Cotidianidades… / Luis Antonio Rincn Garcia

El final del 2017 ya está a la vuelta de un par de semanas y un poquito más. Es muy probable que todos sintamos que los años avanzan cada vez más rápido y es lo normal, en tanto su representatividad porcentual respecto a nuestra edad es cada vez menor. Es decir, no es lo mismo un año para un hombre que tiene cien (representa el 1% de su experiencia), que para una niña que ha cumplido cinco (es el 20% de lo vivido).
Sin embargo, para echar abajo esa sensación, nos queda la posibilidad de recurrir a los recuerdos, a las fotos y, para darles más sabor, quizá hacer esa misma tarea pero con un cafecito compartido en familia. Así, por ejemplo, podremos rememorar las fiestas más alegres, las travesuras más terribles, las risas que desparramamos entre cada mes y, claro, los abrazos pendientes, las ausencias definitivas, las promesas que siguen vigentes y que tal vez se cumplan en el 2018.
Este año, por ejemplo, comenzó con el miedo al gasolinazo y el temor todavía más grande al efecto Trump. La verdad es que los dos temas han afectado a nuestros ánimos y economías, no obstante, ninguno de ellos ha sido tan dañino como la corrupción galopante con que se mueven funcionarios de los tres niveles de gobierno, empezando por el Presidente del país, que no deja de decir barbaridades ni de cometer estropicios, hasta presidentes municipales que se dedican a promover su imagen aunque por su quehacer estén etiquetados como ineptos.
Los sismos de septiembre cimbraron nuestras vidas, en algunos casos nos hicieron perder la calma y nos obligaron a encarar nuestra finitud, mientras que a otros, además, los enfrentó a pérdidas irrecuperables. Hubo dolor, seguro sigue presente, y de nuevo un desastre sirvió para demostrar lo que desde hace muchos años hemos sabido: que la población y la casta política responden a intereses distintos. Por un lado hubo solidaridad y entrega; por el otro, ineptitud y mezquindad.
A las semanas de incertidumbre y de réplicas sísmicas que nos parecían interminables siguió una lenta recuperación de la cotidianidad que en algunos casos no termina de ocurrir, aun así llegamos a los festejos de noviembre, ahora acompañados por el inusitado éxito de «Coco», y entre los compromisos laborales, el paulatino regreso a clases, la necesidad de seguir avanzando, de pronto nos encontramos en diciembre, viendo en la televisión la cara de sorpresa de los políticos mexicanos, quienes se quejan con amargura de la falta de democracia que existe en sus partidos —aquí entra efecto de aplausos y lagrimitas de emoción por sus actuaciones.
Entonces se acerca el momento de pararnos en la línea divisoria del tiempo, en ese límite imaginario inventado por nosotros mismos, pero que nos invita a suponer un momento de transición, una nueva oportunidad de empezar, la vuelta total al calendario, un momento estático antes de lanzarnos como bólidos a nuevas aventuras que, les deseo, salgan de acuerdo a sus planes y los lleven más lejos de donde hasta ahora han imaginado.
Me despido por el momento, espero estar de vuelta en enero con otras historias e incidentes sacadas de la cotidianidad, y ojalá que usted, amable lector, se anime a seguirme leyendo. Mientras tanto le envío un abrazo respetuoso y mi deseo sincero de que pase unas felices fiestas. Hasta la próxima.

 

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