Cotidianidades… / Luis Antonio Rincn Garcia

La propuesta fue de tomar un café entre amigos sin hablar de política. El café estuvo bueno, y el tema que terminó en discusión fue qué candidato a la presidencia municipal podría ser mejor para nuestra ciudad.
Las diferentes posturas de mis compañeros de mesa marcaban algunos de los principales intereses que tienen los ciudadanos en el momento de dar su voto: Una de mis amigas habló de la «cercana amistad» que tiene su hermano con uno de los candidatos; otro confiaba en que su candidato le daría obra a las empresas locales, lo cual podía resultarle benéfico; uno más tenía argumentos para defender al que considera más honrado y comprometido socialmente; y yo hice chistes a costa de cada uno de ellos, lo que me valió miradas hostiles.
Por suerte llegó a sacarme de ese trance un amigo que tenía rato de no ver, a pesar de que su principal tarea, dice él, consiste en pasearse por la ciudad.
En pocos minutos me contó lo mal que anda su matrimonio, en el cual se ejecutan distintas formas de violencia sin llegar a la agresión física y que ha convertido sus vidas en un pequeño infierno cotidiano.
—¿Y por qué no mejor se separan? —pregunté sin estar seguro de que debiera meterme en ese asunto.
—Tenemos un negocito y nos va bien. Ninguno quiere ceder su parte y tampoco queremos dejar de ganar el dinero que nos deja. Sufrimos pero estamos contentos, porque al menos tenemos paguita en la cartera. Más vale aguantarse. Total, ya nos agarramos el modo.
«A pos qué modo tan fiero el suyo», le iba a decir, pero recordé aquel refrán que dice «calladito te ves más bonito» y también que «quien nace para buey, hasta la coyunda lame», y ante tal convicción fatalista le eché su bendición al hombrecito y le deseé mucho éxito comercial, ya que eso lo hacía menos infeliz.
Camino al auto reflexioné lo parecido que resulta ese matrimonio con la relación que se mantiene entre ciertos segmentos de la ciudadanía y el gobierno, al menos en Chiapas.
Aunque nuestro querido estado esté lleno de riquezas naturales, cultura y lugares paradisiacos, no existen industrias o empresas que generen los suficientes recursos económicos para mover la economía estatal. Por ello, muchos dependen o dependemos de los flujos económicos que provengan de la administración pública.
En ese grupo de dependientes económicos se encuentra los servidores públicos (quienes prefieren trabajar en gobierno porque ninguna empresa paga tan bien como las dependencias estatales y que ruega por no perder su trabajo en cada fin de sexenio), la burocracia y aquellos que terminan de completar sus ingresos vía programas gubernamentales o recibiendo despensas de hambre. Pero también se suman contratistas, prestadores de servicios y empresas que participan en los círculos de corrupción para que se les asignen obras y luego andan correteando a los administrativos para que les paguen los trabajos realizados y puedan seguir sobreviviendo, y si aguantan vara es porque dicen que «el gobierno es nuestro mejor cliente» (aunque parezca chiste).
Les puedo asegurar que pocos estamos contentos con el trabajo realizado por las actuales administraciones (municipal, estatal y federal). Sin embargo, son todavía menos quienes estarían dispuestos a realizar un cambio profundo que implicara, por ejemplo, una disminución en el número de burócratas, desaparecer programas de asistencia y reducir los gastos por insumos en Secretarías y dependencias de gobierno.
A cambio deberíamos crear empresas e industrias que nos permitieran vivir por nuestros propios medios, porque entonces podríamos divorciarnos de los gobernantes, ya no requeriríamos de una chamba con ellos para poder vivir bien, no sería necesario ir al mitin para no perder el apoyo miserable con que compran votos y conciencias, y ya no se vería al gobierno como único cliente de nuestros negocios, en tanto tendríamos a muchos particulares a quienes atender.
De esa manera ganaríamos libertad y romperíamos la dependencia económica que existe. Y quizás así tendríamos el coraje para exigir (en multitud, no por voces aisladas) que se hicieran las cosas del modo correcto y para sacar a quienes no cumplan su tarea. Pues por ahora, aunque nos duela, un gran segmento de la población ayuda a encumbrar a sujetos corruptos e indeseables, de quienes no se puede esperar una buena administración, pero que a cambio les pone un poco de «paguita en la cartera», y aunque el resto de las cosas estén mal (salud, educación, seguridad, servicios públicos), se piensa que es mejor aguantarse a perder ese poquito, total, diría mi amigo, «ya nos agarramos el modo». Hasta la próxima.

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