Alemania y Estados Unidos, espionaje entre amigos

La capital alemana volvió a vivir esta semana un escándalo de espionaje que amenaza con envenenar, las de por sí, maltrechas relaciones que existe con Norteamérica

Redacción/Excélsior

  [dropcap]C[/dropcap]omo en los mejores tiempos de la Guerra Fría, cuando Berlín era un hormiguero de espías, la capital alemana volvió a vivir esta semana un escándalo de espionaje que amenaza con envenenar, las de por sí, maltrechas relaciones que existen entre Alemania y Estados Unidos a causa del escándalo de espionaje protagonizado por la Agencia Nacional de Seguridad (NSA). Cuando todo indicaba que las relaciones estaban en vías de normalizarse, la elite política germana fue informada, el jueves pasado, que un agente doble alemán había sido detenido bajo la sospecha de espiar para los servicios de inteligencia estadunidenses.
En medio de la plácida calma que reina en la capital alemana, alimentada por el desempeño de la selección germana en el campeonato mundial de futbol, la noticia que comenzó a circular el jueves en Berlín, consternó a la nación e hizo creer que el arresto del topo alemán tenía el potencial de convertir el escándalo de espionaje en un delicado «asunto de Estado». «Se trata de un asunto muy grave», admitió el portavoz de la canciller, Steffen Seibert, en el único comentario oficial que ha dado a conocer, hasta el momento, el gobierno.
La dimensión del escándalo convenció al ministerio de Asuntos Exteriores germano a convocar al embajador de EU en Berlín, John Emerson, para mantener una conversación sobre el caso. La convocatoria, aunque es menos agresiva que una «llamada a consultas», constituye una clara señal del malestar que existe en las filas del gobierno.
Aún no está claro cuándo fue detenido el espía, cuya identidad se desconoce, pero la fiscalía reveló que el topo de 31 años y que trabajaba para el Servicio de Inteligencia Federal (BND) había confesado todos los pecados cometidos a lo largo de dos años de espionaje. La canciller, Angela Merkel, fue informada de la detención el jueves y, ese mismo día, el presidente del BND, Gerhard Schindler, se reunió en una sala blindada del Bundestag con un selecto grupo de diputados para informarles de un hecho que él mismo nunca pudo imaginarse.
El jefe de los espías alemanes, aparte de revelar que el agente había sustraído decenas de documentos clasificados como altamente secretos, entre ellos, actas de una comisión parlamentaria que investiga el trabajo de la NSA en Alemania, señaló que el espía había ofrecido voluntariamente sus servicios a la embajada de Estados Unidos en Berlín hace dos años. En total, el topo sustrajo 218 documentos que entregó a los agentes estadunidenses a cambio de 25 mil euros.
El descubrimiento del topo alemán, como suele suceder en las mejores novelas de espionaje y también en la vida real, fue descubierto por casualidad. Durante una operación de rutina, un equipo de espías alemanes detectó un correo electrónico dirigido a la embajada de Rusia en Berlín, donde el topo ofrecía sus servicios a cambio de dinero. La sorpresa fue mayúscula cuando el equipo descubrió que el origen del mensaje provenía de Pullach, sede del BND.
La detención del topo y su posterior confesión dejó al desnudo una realidad que nadie en Berlín podía haber sospechado: Los servicios de inteligencia estadunidenses, aliados tradicionales de su contraparte alemana, habían espiado sistemáticamente a sus socios, un hecho igual de grave o peor que el espionaje al que fue sometido el celular de la canciller por agentes de la NSA.
Peor aún, el descubrimiento del topo alemán despertó la sospecha en el seno del gobierno germano que su principal aliado transatlántico le ha mentido sistemáticamente, desde que estalló el escándalo de espionaje llevado a cabo por la NSA y que fue revelado por Edward Snowden, en el verano del año pasado. En sucesivas visitas de altos funcionarios alemanes a Washington, las autoridades estadunidenses prometieron llevar a cabo una exhaustiva investigación sobre las actividades de la NSA en territorio germano, pero el resultado nunca llegó a Berlín
Las promesas, como quedó demostrado este jueves con el descubrimiento del espía alemán, eran falsas. Aunque la principal actividad de los servicios de inteligencia es el espionaje, por lo general, los topos son colocados en las filas de países que responden al calificativo de «no amigos», como es el caso de Rusia, Irán, Siria. China o Corea del Norte. Pero el campo de «países amigos», como es el caso de Estados Unidos o Reino Unido, supuestamente no existía esa costumbre.
Después de las revelaciones de Snowden, el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, ordenó una revisión completa sobre las actividades de espionaje a países amigos, pero en las conversaciones con funcionarios alemanes realizadas en los últimos meses del año pasado, el gobierno estadunidense dejó claro que ese compromiso sólo se extendía a la canciller alemana y no a otros altos funcionarios.
Lo que nadie en Berlín pudo imaginarse entonces fue la existencia de un topo en las filas del BND, un organismo que tiene la misión de recabar informaciones en el exterior, pero que ha mantenido una estrecha colaboración con la NSA a la hora de intercambiar informaciones.
Durante una comparecencia reciente ante la comisión parlamentaria que investiga las actividades de la NSA, dos exagentes de la agencia estadounidense revelaron que la NSA podía ser comparada como una peligrosa máquina recolectora de informaciones, que actuaba como una dictadura. Desea tener informaciones sobre todo. Tienen un enfoque realmente totalitario», dijo William Binney, un ex agente que abandonó la Agencia como protesta por su manía de recolectar información. «Todo cambió después del 11 de septiembre».
«El BND se convirtió en un apéndice de la NSA» señaló, por su parte, Thomas Drake, otro ex agente de la NSA, al revelar que el BND había colaborado –y lo seguía haciendo- alegremente con la NSA, una certeza que echó por tierra las afirmaciones del Servicio de Inteligencia Federal, que repitió hasta el cansancio que desconocía lo que hacia la NSA en Alemania. «El silencio del BND es espantoso», insistió el exagente.
Las declaraciones del ex espía de la NSA ante la comisión parlamentaria del Bundestag arrojaron una nueva certeza. Estados Unidos no confía en nadie y, menos, en el complicado negocio del espionaje. ¿De qué otra forma se puede explicar el hecho de que la embajada de Estados Unidos en Berlín haya contratado a un topo alemán para obtener informaciones de un servicio de inteligencia que coopera estrechamente con la NSA?.
Nadie lo sabe aún y tampoco nadie se atreve a predecir en Berlín las repercusiones que pueda tener el escándalo, que ha sido calificado por varios periódicos germanos como el mayor escándalo de espías de la postguerra, en las relaciones entre la canciller Angela Merkel y el presidente Barak Obama.
(http://www.excelsior.com.mx/global/2014/07/06/969306)

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