Cdigo Nucú / Cesar Trujillo

Aviadores y déficit en la Unach

La rectoría de la Universidad Autónoma de Chiapas (Unach) ha sido usada como refugio y botín político desde hace varios años. Sus últimos tres rectores: Ángel René Estrada Arévalo (2006-2010), Jaime Valls Esponda (2010-2014) y Carlos Eugenio Ruiz Hernández (2014-2018) son culpables del ingente déficit de más de dos mil millones de pesos que trae arrastrando la casa de estudios y aunque ha sido un secreto a voces, apenas ahora se eleva la voz al interior.
Los tres exrectores, arriba mencionados, llegaron bajo procesos viciados, manipulados e impuestos por exgobernadores que, también hay que decirlo, fueron un lastre para Chiapas y sembraron desvíos multimillonarios que nos tienen hoy como uno de los estados más pobres de México. Al menos en lo que toca a Juan José Sabines Guerrero y Manuel Velasco Coello fue así y se han puesto en la mesa dichos temas.
Por ello, no se puede pasar por alto el anuncio del rector Carlos Natarén Nandayapa del plan de austeridad y transparencia que echará a andar cuanto antes y en el que no tendrán cabida ni los aviadores (de esos que le hablaba en mi columna de ayer) y, al parecer, como lo hiciera el presidente Andrés Manuel López Obrador con la selección de futbol mexicana, tampoco los Ocelotes que le cuestan a la universidad 12 millones de pesos.
En un video publicado en el muro de la periodista Itzel Grajales que cubrió la conferencia de prensa, el rector universitario hace alusión en que el presupuesto asignado este 2019 es de mil 453 millones de pesos, y que es similar al que le asignaron a la máxima casa de estudios en 2018, sin embargo, es preocupante desde todas sus aristas porque no ajusta para la plantilla laboral ni para los servicios universitarios.
Lo cierto es que ya era hora que en la universidad se revisara expediente por expediente el caso de cada uno de los trabajadores, donde seguramente se encuentran muchos familiares de políticos y muchos favores que sangran las arcas de la institución que ahora camina como un animal herido al que le urge lo curen y le inyecten vitalidad.
Echar a andar una auditoría a los cuatro años de derroche y de retraso que tuvo Carlos Eugenio Ruiz Hernández (y su camarilla de ladrones) sería un paso fundamental, pues recordemos que éste fue impuesto por caprichos de la mamá del exgobernador Manuel Velasco y que ha sido una de las peores administraciones (la de la entidad aún más) que ha padecido la Universidad Autónoma de Chiapas.
Le urge a la máxima casa de estudios encontrar su rumbo, retomar los caminos donde se consideraba una universidad con miras al futuro, con relaciones internacionales, con fomento a la cultura, con una Feria Internacional del Libro Chiapas-Centroamérica que dejaron morir por la ignorancia y mediocridad de quien nunca supo, fui testigo de ello, diferenciar entre una librería y una biblioteca, (por decir algo tan nimio).
El mensaje del rector es claro. No se solaparán a quienes estén dados de alta como trabajadores y sean improductivos (que no trabajen, pues), un punto favorable. Sólo se requiere ahora que la rasuradora pase parejo, que no se toleren compadrazgos o favoritismos a unos y a otros no. Si el mensaje fue lanzado y los sindicados están ya en el ojo del huracán, lo que se espera es que las cosas marchen, que se llegue hasta las últimas consecuencias y que la espada de Damocles caiga sin piedad sobre los que se llevaron esos dos mil millones de pesos que se revelaron hoy.
Si el plan anunciado en verdad se enfocará a la transparencia, como se remarcó hoy y al rector en verdad no le tiembla la mano, Carlos Eugenio Ruiz Hernández deberá ser llamado a rendir cuentas y a explicar qué hizo con el recurso que administró en cuatro años. Porque muchos son los testigos de su actuar, muchos los rumores que sonaron mediáticamente, del modo en que algunos de sus esbirros se engrosaron las alforjas con dinero de la universidad.
Ahora sí que aplica la sentencia de ni perdón ni olvido a estos saqueadores que llegaron a la Unach a servirse y no a servir, que la han dejado sumamente golpeada por su voracidad y que deben pagar por ello.

Manjar
De niño, mis padres siempre nos hablaron de infiernos cuando hacíamos algo que consideraban mal. Nos contaron historias para crecer inmersos en el miedo a cuestionar y a ser libres, a pensar fuera de aquello en lo que ellos fueron criados. Sólo el abuelo, en las largas caminatas por los cerros, mientras mi hermano y mi tío levantaban frutos y nosotros trozábamos los tallos tiernos de la hierba mora, me dijo que no existían castigos eternos ni suplicios. Nos dijo que podíamos creer o no en Dios, pero que si lo hacíamos él era la brisa del viento que hacía bailar a los árboles de chicozapote y despeinaba nuestros cabellos, era el canto del arroyo deslizándose suavemente por las piedras, las guías de calabaza que nos permitían comer sus frutos en dulce, las papayas silvestres que se mecían bajo los cantos de los pájaros, el cascabel de la serpiente advirtiendo que no gustaba de visitas en su casa. Quizá por eso, en estos momentos en que el frío aire de la ciudad y sus cabañuelas penetra la oficina desde donde me encuentro (entre las llamadas telefónicas y la risa que se cuelan desde el otro piso), lo recuerdo: su concepción de la vida, sus enseñanzas, su andar del que se desprendía el olor al tabaco, su silencio mientras preguntaba lo que no entendía, su mirada desde donde siempre supe me quería. #ExtrañoAlAbuelo // «El tiempo hace madurar todas las cosas. Mediante él, todas se hacen evidentes. El tiempo es el padre de la verdad.» Francois Rabelais. #LaFrase// La recomendación de hoy es el libro China Fast Forward de Sergi Vicente y el disco Beggars Banquet de The Rolling Stones. // Recuerde: no compre mascotas, mejor adopte. // Si no tiene nada mejor qué hacer, póngase a leer.

* Miembro de la Asociación de Columnistas Chiapanecos.

Contacto directo al 961-167-8136

Twitter: @C_T1

Mail: palabrasdeotro@gmail.com

Compartir:

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *