Analisis a Fondo / Francisco Gmez Maza

Los ahijados del cura

La pederastia no es patrimonio de sacerdotes
Pero los daños que hacen no tienen reparación

No es que los abusos sexuales a niños y niños sean patrimonio de ministros de culto, pastores, sacerdotes. También los cometen políticos, empresarios, y toda suerte de fauna humana en este mundo en el que el macho busca marcar su territorio sin importarle en lo más mínimo quiénes sean y qué edad tengan las víctimas de su enfermiza líbido.
Millones de niños sufren esta terrible violencia perpetrada por individuos enfermos, aunque no tan enfermos que no se den cuenta de lo que hacen, del casi irreparable daño que le hacen a las víctimas y a sus familiares. Ocurrió en Puebla hace más o menos una década, cuando la periodista Lydia Cacho lo denunció valientemente.
En aquella ocasión, la revista Proceso documentó el caso y entre muchos reportes, destaca uno del 20 de febrero de 2006 que describe: «es obscena la forma (como) que se protegen las clases política y empresarial en México, sobre todo a la hora de hablar de pederastia, un mal endémico que carcome los cimientos del estado de derecho en México.
Se trataba del escándalo internacional ocasionado por el complot orquestado entre el gobernador de Puebla, Mario Marín Torres, y el empresario textil Kamel Nacif para encarcelar a la periodista Cacho, autora del libro Los Demonios del Edén: el poder detrás de la pornografía y, así, proteger a su amigo pederasta, el empresario mexicano de origen libanés, Jean Succar Kuri, que dejó al descubierto la impunidad que existe en torno al crimen organizado de la pornografía infantil.
Y qué ha hecho la PGR para desterrar ese flagelo. Ha invertido muy poco tiempo, recursos y planes estratégicos en solucionar este problema que genera anualmente millones de dólares en ganancias, del que todos llevan su tajada. Como ven, pues, la pederastia ni es una práctica salvaje exclusiva de los sacerdotes. Y tampoco entre los sacerdotes es nueva. Hace muchos años; antes de que este escribidor tuviera memoria, sacerdotes, sobre todo curas párrocos, gozaban del amor de una multitud de ahijados y sobrinos. Y muchas comadritas. Así se les llamaba a los hijos del cura. No se conocía qué era la pederastia pero si la virtual violación de las jovencitas que asistían a misa y que se enrolaban en los equipos del catecismo. Eran las que preparaban a los niños para la primera comunión y le destendían la cama al cura para acostarse con él a cualquier hora del día. De ahí salieron los muchos sobrinos y ahijados del mañoso ministro. Se cuenta que un diplomático del Vaticano tenía en su residencia a un ejército de monjitas que se turnaban noche a noche para «dormir» con el delegado. Un caso que no llegó al escándalo mundial porque la «Santa Sede» se encargó de ocultarlo. Pero era muy común que los curas tuvieran vida marital con un harem. Fácil se les hacía cohabitar con muchas mujeres. Conozco descendientes de curas.
Luego se hizo famosa la pedofilia y la pederastia. El escandalazo del padre Maciel (Marcial Maciel Degollado), de Cotija, Michoacán, que se juntó con una mujer con la que procreó varios hijos, manteniendo su halo de santidad por ser el fundador de Los Legionarios de Cristo, sacerdotes dedicados a la educación. Luego vino la ola escandalosa de denuncias de sacerdotes, laicos, ya mayores, que en su niñez fueron violados por el.pederasta michoacano que navegaba como consentido del Papa en turno. Y más recientemente los escándalos de abusos sexuales de la iglesia jerárquica chilena, la de Estados Unidos y la europea.
Miles de creyentes católicos, indignados, solicitaron que su nombre fuera borrado de la lista de bautizados en la iglesia católica, en protesta indignada por la hipocresía de los obispos y del Papa en turno, que ocultaban a los pederastas en alguna oficina vaticana. Los que tenían mujer les dotaban de un apartamento intra muros y ahí, el cura, obispo, o cardenal cumplía con sus obligaciones burocráticas y llevaba en su departamento vida marital y familiar con la mujer, a sabiendas del Papa en turno.
Por ello, muy pocos le creen al nuevo cardenal de la Ciudad de México, Carlos Aguiar Retes, quien, por medio del órgano oficial de la arquidiócesis, emitió una postura sobre los escándalos de abuso a menores por parte de los sacerdotes. En el órgano oficial, llamado «Desde la fe», el cardenal dice que la iglesia católica expresa «su compromiso por devolver a la Iglesia el rostro santo de su fundador» y seguir con una política de «tolerancia cero» a los abusos cometidos por sacerdotes en contra de menores de edad, por lo que seguirá renovando las estructuras y formando buenos clérigos. Que sepamos, el arzobispado de México ni ninguna diócesis de la república mexicana ha aplicado tolerancia cero contra los sacerdotes pederastas. Y al pueblo le causa indignación que los sacerdotes se sumen a esa delincuencia organizada cuyo objetivo es atacar sexualmente a los niños, practicar pornografía infantil, principalmente. Un verdadero cristiano diría: eso no tienen perdón de Dios. Yo digo: esos sacerdotes y obispos pederastas deben de estar en la cárcel de por vida, o en un manicomio amarrados con camisas de fuerza. analisisafondo@gmail.com

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