Ciudad Mural, lienzo de historias

El camino hacia el monumento con la forma de Cristo más grande del mundo es ataviado por el trabajo de artistas locales, nacionales y extranjeros. Pintas que representan las más íntimas anécdotas de los habitantes de Copoya

Lucero Natarén / Aquínoticias

Al sur de Tuxtla Gutiérrez, en la meseta de Suchiapa, más específicamente en las calles de Copoya, Chiapas, la luna brilla para alumbrar a sus pobladores. El nombre del sitio proviene de este hecho, «lugar de luna llena».
Artistas, voluntarios y familias hacen posible que cada una de sus calles muestre la energía de las fiestas y costumbres que aún se conservan. 29 murales lucen vivos en las paredes de las casas. Alrededor de mil 351 metros cuadrados de obras maestras han engalanado las fachadas del poblado desde el 2017.

Copoya suena a música viva y a la creación de lo que la hace sonar: sus habitantes son danzantes y expertos fabricantes de instrumentos musicales. Ciudad Mural Tuxtla ha permitido proveerle de aprendizajes. La riqueza cultural que envuelve a Copoya hizo florecer historias y recuerdos impregnados de orgullo.
Es inevitable no llevar a casa el aroma del café, impregnado por un sorbo, por el esporádico paso cerca de un hogar o por ambos. El misticismo de selvas y bosques y un carisma único son inherentes a los habitantes del lugar.

Caminar por las calles es imaginar cada pintura, los colores te atraen desde lejos, te llevan a acercarte y proyectarte, estás ahí, frente a ese hogar. Esa pintura te remonta a tu niñez desde sus colores, los animales, las personas y las flores que ahí se hallan plasmadas. Te imaginas esas pinceladas, que en pocos trazos proyectan mucho.
Viene a tu mente pensar en la persona que lo dibujó, tal vez fue un joven, quizá un adulto, o estás ante el alma desnuda de uno de los seis chiapanecos seleccionados por el Colectivo tomate, Edgar Megchún, Isabel Bess, Dani Castillo, Julio Antonio, o algún otro artista nacional o internacional.

Cada obra proyecta una historia de la familia con la que el artista convivió. Es inevitable en nuestro caminar no encontrarnos con el mural elaborado por la chiapaneca, Elizabeth Bess, «Forjando el recuerdo».


Esta pinta es un homenaje de esta familia para con el abuelo materno. En el jardín de la casa, un espacio lleno de Flores de Mayo, se puede ver plasmada. El abuelo se dedicaba al oficio de herrería y fue conocido en la comunidad como un hombre trabajador y preocupado por los suyos.
El héroe tiene también, un corazón bordado en el pecho, que recuerda su oficio. Las mujeres que habitan la vivienda actualmente, anhelaban tener un recordatorio de esa persona a quien continúan amando pese a su partida. En nuestro paso visualizamos también el mural «Sueño de un paisaje bucólico», elaborado por el michoacano, Juan Fuerte, quien convivió con la familia del señor Candelario.

Ellos cuentan que cuando eran jóvenes se dedicaron por mucho tiempo al trabajo en el campo, actividad que permite a las familias continuar en contacto con la tierra.


En este hogar consideran importante preservar esta labor, creen forma parte de las tradiciones de la comunidad. La pintura representa a la pareja trabajando en el campo con la yunta, rodeados de la naturaleza que tanto les apasiona. Conserva emotivos recuerdos de las franjas de los vestidos de las danzas tradicionales y de fondo, la orografía del lugar, además de unos ojos en un pasamontañas que recuerdan a la resistencia de la zona.
El chiapaneco Dani Castillo convivió con la familia de doña Irma, quien decidió pintar «Crecimiento y ofrenda». Los elementos que lo componen son las flores –flores de la región-, las cuales utilizan en altares religiosos, mismas que doña Irma acostumbra a ofrecer a la virgen.


Encontramos inclusive tres auras que representan a las tres vírgenes o tres «copoyitas», representativas de la comunidad. Las tres manos que observamos, dos de ellas son de su esposo, quien construyó su hogar con sus propias manos, la otra es de su esposa quien también contribuyó a la labor. Esto simboliza también para ellos, la unidad de la familia, y el agradecimiento a las vírgenes de Copoya, quienes consideran los han ayudado en sus dificultades a lo largo de los años.
Son un total de 29 murales que tienen historia, cada uno representa la armonía, valores y recuerdos que los pobladores consideran importante mostrar. Copoya es cultura, tradición y fiestas, con Ciudad Mural descubrimos desde otra perspectiva que en cada hogar hay una historia importante que merece ser contada y proyectada al mundo.
Los murales, en su mayoría, podemos verlos en el transcurso de nuestra visita al Cristo Glorioso de Chiapas, también conocido como «Cristo de Copoya», el monumento con la forma del «mesías» más alto de todo el mundo.

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