Campaña desacreditada / Angel Mario Ksheratto

Ayer, un candidato a una diputación federal me contó que con su equipo de trabajo, habían diseñado una campaña fuera de lo común para obtener el voto ciudadano, basada en los triunfos electorales de los últimos años en el país. «Decidimos decir y hacer puras pendejadas; así han ganado los que van de salida» —me dijo con aire verdaderamente triunfador—. Aunque me gustaría que las campañas fuesen de mejor calidad, no deja de tener razón uno que, como los demás, busca una curul en San Lázaro.
Por desgracia el nivel discursivo de los candidatos actuales, está muy por debajo de las expectativas ciudadanas. Por un lado, se debe a que la calidad moral de muchos de éstos, no es la adecuada ni se ajusta a la exigencia social de un discurso competitivo, convincente y honesto. Por otro, porque el nivel intelectual de la mayoría, es tan bajo, que apenas si distinguen una palabra de otra.
Cuando hablamos de moral, nos referimos a quienes saltan de un puesto a otro, sin haber cumplido las promesas de campañas anteriores. Con todo, siguen ganando en las urnas, fenómeno que merece un profundo estudio por aparte. Hoy en día, resulta insultante que los peor calificados, ganen un proceso electoral. Es una realidad que no se puede ocultar y que refleja una de dos cosas: el hartazgo ciudadano por los políticos o la indiferencia colectiva por el destino de un país a la deriva.
La «estrategia» de ése candidato, entonces, tiene lógica. Hacer lo políticamente correcto, no deja buenos resultados electorales; comportarse como un ciudadano preocupado por el bienestar de los demás, es contraproducente y más vale ser y actuar como imbéciles (tal grado de cinismo se respira en el país que muchos candidatos asumen que sí, en efecto, hay que ser trogloditas para hacer política), para obtener el respaldo de las masas.
¿Las masas? Seamos francos: no más del 40—45 por ciento de votantes ejerce su derecho al voto el día de las elecciones. Estamos hablando que hay más del 55—60 por ciento de abstencionismo. Si dividiésemos los votos de ese, digamos, 45 por ciento de electores, obtendríamos un resultado poco halagüeño en términos de participación ciudadana.
La lista nominal de electores para las elecciones de éste año es de 83 millones, 565 mil 907 personas. Si, como se especula, solo votare el 45 por ciento, estamos hablando de 37 millones, 604 mil 658 electores. La última cifra, recordémoslo, se tendrá qué dividir en 10 partidos políticos. ¿A quiénes realmente «representarán» quienes salgan electos? Si en Chiapas aplica la misma regla matemática, entre los 10 partidos políticos, se dividirán un millón 478 mil 820 votos, que sería el 45 por ciento de la lista nominal.
Los números son catastróficos; y si a éstos agregamos campañas mal planeadas, discursos sin espíritu, candidatos sin arraigo popular y partidos en bancarrota moral, éstos podrían ser la ruina total del sistema partidista mexicano que se niega a ciudadanizar los procesos electorales. Y no me refiero, al INE, por ejemplo, sino a los que buscan perpetuarse en la teta presupuestal.
La percepción es que, si los candidatos no mejoran su discurso y se dedican a guerras sucias, el porcentaje de votantes podría ser mucho menor que lo que se espera. La estratagema de caer en lo burdo y hacer lo malo para captar votos, podría ser efectiva, pero al mismo tiempo, afectaría ostensiblemente la andrajosa confianza en las instituciones electorales y los partidos políticos, principalmente.
Desde hace unos días que empezó la campaña, no hemos escuchado un solo discurso esperanzador. Éstos, para vergüenza de los candidatos, se derivan de actos que nada tienen qué ver con el proceso electoral; otros, de plano, han caído en la inercia del autoengaño, la mentira directa y el abuso de la retórica, como si los ciudadanos fuesen tontos.
Se sigue creyendo que la entrega de despensas y regalitos insignificantes, es clave para el convencimiento. Se sigue buscando el voto a través de la absoluta falta de respeto a la inteligencia colectiva. Esto va para peor. Porque ningún candidato parece estar dispuesto a mostrar un poco de dignidad humana y tampoco quieren perder haciendo lo correcto. Así, seguramente se elegirá a los menos malos entre los malos. Eso, desde luego, no es bueno para el país. México requiere gobernantes y representantes populares honrados, pulcros, sensatos, inteligentes, propositivos, dignos. No ladrones ni sinvergüenzas que piensan que el elector merece ver y oír estupideces. Candidatos que creen que el país, los merece a ellos y no a los buenos.

amksheratto@hotmail
@ksheratto

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