A Estribor / Juan Carlos Cal y Mayor

La insoportable frivolidad del ser

Los problemas y retos que enfrenta nuestro país son exponenciales. El negocio del narco ha violentado la paz y la convivencia social en muchas partes del país. La presencia del estado y sus instituciones ha sido superada por la corrosión y suplantada por organizaciones delictivas que establecen áreas de influencia con sus propias reglas.
Paralelamente la economía fluye a partir la zona de libre comercio con américa del norte, donde los beneficios por el intercambio de bienes y servicios son benéficamente recíprocos. Los estándares internacionales con que se mide el desarrollo y crecimiento a través del PIB, así como el ingreso per cápita (que resulta dividir el ingreso nacional entre la población total de un país); son indicadores que desentonan con un país donde la desigualdad prevalece en regiones de pobreza extrema en contraste con algunos polos de desarrollo que han crecido notablemente en los últimos años.
Estas enormes discrepancias se reafirman cuando se utilizan estadísticas e indicadores en salud y educación. Ciertamente los factores geográficos e incluso las circunstancias históricas han incidido sobre ello. La pobreza se acentúa en las zonas rurales del país, marginadas del uso de tecnologías al uso de métodos obsoletos de cultivo que anulan la productividad al campo.

Democracia liberal, en crisis

El sentir generalizado y reflejado en las elecciones es que la alternancia del poder no atendió esas necesidades del país. La crisis de la democracia liberal se ha extendido por el mundo reafirmando, por insólitos que parezcan, liderazgos carismáticos disruptivos donde la fe y la esperanza de cambios radicales en lo político, social y económico. Las consecuencias son impredecibles aunque tenemos el caso de Venezuela que esta provocando efectos colaterales por el éxodo de dos millones de venezolanos huyendo de un régimen arrinconado y radicalizado que se mantiene a toda costa en el poder. Lo mismo en Nicaragua o Turquía donde los gobiernos de Ortega y Erdogan están suprimiendo las libertades. También el ultranacionalista Viktor Orbán quien afirma «Nunca permitiremos que Hungría se convierta en un país objetivo de los inmigrantes. No queremos minorías con culturas y antecedentes diferentes entre nosotros. Queremos mantener a Hungría como Hungría». Vladimir Putin y el gobierno Chino, afianzan su liderazgo e influencia económica y geoestratégica. Son una simbiosis del comunismo al capitalismo autoritario o más bien utilizan una óptica distinta a la de occidente. A pesar de los logros económicos de la izquierda con Lula en Brasil, ahora surge Jair Bolsonaro, un candidato carismático de la ultraderecha al que acusan de misógino y racista, que se enfila como el próximo Presidente de la nación sudamericana. En Estados Unidos, Donald Trump se ocupa de atender y fomentar el nacionalismo fundacional. Contra todas las predicciones hay un reacomodo impensable hasta hace pocos años en la geopolítica del mundo.

Preocupados por la boda fifí

Mientras en México llevamos dos semanas discutiendo la boda del hombre, dicen, más a cercano a Amlo. Pasamos del exceso y los privilegios que hartaron a los votantes a la utilización del toperware y la bicicleta (no es mala idea). Se crítica la frivolidad por la aparición en la portada de HOLA con la feliz pareja. Y si, se puede criticar ese doble racero. Pero acaso ¿es realmente importante ocupar tanto tiempo valioso de nuestras vidas para seguir hablando de lo mismo? Me parece que no. Que hay temas más importantes de que ocuparnos y preocuparnos.
El amarillismo mediático sigue siendo el que marca la pauta de nuestros insumos informativos. En efecto el tema de la boda es completamente frívolo, pero más lo es que los medios de comunicación resulten radicalmente más frívolos al ocuparse de esos temas.

La cultura idiota

En 1992 Carl Bernstein (ganador con Woodward del premio Pulitzer por el caso watergate) publicó un ensayo que intitulo «La cultura idiota» que reprodujo la revista Nexos. Premonitoriamente afirmaba: «En esta nueva cultura de marquesina periodística, enseñamos a nuestros lectores y a nuestros televidentes que lo trivial es lo importante, que lo sensacionalista y lo alarmante son más importantes que las noticias reales (hoy las conocemos como Fake News o post verdades). No estamos al servicio de nuestros lectores y televidentes, somos sus alcahuetes. Y condescendemos, dándoles lo que pensamos que quieren y lo que calculamos que se venderá y que aumentará ratings y número de lectores».
No es exclusivo de México que «La Rosa de Guadalupe» sea el programa de más rating en la televisión mexicana según el último reporte de Nielsen Ibope. Es un fenómeno de nuestros tiempos. Der Spiegel, el semanario alemán que distribuye un millón de ejemplares, da la más reciente portada al escándalo de las acusaciones –hoy tan en boga- por el abuso sexual contra Ronaldo. Los llamados «tabloides» de la prensa británica como The Sun o The Guardian, son los reyes del sensacionalismo. En América Latina Luis Miguel es de nuevo la noticia más relevante en todos los programas y revistas de la prensa rosa y del espectáculo.
Ahora que en la renovación tecnológica la humanidad se acerca a coexistir con la inteligencia artificial, la automatización, la biotecnología y los viajes a Marte; queda en evidencia nuestra predisposición genética a la insoportable frivolidad del ser.
«Estamos en vías de crear, en suma, lo que merece bautizarse como la cultura idiota – Remata Bernstein – lo desaforado, lo estúpido y lo vulgar se están convirtiendo en nuestra norma cultural, incluso en nuestro ideal de cultura.

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