Articulo Único / Ángel Mario Ksheratto

¿Podemos evitar tragedia similar?

Para cuando intentaron tomar las calles para ponerse a salvo, los ríos de lava ardiente los obligaron a refugiarse de nuevo dentro de sus casas, la mayoría, de material altamente vulnerable. Nadie previó la tragedia; ni los elementos del CENAPRED (Coordinadora Nacional para la Reducción de Desastres), tuvieron información oportuna y precisa de la magnitud del desastre que corría hacia poblados en las faldas del coloso, conocido como «De Fuego», en el centro del anillo volcánico de Guatemala.
Otros, se confiaron; desde hacía meses, el volcán vomitaba lava y cenizas de forma moderada. De hecho, tuvo erupciones importantes unos meses antes. Hay que destacar que el nombre del volcán trágico, se obtuvo del permanente fuego que corre desde el cráter hasta sus faldas y que por las noches, ofrece un espectáculo singular.
Llovía en las comunidades arrasadas por el magma suelto. Las nubes no les permitieron percibir la violencia con que despertó ese domingo. «Como siempre está retumbando, pensamos que solo era eso», contó un hombre que dijo ser el único sobreviviente de su familia de doce miembros.
El trágico final es aún incierto. Se han contabilizado 69 cadáveres, cuarenta y tantos heridos, un millón 800 mil damnificados y un número todavía sin cuantificar de desaparecidos. Un bombero voluntario guatemalteco que logró llegar hasta las aldeas «El Rodeo» y «San Miguel Los Lotes», sostuvo que no había esperanzas de encontrar sobrevivientes e hizo un cálculo estremecedor: «De acuerdo al conteo de desaparecidos, hecho por personas que lograron evacuar a tiempo, debe haber entre 350 y 500 cadáveres bajo la lava, el lodo y las piedras». ¡Terrible!
Las condiciones para el rescate hasta éste martes, seguían siendo complicadas; tierra movediza, suelo caliente, escombros arrastrados por las correntadas y amenazas de nuevas erupciones, imposibilitan avanzar con mayor celeridad.
¿Se pudo evitar la tragedia? Las autoridades guatemaltecas, dicen que la erupción fue inesperada; que no pudo ser monitoreada a tiempo o que al menos, los aparatos de monitoreo cerca del cráter, no registraron la fuerza con que sobrevendría el eructo. Un funcionario presumió que los aparatos de monitoreo, pudieron haber sido dañados con las primeras emanaciones, lo que dificultó prever lo que vendría; pero también, admitió que éstos, o ya eran obsoletos, o estaban dañados por los gases, ácidos y químicos surgidos de las profundidades del «De Fuego».
Sin embargo, hay evidencias que hubo negligencia humana para evitar el trágico final. El protocolo previsto, en esa ocasión, no se puso en marcha. Es decir, no se hizo el pronóstico de rigor, no se emitió ninguna alerta (tampoco se comunicó a la población) y por lo tanto, no hubo evacuación, como en Guatemala —y, específicamente en el caso del volcán «De Fuego» —, establece el llamado Sistema de Alerta Temprana.
Chiapas está en ese cinturón volcánico que tanto preocupa a los vulcanólogos; tenemos catorce volcanes en la entidad. Dos de ellos —El Chichonal y el Tacaná— aunque inactivos, son, supuestamente, permanentemente vigilados para evitar catástrofes como la ocurrida en los departamentos de Sacatepéquez, Chimaltenango y Escuintla, en Guatemala.
Ambos tuvieron actividad eruptiva en la década de los 80″s; el Chichonal, en marzo de 1982 y el Tacaná, en mayo de 1986. Este último, según varios expertos del mundo, está considerado como de los más peligros de México y Guatemala, en virtud de estar compartido por los dos países.
Si bien es cierto que por parte del Sistema Sismológico Nacional y el Instituto de Geofísica de la UNAM, existe una vigilancia profesional y oportuna, debemos estar ciertos que en materia de prevención para ese tipo de desastres, no hay la preparación específica y adecuada en la entidad.
No se puede negar que para terremotos y huracanes hay respuesta inmediata y efectiva; pero para erupciones… Estamos en pañales. En las faldas del Tacaná, del lado chiapaneco, hay decenas de comunidades, muy cercanas al cráter, donde no saben, en lo absoluto, de ningún protocolo de evacuación en caso de erupción.
La actividad del Tacaná (1885, 1878, 1903, 1949-1951 y 1986), revela que el flujo piroclástico, es decir la lava, se ha desplazado hasta en un 80-85 por ciento hacia los lados sur, occidente y noroccidente. O sea, casi todo sobre territorio chiapaneco.
¿Hay protocolos actualmente? ¿Se alerta, capacita, programa y educa a la gente que vive en esas zonas? ¿Existen guías y planes de respuesta inmediata, tanto de las autoridades, como de los ciudadanos que habitan la región alrededor de los volcanes? Y no solo para el Tacaná, sino para el Chichonal, que están activos y constituyen un serio riesgo. Esperemos respuesta de PC.

http://ksheratto.blogspot.com

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