A Estribor / Juan Carlos Cal y Mayor

La Guardia Nacional

La inercia destructiva de la delincuencia organizada mantiene vigente la cifra de muertes que detonaron en el gobierno de Calderón y aumentaron en el gobierno de Peña Nieto. En el careo con el periódico Reforma que dio a conocer unas cifras que el presidente desmintió al día siguiente, persiste más menos un número importante de muertos que no refleja una disminución significativa. Y es que el problema no se va acabar por el sólo hecho del cambio de gobierno. Es demasiado pronto para exigir resultados, cuando ni siquiera se ha implementado el plan de López Obrador para combatir la inseguridad.
Es bien cierto que en varias ocasiones el entonces candidato, durante su campaña, ofreció retirar al ejército de las calles. También lo es que en su libro «La Salida» propuso crear una Guardia Nacional como la que ahora se discute y ha provocado polémica en la cámara de diputados. La misma Tatiana Clouthier vicecoordinadora de Morena ha manifestado su disenso contra lo que considera la militarización del país. Palabras más, palabras menos, afirmó que de entregarles a los militares el mando de la guardia nacional, ellos pondrían al próximo presidente de la república. Así de grave.
Hoy se discute que el mando de la guardia nacional esté en manos de un civil. De hecho constitucionalmente el comandante supremo de las fuerzas armadas es el presidente de la república. Para el caso parece que el resultado es el mismo. Serán los militares quienes combatan al crimen y la delincuencia organizada. La guardia nacional estará integrada por elementos del ejército y la marina, por lo que esa policía tendrá de origen una formación castrense, muy distinta a la policiaca o ministerial.
La figura de la guardia nacional existe en otros países. No se trata sólo del llamado mando único, sino de involucrar a las fuerzas militares que al parecer tienen muy claro el mapa de la delincuencia, los cárteles, el trasiego y los corredores de la droga.
Múltiples sucesos dan cuenta del hecho de que las policías municipales, estatales o federales, han sido incapaces de enfrentar a los grupos delincuenciales y no sólo con armas sino con dinero. De ahí que en estados como Michoacán se han formado autodefensas, donde la presencia del estado y sus instituciones es nula.
López Obrador tiene bien claro ese panorama. Ha hablado con los mandos de la inteligencia militar y sabe que las fuerzas armadas en general no han sido vulneradas como sucede con los mandos policiacos. De todas las alternativas es la menos peor si es que se necesita fortalecer al estado para que tenga la capacidad de combatir la inseguridad. El sentido de la urgencia no permite construir otra opción que tenga resultados tangibles al corto y mediano plazo. Se trata de un problema de seguridad nacional.
Erradicar a las bandas del crimen organizado y los capos de la droga no va ser fácil. No creo que aplique aquí aquella máxima de abrazos y no balazos. Los gobiernos anteriores terminaron coexistiendo con los criminales. Si a Calderón lo criticaron por pegarle al avispero y desatar una guerra, no hay que esperar algo diferente con la estrategia que plantea ahora el gobierno. Veremos si se mantiene la oferta de conceder amnistía a cambio de la paz. Falta ver si se legalizará la marihuana con fines lúdicos y terapéuticos comprobando si es cierto que disminuye los incentivos para delinquir. También si la tesis de becarios no sicarios alejará a los jóvenes del camino de la criminalidad.
Con civiles o no al mando, la guardia nacional será un híbrido cívico-militar que habrá de formar a los responsables de la lucha contra la inseguridad que amenaza la paz social. El reto sería integrar un cuerpo de seguridad con el uso de tecnologías y la capacitación para que tenga resultados eficaces.
Si quienes hoy se oponen no tienen mejores alternativas, será mejor que no hacer nada y permitir que continúen creciendo los índices delictivos del secuestro, el cobro de piso, los asaltos y el homicidio. No hay peor lucha que la no se hace…

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