El Cristo abandonado de Chiapas

Fotos: Ariel Silva

A más de cinco años de su inauguración, la obra que detonaría el turismo en la capital, específicamente en Copoya, aún no consigue la gloria

Elizabeth Marina / Portavoz

[dropcap]E[/dropcap]n la cúspide del cerro Mactumactzá, el símbolo de fe, paz y fraternidad chiapaneca se desvanece. Ignorado por muchos y venerado por pocos, el Glorioso Cristo de Chiapas, mejor conocido como el Cristo de Copoya, espera un milagro, ese que la falta de recursos económicos y la poca promoción le han negado.
Durante la colocación de la primera piedra del proyecto arquitectónico, en el año 2007, el exgobernador Juan Sabines Guerrero prometió que los chiapanecos tendrían al Cristo más grande del mundo y el destino turístico más importante de Tuxtla Gutiérrez, sin embargo, cinco años más tarde, puede verse desde lo alto, a un Cristo abandonado.
«La escultura es una petición del pueblo de Copoya, no es una decisión unipersonal, será motivo de orgullo, nadie puede ofenderse con esta obra. El Cristo será un símbolo de la ciudad», fueron las palabras del entonces mandatario estatal.
Ubicado en Copoya, localidad perteneciente a Tuxtla Gutiérrez, ubicada a cinco minutos de la ciudad, el monumento recibe una reducida afluencia turística, al igual que derrama económica, incluso, habitantes señalan que les importa poco que el Cristo se encuentre ahí puesto que no representa un beneficio, como les prometieron.

Cristo ignorado, pueblo olvidado

El Cristo de Chiapas fue desde el inicio un proyecto postergado, en el 2007 anunciaron su construcción, para el año 2009 quienes pretendían establecer negocios a sus alrededores seguían en espera de su conclusión; en respuesta, la directora general del Patronato del Cristo, Verónica Méndez; el tesorero del Patronato, Felipe de Jesús Granda Pastrana y el arquitecto a cargo, Gabriel Gallegos, garantizaron que el 16 de septiembre del 2010 entregarían la obra para festejar el Bicentenario de la Independencia y Centenario de la Revolución, sin embargo, no fue hasta el 6 de diciembre de 2011 cuando se inauguró.
Ese día, Isabel Aguilera de Sabines, entonces presidenta del Patronato, acompañada por el arzobispo de la Arquidiócesis de Tuxtla Gutiérrez, Rogelio Cabrera López y el obispo de San Cristóbal de Las Casas, Felipe Arizmendi Esquivel, pronunció un discurso en el que aseguró que el objetivo del Cristo era «promover la paz y la unidad entre las diferentes poblaciones de Chiapas, a pesar de sus diferencias en cultura, lengua y creencias».
Sin embargo, hoy la realidad es otra: «Nos dijeron que Copoya sería otro, que tendríamos miles de visitantes y la economía mejoraría, pero hasta ahora no hemos visto un solo cambio a raíz de la construcción del Cristo, ni siquiera los feligreses han aumentado», comenta una de las habitantes del lugar.
La población recorre las calles sin elevar la mirada a lo más alto de la cima, parecen ignorar al monumento de 62 metros de alto y un peso de 180 toneladas, cuya inversión fue superior a 100 millones de pesos producto de donativos de empresarios y feligreses.
«La gente ya no lo visita, hay tiendas y misas, eso sí, a las misas casi nadie falta pero de eso a que tengamos una mejora no. Al principio le dieron mucha difusión y venían muchos visitantes, estaba alegre el pueblo, pero ahora, sólo los domingos suben», comentó el señor Miguel Gómez.

Orgullo ¿sólo para devotos?

Por su parte, existen devotos orgullosos de tener al Cristo en su comunidad, lo consideran una bendición y símbolo de unión del pueblo. La derrama económica, dicen, no es lo importante sino la paz y alegría que representa esa estructura de hormigón y metal, con la imagen de una cruz que resguarda en su interior a un Cristo no crucificado, «porque ha pasado en medio de nuestras vidas, es un Cristo resucitado, de luz y esperanza», de acuerdo a las palabras de la entonces coordinadora del Patronato, Karina Guadarrama López, al referirse a la obra, del arquitecto Jaime Latapí Tapia.
Los habitantes más avanzados en edad, son quienes cada mañana aprecian la estructura y agradecen por su «infinita bendición», asisten a las misas de domingo que se llevan a cabo en la capilla, que tiene una capacidad aproximada de 100 personas.
«Para mí, el Cristo es un regalo, no puede estar en un mejor lugar, ha traído bendición y felicidad a Copoya», comenta sonriente el señor Venustiano, mientras se encuentra sentado en el corredor de su casa, a dos cuadras del monumento que, considera, ha devuelto la vida del lugar.
Las hermanas González, aseguran que sus ventas han incrementado desde la construcción del Cristo, razón suficiente para sentirse felices y honradas; «vienen a visitarnos de colonias vecinas, pasan tomándose un pozolito con nosotras y después suben a conocer a nuestro Cristo y quienes ya lo conocen, a pasar una tarde agradable con él».
Hoy, cinco años después de su inauguración, el Cristo de Chiapas, la obra que detonaría el turismo en la capital, específicamente en Copoya, aún no consigue la gloria que aparentemente sólo un milagro le podría dar.

NUMERALIA
62 metros de alto
180 toneladas, peso total
100 millones de pesos, la inversión

DESTACADO
El Cristo de Chiapas fue desde el inicio un proyecto postergado desde el 2007 hasta el 6 de diciembre de 2011
Juan Sabines Guerrero prometió que los chiapanecos tendrían al Cristo más grande del mundo y el destino turístico más importante de Tuxtla Gutiérrez, sin embargo, cinco años más tarde, puede verse desde lo alto, a un Cristo abandonado

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