Alvarado, donde la familia es primero / Ruperto Portela Alvarado

+ Un homenaje a la madre que nos parió…
+ Cuántos éramos en los años 50s…

Ahora, cuando me llega de sopetón la noticia de que mi hija está embarazada por tercera ocasión, me vienen a la memoria muchas cosas y recuerdos de mi familia y las familias alvaradeñas numerosas. Por un lado me llena de regocijo lo de mi hija, pero planteo aquella procreación de hijos en la década de los 40s, 50s y 60s, cuya mención de algunas familias, lo hago con mucho respeto.
Yo soy parte de esa familia numerosa. Nosotros fuimos diez, aunque nos contamos como nueve por haber fallecido una hermanita bebé. Me espanta hoy ¡cómo una mujer!, pudo estar embarazada tantas veces y tantos años como mi madre Gregoria Alvarado Valerio que parió diez hijos y crio nueve junto con mi padre Celedonio Portela Sánchez.
Nuestra vida no fue de abundancia, como la de otras familias. Por el contrario, era dura la sobrevivencia con pan, café y huevos por la mañana; arroz con papa o yuca al medio día y a veces carne empanizada, acompañada de una ensalada de lechuga con cebolla, rábanos y pepinos aderezado con «aceite de comer». Por la tarde-noche unas piezas de pan que le comprábamos por tres pesos a ELBO y luego a mi tío Ángel «Macaje», Lara Portela.
Me quedan buenos recuerdos de las galletas de animalitos, las tortillas de masa de nixtamal que comprábamos en el molino de Mauro Palacios «Gasolina» o el de Don Gume.Nunca que yo recuerde, fuimos a comprar al molino de Tio Fay y escasas veces al de Ricardo Guillén. Tortillas a mano que nos hacía Doña Goya –mi madre—que eran exquisitas embarradas con manteca de cerdo, frijoles, queso y salsa que ahora en la modernidad alvaradeña les llaman «recién nacidas», que son un manjar en muchos establecimientos.
Y si los Portela Alvarado (Sánchez Valerio) fuimos nueve al final de la cuenta, yo creo que también hay que hacerles un homenaje, un monumento «a la madre», en honor a estas mujeres valientes como mi madre y Doña Chaura (Rosaura), esposa del maestro Fito Gaonaque tuvo dieciséis hijos que han hecho historia hasta en sus nombres. Apenas recuerdo algunos:Rosaura, Vicenta, Elena, Gerjes, Aquiles, Ricardo, Alejandro, y que por ser muchos, fueron nombrados por su número de prelación, como el «Siete», el «Ocho», que si no me equivoco uno de ellos fue campeón nacional en billar de carambola libre y de tres bandas; además de que a la mayoría les ha gustado este deporte y han sido buenos.
Pero el caso es que se tiene que reconocer que «en Alvarado la familia importa» y así, mis padres, Celedonio Portela Sánchez y Gregoria Alvarado Valerio, nos sacaron adelante con muchos esfuerzos, vendiendo dulces, manzanas, aguacates, nache, mango, naranjas y todo lo que se pudiera, mientras mi padre trabajaba como zapatero, del que aprendí el oficio junto con mi hermano Daniel, Cecilio y Matías.
Y si nosotros la pasamos regular o mal en muchas ocasiones, pero siempre felices, no me imagino como le hicieron el maestro Rodolfo «Fito» Gaona y Doña Chaura para mantener y sacar adelante a dieciséis chamacos que luego llegaron a ser maestros de instrucción primaria, de educación física, licenciados en derecho y no sé cuántas cosas más.
Creo que no hay que olvidar ese detalle de desarrollo familiar, de superación y de sobrevivencia. Hay que recordar un día –como homenaje y siempre un reconocimiento—a esas madres valientes, sacrificadas, honorables, responsables y luchonas. Ya puse nuestro ejemplo de nueve hijos y el del maestro Fito Gaona y su esposa Doña Rosaura.
Pero en mi generación y la anterior, en Alvarado, como quizá en muchos pueblos de México, el promedio de hijos de una familia era de seis. Busqué algunos ejemplos y ahí está el de Feliciano «Chanín» Rascón y Carmen Arano que tuvieron a Matilde, Livia, Marina, mi compadre Manuel «La Burra»; Rogelio y «Frijol», del que ahorita no me acuerdo de su nombre. Lo mismo que la familia de Vicente Valerio «El Aleluya» y doña Juanita Figueroa con sus hijos:Noemí, Nelly, Norma, Nermy, Nancy, Jorge «El Venado» y Norita.
También como las de mis primos Figueroa Alvarado: Rafael «El Güero La Rubia», Carlos(+), «La Güera» (+), María Elena, Julio (+) y Fredy, por el lado de la hermana de mi mamá.Güicho, Charo, Fallo, Toña, Virginia y Carlos Portela Cruz por parte del hermano de mi papá. Aquí la excepción es la familia de mi esposa que fueron nueve también: Amadeo, Bella, Herón, Ninfa, Ricarda, Severo, Lilia, Clementina y Alicia.
Don Mario Padrón «El Burro» y doña Clarisa Almeida, procrearon también seis hijos (tres hombres y tres mujeres); al igual que el vecino de enfrente de la calle Dr. Luis E. Ruiz, Albino Zamudio «El Pollo Fino» con mi tía Antonia Lara Portela (3 y 3); Los Peña Cruz y los Lara Valerio, hijos de Natalia Valerio. Por eso hemos de decir: «Bendito Dios que todos salimos adelante cuando creímos que la pobreza era más que un castigo; cuando creímos que nuestras carencias era castigo de Dios». Pero entonces teníamos libertad, amplitud y espacio para jugar a las carreras, a las canicas, «una dos manita y tres», el trompo, el yoyo, el tacón, «el sacaquinto»; los gallitos con corcholatas aplastadas y un hilo para hacerlas girar; el papalote que hacíamos volar desde la loma (ahora llamada del Rosario) que nos parecía tan alta que a Panchito Valeriole dio en su locura subirse para hurgar con una palanca a la luna.
Corríamos y corríamos; jugábamos a las escondidas y hasta al burro seguido. No había juegos electrónicos y solo juguetes de cuerda y mucho después eléctricos o de pilas. Eran los tiempos de las familias numerosas, de las carencias, del trabajo infantil; de la educación y corrección por la mamá o el papá con un cinturonazo o chanclazo que no necesitaba como ahora, de psicólogos o terapeutas. Con una sola mirada teníamos que obedecer.
¡OH!, tiempos aquellos en que nos sentábamos a la mesa a comer –lo que hubiera—sin el teléfono, el washap, las fotos y los mensajes de internet. Éramos muchos y muy felices a pesar de nuestras carencias. Añoro mi niñez, mi juventud; a mis padres y la convivencia con mis hermanos y amigos de Alvarado, pues algunos ya se nos adelantaron en el camino de la vida.
Remato como decía el Presidente Luis Echeverría Álvarez: «la familia pequeña vive mejor», pero la suya tenía más de quince integrantes. Digo entonces que «La Familia en Alvarado, sí importa y es primero» porque se atiende, extiende y entiende…RP@.
Con un saludo desde Chiapas, la tierra del pozol, el nucú, la papausa y la chincuya…

Para contactarme: rupertoportela@gmail.com

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