Cesar Espinosa, un militante mas

Con 17 años de militancia en el PRD, el nuevo dirigente estatal del Sol Azteca se siente orgulloso de su origen, de sus inicios como militante y de la gran oportunidad que se le presenta de enderezar el rumbo del partido, al cual, asegura, «le debe todo»

Rodrigo Ramón Aquino

[dropcap]A[/dropcap]l principio ni sus papás creían en él. Le decían «qué es que te tas metiendo a la política. Nosotros no te mandamos a meterte en problemas. Mejor ejercé tu profesión y dejáte de boberas. No somos gente de paga para que andés ahí de metido».
Para César Espinosa Morales, actual dirigente estatal del Partido de la Revolución Democrática, forjar una carrera política no ha sido fácil. Sin pedigrí político ni recursos ni padrinos, había que apostarle al trabajo desde las bases.
«Tengo 17 años de ser militante del Sol Azteca. Entré al PRD en 1997 porque me identifico con la ideología del partido. Provengo de una clase baja, mi papá toda su vida se dedicó a ser taxista, mi mamá ama de casa. Todavía tenemos una tiendita de abarrotes, donde venden el Gansito clásico y las Rufles. Me identifiqué con estas siglas porque era un partido más abierto, de clases populares, donde podían tener más inclusión los López, los Díaz, los Pérez, los que no tenemos pedigrí político ni un abolengo que me permitiera abrirme paso en la vida política que es muy competitiva y complicada, porque existen estructuras de poder muy difíciles de penetrar.»
—¿Cómo se trabaja desde las bases?
—Bueno, quienes me conocen saben que fui volantero, que era de los que se colgaba en los postes para pegar la propaganda de nuestros candidatos. Que en 2001 fui jefe de brigada y en 2003 fui jefe de sección y secretario de Jóvenes en el Comité Ejecutivo Municipal de Tuxtla Gutiérrez. Por esas fechas conocí a Andrés Manuel López Obrador y a su familia y me inmiscuí en los comités de apoyo a su candidatura para Jefe de Gobierno del Distrito Federal.
Con 36 años de edad, Espinosa Morales es uno de los cuadros perredistas más jóvenes que ha llegado a la dirigencia estatal. Entre algunas curiosidades de esta carrera hay que destacar el hecho de que en los años que lleva de militancia jamás ha ocupado un cargo público o de elección popular, tampoco percibido un sueldo, hasta ahora.
«Es un asunto de persistencia, de disciplina, de constancia que, con el tiempo, lleva a convertir en realidad tus sueños. Una vez me senté en una banca del parque central y me dije por qué no puedo ser yo el presidente del PRD. Muchos compañeros me tiraban a loco, me denostaban diciendo: ah, ese chamaco. Ese cargamaletas. Ese gato. Y con mucho orgullo lo reconozco, he cargado maletas, pero eso, también, me ha permitido conocer a los actores y estar en competencia real con los demás candidatos. Poder medir a tus contrincantes al interior, saber qué van a hacer, cómo van a actuar y anticiparte con estrategia. La política es, sobre todo, estrategia, y no siempre el que tiene más dinero gana.»
—Resultaste electo dirigente en un proceso interno organizado y calificado por el Instituto Nacional Electoral, no obstante, se aseguró que tu candidatura fue impulsada por actores políticos encumbrados en la estructura de gobierno de la actual administración. ¿Qué hay de cierto en ello?
—Debo decir que mi proyecto caminó porque la militancia así lo quiso. Conocerlos y tener una relación con los perredistas de los distintos distritos, una relación en su gran mayoría de amistad, me permitió tener conocimiento de mis adversarios y generar las estrategias adecuadas. Ayudó mucho ser una cara nueva, de historial limpio. A los demás les pesó haber ocupado puestos de elección o formar parte en estructuras de gobiernos pasados. La coyuntura ayudó mucho. Ahora, se dijo que mi candidatura era impulsada por Palacio de Gobierno, particularmente por el secretario Eduardo Ramírez Aguilar. De eso sólo puedo decir que con él mantenemos una relación cordial, respetuosa, que hemos trabajado juntos cuando el PRD y el PVEM han coincidido. Ahora, debo decir que sería una insensatez pensar que el gobierno no existe. Claro que existe y el PRD como partido de oposición no desaprovechará la oportunidad de ser un buen interlocutor, que pueda tener injerencia en la toma de decisiones para beneficio de sus representados.

Nuevos tiempos
—Ya instalado en la dirigencia, cuál es tu diagnóstico del partido en Chiapas, sobre todo en momentos en que a nivel nacional no le va nada bien, y es evidente que en lo local tampoco.
—Es un partido que ha estado en el olvido. Se han olvidado de la militancia y ésta ya no tiene clara una identidad. Se olvidaron de reorganizar y dinamizar a los comités ejecutivos en los municipios. Se ha vulnerado la prerrogativa del partido con un fuerte pasivo, de personas que están en nómina y no trabajan, por ejemplo. Se tienen deudas, porque se dejó de pagar a los proveedores. Encuentro a un partido multado por la extinta Cofel, y esas multas son altas y me las vienen descontando de la prerrogativa estatal. Aparte varios laudos. Mira, con decirte que no tenemos ni una barda pintada del PRD en Tuxtla, ni un vehículo y no contamos con edificio propio, a pesar de que, se supone, fuimos 12 años gobierno en el estado.
—¿Qué papel buscas jugar al frente del PRD; cómo te gustaría que se recordara tu paso por la dirigencia?
—Estoy comprometido a retomar la administración política y la administración financiera del partido, no venimos a administrar sólo una franquicia como estaba ocurriendo. No tengo ningún empacho de estarle informando continuamente a la militancia las condiciones en las que estamos. No vengo por dinero, vengo por un proyecto político. Quiero ayudar a otros. Quiero ver a mi partido bien y espero que me alcances los tiempos para hacer el edificio sede. Quiero que la militancia me reconozca como un dirigente que hizo su mejor esfuerzo por el partido, porque todo lo que soy se lo debo precisamente al PRD.
De fe adventista, aunque desde hace algún tiempo distanciado por su trabajo; estudiante de la maestría en Derecho Constitucional y Amparo, con lo que lidia cada fin de semana por las necesarias reuniones con la militancia; hoy a César Espinosa le creen no sólo sus padres (los cuales le dieron por fin «su bendición» cuando en un evento estatal del entonces candidato presidencial AMLO, a su hijo le tocó dar el discurso que representaba a las juventudes de la izquierda del estado), le creen, también, los que confían en que uno de casa compondrá las cosas, le creen los que le apuestan a la renovación generacional del partido, los que coinciden en que nuevos rostros y nuevas dinámicas harán volver la confianza ciudadana. En resumen, le creen los que confiaron en su lema de campaña: «nuevos tiempos, nuevos rostros, nuevo PRD».

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