Al Son del texto / Tina Rodriguez

Pues empecemos con el presidente Enrique Peña Nieto quien dijo que cambiar la realidad de injusticia, de desigualdad, de discriminación, de violencia contra la mujer, no se cambia con sólo desearlo o expresarse en contra de esas injusticias, sino a través de distintas políticas públicas, como lo ha hecho la presente administración.
De ese tamaño.
O sea que para el señor no es un asunto de cultura, ancestral por cierto, y que amerita más que esas políticas públicas, toda una estrategia de compromiso social, en especial en esas fiscalías especializadas que en todas las entidades del país dejan mucho que desear.
La verdad no se trata de conseguir avances graduales, porque para empezar no los hay: los índices de feminicidios desmienten todo triunfalismo, y la violencia intrafamiliar ni se diga.
Pero dice el mandatario que gracias a las acciones de gobierno «podemos decir que hay avances, que hay logros y que sin duda la realidad que hoy tenemos es distinta y mejor para las mujeres mexicanas de la que teníamos hace poco más de cinco años».
¿Tiene idea Peña del índice de mujeres asesinadas en su gobierno?
Pero con todo y eso agradeció el respaldo que ha tenido de la población femenina desde que era candidato presidencial, y según él desde el inicio de su administración «definió políticas públicas que permitieran abrir espacios de oportunidad para la realización de las mujeres mexicanas».
¿Cuántas mujeres tiene éste hombre como secretarias en su gabinete?
Súmenle con lupa.
Lo vemos en la entidad con ese llamado programa beneficio salario rosa, que aparece en era electoral y que desde luego va a ser utilitario como descarada explotación de la pobreza, que «está pensados para las mujeres, diseñado para las mujeres y eso nos permitirá realmente abrir espacios de oportunidad para más mujeres», como dijo Alfredo del Mazo en el Estado de México, que implementa lo mismo -salario rosa- que Manuel Velasco en Chiapas, en dónde el mandatario les anunció que nadie tiene porque condicionarle el apoyo de 300 pesos mensuales que les otorgan, y que desde luego es dinero a saco roto -¡cuántos millones comprende?-, sin ningún beneficio más que para el comercio en donde lo gasta cada beneficiada.
Porque a ese sector se va ese dinero.
Y así, como la de estos mandatarios comentados en ésta entrega, escucharemos a otros por todo el país, ponderando a «sus mujeres», cuando en realidad esos recursos dilapidados es el ejemplo cuantitativo del cómo disponen de los dineros públicos de a como quieran, mientras la ralidad de violencia, feminicidios, acoso, discriminación sigue presente.

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