A Estribor / Juan Carlos Cal y Mayor

Las heridas abiertas de un pasado incierto (2da parte)

El «perdón» solicitado al Reino de España por parte del Presidente y formalizado mediante una carta dirigida al Rey Felipe VI, tiene una amplia connotación a propósito de la conmemoración de los 500 años de la conquista el próximo 23 de agosto de 2021. No es lo mismo que festejar o celebrar sino de recordar un hecho de relevancia histórica no sólo para España y México sino para el mundo entero.
El descubrimiento y la conquista de América tuvieron connotaciones políticas, económicas, culturales y sociales. Más allá de las culpas se marcaron y predestinaron nuestro modo de ser y el surgimiento de grandes países en lo que ahora es Latinoamérica. Al igual sucedió en otras regiones del mundo con las guerras de conquista que han sido la pauta de conducta de la humanidad a través de los siglos. Hoy lo que fue el imperio británico integra la Mancomunidad de Naciones o Commonwealth con más de 50 países soberanos independientes y semiindependientes alrededor del mundo. Canadá, Nueva Zelanda y Australia comparten no solo la lengua sino la lealtad a la corona Inglesa.
Esa ha sido la historia de la humanidad. El mapa geopolítico se ha ido modificando a lo largo de los tiempos y las influencias culturales están presentes en la fusión e integración de razas y culturas construyendo nuevas civilizaciones. Latinoamérica comparte con España la lengua española y similitudes presentes en el modo de ser de nuestros países.
Pablo Neruda decía: «Qué buen idioma el mío, qué buena lengua heredamos de los conquistadores torvos… Estos andaban a zancadas por las tremendas cordilleras, por las Américas encrespadas, buscando patatas, butifarras, frijolitos, tabaco negro, oro, maíz, huevos fritos, con aquel apetito voraz que nunca más se ha visto en el mundo… Todo se lo tragaban, con religiones, pirámides, tribus, idolatrías iguales a las que ellos traían en sus grandes bolsas… Por donde pasaban quedaba arrasada la tierra… Pero a los bárbaros se les caían de las botas, de las babas, de los yelmos, de las herraduras, como piedrecitas, las palabras luminosas que se quedaron aquí resplandecientes… el idioma. Salimos perdiendo… Salimos ganando… Se llevaron el oro y nos dejaron el oro… Se lo llevaron todo y nos dejaron todo… Nos dejaron las palabras. (Confieso que he vivido, 1974).
La exploración, el descubrimiento (aunque existieron incursiones anteriores) la conquista y dominación por tres siglos, trajo consigo un proceso de evangelización que, aun después de independizados, los países conservan como símbolos de identidad. Usos, costumbres, creencias, religión, fiestas, gastronomía, arquitectura, arte y literatura son orgullo de nuestros países en el concierto de naciones. Coexisten elementos de nuestra cultura hispánica y precolombina. El imperio Azteca y el Andino son un legado de esa cultura de la que los latinoamericanos nos sentimos orgullosos y que hoy siguen maravillando al mundo.
Nadie en lo general está peleado con eso. Sin embargo, los llamados pueblos originarios, hoy exigen resarcir y reclaman incluso potestad territorial. Lo vimos con la ceremonia del permiso a la Madre Tierra por la construcción del Tren Maya. Esto puede ser el origen de nuevos conflictos ahora que se reviven lo que se consideran viejas afrentas. Lo vivimos en Chiapas con el levantamiento armado zapatista que hoy mantiene zonas de influencia y autogobierno. El 12 de Octubre de 1992 se derrumbó la estatua de Diego de Mazariegos en San Cristóbal de las Casas. Todas esas heridas pueden revivir ahora que se apela al revisionismo histórico… No es una cortina de humo como algunos sugieren, puede ser la bandera para quienes acostumbran utilizar este tipo de situaciones sin importar las consecuencias.

Continuará…

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