Cepeda debe irse

Eduardo Grajales

El conflicto magisterial en Michoacán y sus réplicas en Oaxaca y Chiapas, obliga a pensar en los ajustes necesarios que deben producirse cuanto antes en la estructura del SNTE, que se ha mantenido distante y pasivo en momentos en los que se requieren organizaciones firmes que coadyuven a resolver las crisis educativas que se suscitan en el país.
Para que esto suceda es urgente la sustitución pacifica de su dirigente actual Alfonso Cepeda, un personaje cuya permanecía tiene como única misión evitar que salga a la luz el uso discrecional que se hizo de las millonarias finanzas del sindicato en la gestión de su antecesor, Juan Diaz de la Torre.
Carente de un proyecto innovador a la altura de los nuevos tiempos, Cepeda ha recurrido a la típica dinámica sexenal de desdecirse del discurso que enarboló en la pasada administración -en la que fue fiel defensor de la reforma peñanietista- para rendirle pleitesía al gobierno en turno, haciéndole guiños constantes para mantenerse a salvo y ganar tiempo.
Empero, sabedores de que no representa un liderazgo real y que no es un mediador capaz de lograr la reorganización de una base magisterial, la autoridad educativa no ha acusado recibo de estos mensajes y ha hecho mutis a las falsas expresiones de cordialidad y acompañamiento.
Este silencio de un lado y desesperación en el otro es el mejor signo de que Cepeda debe irse y permitir que el SNTE se revitalice, encuentre la estabilidad, reorganice sus fuerzas y entre en una ruta de modernización democrática que reivindique su papel en la lucha histórica por mejorar las condiciones educativas y magisteriales.
El sindicato está llamado a recuperar la bandera que dignifique la deteriorada imagen del maestro, que ha sufrido un descredito trágico a consecuencia de la corrupción de sus líderes y de las acciones radicales y violentas que muchas veces no son propias del sector, como se ha generalizado.
Cepeda debe irse porque resulta inexplicable un representante charro, caciquil y acomodaticio en una lógica donde el discurso contra la corrupción y la democratización ha sido bien recibido por una sociedad que pide seguir interviniendo en sectores que por años permanecieron secuestrados por grupos como el que representa dicho «dirigente».
Si la obsesión por seguir en el poder continua resultaría riesgoso y perjudicial para los objetivos de la agenda educativa de la Cuarta Transformación, y más aún en vísperas de la creación de su modelo educativo que representará la filosofía política construida y divulgada durante varios años por el presidente de la República.
Cepeda debe dejar el sindicato porque su papel gris y desdibujado fortalece a una Coordinadora Magisterial que, sabedora de las debilidades gubernamentales y acostumbrada a poner en vilo a toda una Nación, ha declarado ya su rechazo total a la propuesta educativa federal que calificó de neoliberal y carente de propuestas que abonen a resolver las múltiples problemáticas educativas.
Cepeda debe irse porque se vienen tiempos complicados en materia educativa y la Federación requerirá aliados capaces de establecer acuerdos necesarios que permitan acabar con los actuales monopolios y cacicazgos educativos y emprender así un cambio verdadero y profundo en el sector del cual emerja un modelo educativo pedagógicamente sólido, administrativamente ágil y transparente en su operación.
dialectica902@hotmail.com

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