrás para quien quiera internarse ilegalmente en ese país. El efecto colateral lo padeceremos en México como consecuencia de nuestra laxitud en nuestras políticas migratorias. Se deben respetar los derechos humanos de los migrantes, sí; pero de eso a convertirnos en una coladera ante la vista gorda de las autoridades, es otra cosa. Pagaremos tarde o temprano las consecuencias….

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