Cdigo Nucú / Cesar Trujillo

Las promesas del empleo

Gobiernos van y vienen, y no pasa nada. Todos evocan al empleo como una medida indispensable y necesaria. No se equivocan en el discurso, confieso. Hablan de reforzar las condiciones de inversión, de generación de empleos dignos y bien pagados, de justicia laboral, de más y mejores áreas de oportunidades, ¡uff! Todo hasta ahí suena bien: demasiado bien. El problema es cuando en la práctica la retórica no encaja y nos muestra resultados que son catastróficos. Recordemos los sexenios anteriores en donde se hablaba del empleo como un pilar de la estabilidad económica y social de Chiapas en la perorata, aunque en la práctica no fuese del mismo modo. Lo vivimos y seguimos pagando muchas facturas aún.
No vayamos muy lejos, el mismo gobernador Manuel Velasco Coello, del Partido Verde Ecologista de México (PVEM), ha encabezado firmas en pro del empleo, la productividad, la competitividad y la paz laboral, y el resultado es una entidad que tenemos a la vista de todos: sumida en la pobreza, con una economía deplorable que tiene naufragando a los diferentes sectores a los que no les quieren reconocer lo ya trabajado y donde las mismas prerrogativas de los institutos políticos han sido retenidas por la Secretaría de Hacienda, bajo sabrá Dios qué intereses aviesos, sin importar que las propias elecciones 2018 se encuentren en riesgo.
Si damos una ojeada fuera de la entidad, le aseguro, nos toparemos con otros personajes que aluden también al empleo como un eje rector de sus políticas de trabajo y hasta ahí quedan. Por ejemplo el candidato de la Alianza «Juntos por Ti» al gobierno de Nayarit, Toño Echevarría, que afirmaba que sería el gobernador del empleo y que el mismo Anaya lo pavoneaba. O bien, el reconocimiento que recibiera en noviembre del 2017 de parte de los cetemistas Rubén Moreira Valdez, gobernador de Coahuila, como el mandatario del empleo y la seguridad, y que resultara ser el mismo que, según investigación publicada por el diario Reforma, otorgó contratos millonarios a empresas que no estaban en el padrón de proveedores, que no tienen sitios de internet, que son incontactables y que tienen sus domicilios inoperantes para una firma.
Y es que seamos honestos, a los políticos cuando andan en campaña les resulta muy fácil prometerlo todo. Firman pactos ante notarios con el cinismo y la frivolidad con la que después son evidenciados por actos de corrupción e impunidad y no pasa nada. Hablan de políticas públicas, de estrategias de consolidación, de fortalecimientos de la economía local, pero el asunto es que todo se queda en una retórica hueca y sin un impacto real a futuro. Basta que lleguen al poder y tengan que obedecer a quienes los llevaron a donde están para desentenderse.
Y es por eso que ese discurso de ser el gobernador de los jóvenes y el empleo que trae arrastrando como oración mal aprendida el candidato del PRI, Roberto Albores Gleason, porque aún falta que lo ratifiquen como el alfil los otros cuatro partidos tras el fallo del Tribunal Federal Electoral, me sigue causando mucho ruido. Sí, lo confieso. Quizá porque he visto las buenas voluntades torcerse de diferentes formas. O simplemente porque he escuchado tantas veces las mismas líneas, con maquillajes y entonaciones diferentes, que no se cree ya en nada. Leer que si el senador con licencia Albores Gleason llega a la gubernatura impulsará una campaña antipobreza siendo un alfil del tricolor es algo bastante risible y cuestionable. No hace falta que se le recuerde al candidato que sus tres colores son parte de este mal que aplasta a Chiapas al cogobernar junto al tucán y quedarse mudos ante el desgobierno de Manuel Velasco y los excesos de esta administración, donde nuestro estado no ha podido salid del top cinco de los más pobres.
Porque decir que Roberto Albores será el candidato del empleo suena bastante bonito en los panfletos que se distribuyen. El asunto de toda esta palabrería son los hechos, son los apellidos que heredan poder y que parecen más una sentencia de muerte. La historia no miente y nos da para desmenuzar el sexenio pasado y este que estamos esperando como agua de mayo que ya se acabe: Sabines Guerrero quien llegó por el nombre de su padre Juan Sabines Gutiérrez y el del poeta Jaime Sabines; Manuel Velasco Coello quien se guindó del trabajo del doctor Manuel Velasco.
Ahora la historia nos empieza a mostrar el comienzo de otro capítulo y el temor de los ciudadanos salta a la vista. Prometer no empobrece, lo dije la vez pasada. Ya veremos si eso les basta para convencer. Ya veremos si el empleo ahora sí es un eje prioritario y no se continúan con los despidos masivos desde el aparato gubernamental. No se asuste, pero ponga en las imágenes del buscador «gobernador del empleo» y hasta Enrique Peña Nieto, junto a Videgaray, salen sonriendo firmando algo con este mismo tema que han puesto de moda y que nunca cumplen.

Manjar

Al gobernador de Chiapas, Manuel Velasco Coello, le importa poco lo que se diga sobre su administración. Los señalamientos en malversación de fondos, despilfarro de dinero en una imagen desgastada, adeudos a diversos sectores, entre otros, son el pan de cada día. A esto ahora se le suma el señalamiento que hiciera el periodista Ángel Mario Ksheratto hace unos días sobre que la Federación Mexicana de Futbol en donde se habla de pagos para ascender a la liga mayor que oscilan entre los 15 y 17 millones de dólares, es decir, entre 293 millones, 793 mil pesos y los casi 333 millones de pesos. La pregunta de rigor es, ¿quién terminará pagando otro de los caprichos del niño verde chiapaneco? La respuesta es evidente y no requiere #NiñoFrívolo // La recomendación de hoy es Pájaros de Hispanoamérica de Augusto Monterroso y el disco X & Y de Coldplay. // Recuerde: no compre mascotas, mejor adopte. // Si no tiene nada mejor qué hacer, póngase a leer.

* Miembro de la Asociación de Columnistas Chiapanecos.
Contacto directo al 961-167-8136
Twitter: @C_T1
Mail: palabrasdeotro@gmail.com

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