Ceden a Palestina control de fronteras de Gaza

El movimiento islamista Hamás acata la primera fase del acuerdo de reconciliación con el presidente Abbas

Agencias

[dropcap]E[/dropcap]l movimiento islamista que desde hace más de una década gobierna de facto en el enclave palestino de Gaza cedió ayer al Ejecutivo del presidente Mahmud Abbas todos los puestos fronterizos operativos en la Franja. Los pasos con Israel —Erez (norte, viajeros) y Kerem Shalom (sur, mercancías)— y con Egipto —Rafah (sur, mixto)— fueron entregados a la Autoridad Palestina en simbólicas ceremonias que ponen en marcha el acuerdo de reconciliación suscrito el 12 de octubre por Hamás y Fatah, el histórico partido de Abbas. El pacto debe consumarse antes del fin de noviembre con el traspaso al Gobierno tecnocrático de unidad palestina del primer ministro, Rami Hamdala, del poder civil en Gaza.
«¡Bienvenido!», recibe con una sonrisa el agente de la Autoridad Palestina que antes controlaba aburrido y silencioso el pasaporte en la tierra de nadie de la posición Jamsa / Jamsa (Cinco / Cinco, en árabe) del paso de Erez. En Arba / Arba (Cuatro / Cuatro), el oficial de inteligencia de Hamás que hace apenas dos meses interrogaba a placer al viajero se pregunta quién le va a pagar los 250 euros mensuales de sueldo.
Si se cumple el acuerdo, alcanzado en El Cairo, las dos principales facciones palestinas enterrarán el hacha de guerra que les llevó al borde de la guerra civil en 2007, cuando Hamás —que había barrido en las elecciones legislativas del año anterior— desalojó por la fuerza de la Administración de la Franja a los representantes del Gobierno de Fatah. Están en juego la recuperación económica del depauperado enclave —sometido al bloqueo de Israel y a las restricciones de paso de Egipto— y la unidad política palestina ante una eventual reanudación de las negociaciones de paz con el Estado hebreo, apadrinadas por EE UU.
Pocos minutos después de que concluyera la ceremonia de entrega de Erez grupos de operarios comenzaron a desmantelar las instalaciones de Arba / Arba, donde los islamistas han ejercido durante un decenio una estricta vigilancia de acceso al territorio de Gaza. El antiguo trámite previo de Jamsa / Jamsa se convirtió ayer en el único control efectivo de entrada al enclave. En medio del desconcierto producido por la retirada de Hamás, los visados o permisos para la prensa extranjera y la cooperación internacional parecían haber sido abolidos.
«Cada uno se va a su casa hasta que se arregle la situación», explicaba desde el anonimato un aduanero del movimiento islamista. En una patente muestra del turnismo ancestral de países mediterráneos, funcionarios cesantes de Hamás compartían cigarrillos con empleados públicos de Fatah —cobraban sin necesidad de trabajar— en espera de destino.
En Rafah, al otro extremo de la franja palestina, los agentes de seguridad de Fatah estaban ayer también sentados mano sobre mano. Sendos retratos del presidente Mahmud Abbas, cuya imagen fue ignorada en el enclave, y de su homólogo egipcio, Abdelfatá al Sisi, presidían el principal paso internacional. «La frontera no se abrirá previsiblemente hasta dentro de dos semanas, cuando Egipto autorice el tránsito. Pero la gente ya está harta y quiere salir», explicaba Hasan Fayyad, funcionario de la Autoridad Palestina. «Vivimos en una cárcel y esta es la única puerta», se desesperaba a su lado Hicham al Mamluk, empleado de una compañía eléctrica. A sus 30 años aún no ha viajado fuera de los 365 kilómetros cuadrados de Gaza, que albergan a dos millones de habitantes.
Los agentes de Hamás han desaparecido de los pasos fronterizos, pero sus 25.000 milicianos siguen controlando los límites territoriales de la Franja. Una patrulla de uniformados del movimiento islamista interceptó ayer al corresponsal de EL PAÍS y a su asistente palestino cuando se aproximaban al lugar de las afueras de Jan Yunis donde el Ejército de Israel dinamitó el lunes un túnel excavado por la Brigada Al Quds, brazo armado del grupo Yihad Islámica.
La explosión causó la muerte de al menos nueve milicianos islamistas. En ese punto de la frontera suroriental, las torres de vigilancia se suceden a ambos lados de la línea divisoria. Israel, que considera los túneles como el destruido como una grave amenaza, ha activado el escudo antimisiles Cúpula de Hierro en previsión del lanzamiento de cohetes.
La calma reinaba ayer en el enclave palestino, a pesar de la amenaza de «sangre por sangre» lanzada la víspera por Ismail Haniya, máximo líder de Hamás. La presión y las llamadas a la contención de Egipto, que tutela cada vez más de cerca la Franja, parecen haber surtido efecto de nuevo. Las armas callan por ahora en Gaza para no arruinar el paso de reconciliación más firme dado por los palestinos en una década.

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