Democracia, el poder en las manos del pueblo

Es el legado de la Revolución Mexicana, pues antes de ésta los procesos electorales no estaban regulados y prácticamente no existían; tampoco se gozaba de derechos que ahora están consolidados en la Carta Magna como a la educación y al trabajo digno

Portavoz

[dropcap]L[/dropcap]a democracia es el legado de la Revolución Mexicana pues antes de ésta los procesos electorales no estaban regulados y prácticamente no existían; tampoco se gozaba de derechos que ahora están consolidados en la Carta Magna como a la educación y al trabajo digno.
De acuerdo con el historiador Carlos Betancourt Cid, del Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México, la Revolución permitió el reordenamiento del sistema político y la vida pública del país, lo que se vio reflejado en la Constitución de 1917 y sentó las bases para el establecimiento de la democracia y permitió alcanzar beneficios tanto para obreros como para campesinos.
Sin embargo, aunque mucho se ha enseñado en las escuelas y se habla de ella por boca de los propios líderes de opinión, pocos saben en qué consiste la democracia y cuáles son sus características.
En el libro «¿Qué onda con México? Manual para entender el funcionamiento del gobierno mexicano y no morir en el intento», se expone que la definición elemental de democracia es la forma de gobierno donde el pueblo tiene el poder, es decir, donde los ciudadanos mandan.
Los autores Maira Colín y Xiuh Tenorio aclaran que si bien es una forma de gobierno bajo la cual se rige este país y la mayoría de los países en el mundo, no es realmente el pueblo en su conjunto el que gobierna, sino un grupo de ciudadanos elegidos por una mayoría: «el gobierno del pueblo, por los representantes del pueblo, para el bien del pueblo». Esto se podría resumir en lo que se denomina democracia representativa.

Elementos de un gobierno democrático

Explican también que en sí, la democracia es la manera en que un Estado se organiza y donde las y los ciudadanos son libres e iguales ante la ley y tienen el poder de elegir a sus representantes de una manera pacífica, ordenada y secreta, a través del voto. Asimismo, identifican los elementos para que un gobierno pueda considerarse democrático:
• Los cargos públicos electos
• Voto secreto y universal
• El derecho a ser votados
• División de poderes
• Estado de derecho
• Derecho a la información
Respecto al primer punto, el voto ciudadano representa una forma de presión efectiva, es decir, si la mayoría se siente descontenta con la forma en que un partido está gobernando, tiene la opción de votar por la oposición en las siguientes elecciones. Cuando no se cumple la premisa del voto secreto y universal, «se abre la puerta para todo tipo de presiones e intimidaciones»; además, el sentido universal del que se habla, se refiere a que todos los ciudadanos, hombres o mujeres, tienen derecho a ejercer su voto.
En la experiencia de México, fue hasta el año 2000 cuando hubo la alternancia en el poder con el triunfo del Partido Acción Nacional en las elecciones para la presidencia de la República, luego que ésta había permanecido ocupada por candidatos emanados de las filas del Partido Revolucionario Institucional.
Acerca de esto, el experto y activista por los derechos humanos, Michael W. Chamberlin, explicó en su espacio «Alas de Colibrí» que más que significar el inicio de una transición a la democracia, esa alternancia propició un reacomodo en el sistema político mexicano que perpetuó un modelo económico que ha deteriorado aún más la vigencia de los derechos humanos.
«Una verdadera transición a la democracia habría implicado el inicio de una lucha contra la impunidad y el reconocimiento de la verdad y la justicia para las víctimas de crímenes del pasado; el estrechamiento de los márgenes de desigualdad, incluyendo la pobreza y la marginación rural, indígena y femenina; y la reconciliación nacional con base al reconocimiento de la diversidad y la apertura de espacios de participación política de la ciudadanía», escribió.
Acerca del segundo punto, así como todos los ciudadanos tienen derecho a votar, también pueden postularse para ser votados pero para ello, es necesario cumplir con los requisitos del cargo que se quiera ocupar. También se necesita de la división de poderes pues funciona como un sistema de contrapesos, es decir, lo que se busca es que los distintos poderes se equilibren entre sí como en una balanza y se complementen unos a otros. «Si un poder tiene más peso que los otros, puede caer en tentaciones autoritarias», advierten los autores.
El Estado de derecho se refiere al cumplimiento cabal de la ley, a fin de tener confianza en la eficiencia de las autoridades. La Constitución, las leyes y los reglamentos están por encima de las decisiones de los gobernantes y representan la principal garantía de que los derechos de todos serán respetados. No obstante, hay que tener presente que todos los ciudadanos están obligados a cumplir la ley, empezando por las autoridades.
Para fomentar la generación de la confianza también es fundamental el derecho a la información. Esto quiere decir que la ciudadanía debe tener acceso a fuentes confiables de información, y medios de comunicación imparciales y de distintas corrientes. Asimismo, la misma ciudadanía tiene derecho a informar acerca de sus opiniones y la libertad para que lo haga está garantizada en la Constitución; además, el gobierno está obligado a ofrecer información necesaria para que los ciudadanos formen sus opiniones en torno a asuntos públicos para tomar mejores decisiones.

Tipos de democracia

Aunque esas son las características fundamentales de la democracia, hay matices entre un gobierno democrático y otro; de ahí que existan las denominaciones democracia directa o pura, representativa o indirecta y participativa o semidirecta. Colín y Tenorio las explicaron así:
Democracia directa o pura: En este tipo de democracias, el pueblo se reúne en asambleas o consejos para discutir y tomar decisiones sobre su vida en la sociedad, es decir, el pueblo tiene el poder de decidir sobre los asuntos públicos.
Democracia representativa o indirecta: En ésta, el pueblo es gobernado por sus representantes, por tanto, no es directamente el pueblo el que se reúne para tomar decisiones en conjunto, sino que los ciudadanos a través del voto eligen a quienes habrán de representarlos.
Democracia participativa o semidirecta: Se trata de una forma de democracia participativa con mayor apertura a la sociedad. La idea es que la participación de los ciudadanos no se quede en el voto, sino que sus inquietudes lleguen a los oídos de los gobernantes y representantes, y que tengan mayor injerencia en la toma de decisiones.
Existen dos formas para conocer las inquietudes del pueblo. La primera de ella es cuando los gobernantes hacen consultas a través de figuras como el referendo y el plebiscito. La segunda es cuando los ciudadanos hacen llegar sus inquietudes a los gobernantes sin esperar que haya una consulta; en general, este segundo ejercicio se hace mediante agrupaciones que recogen las exigencias del pueblo y las llevan al espacio público.
Aunque el país funciona bajo el esquema de una democracia representativa y existen mecanismos para que los mexicanos comuniquen sus inquietudes a sus gobernantes y representantes populares, la historia ha documentado los tropiezos en el camino de la democracia mexicana; no obstante, es un fenómeno extendido en varios países.
Para Nexos, Luis Carlos Ugalde, fundador y director general de Integralia Consultores y exconsejero presidente del ahora INE, opinó que México es parte de una crisis global de confianza en la política. «Movimientos populistas —xenofobia, racismo, aislacionismo— recorren Europa, Estados Unidos y América Latina. También somos parte de un problema global de corrupción y abuso del poder, como ha sido el caso de Brasil, Argentina, Venezuela, Nicaragua y España, entre otros», explicó.
En el caso de México, atribuye además estos malos resultados a la falta de Estado de derecho, y acusó a la «transición mexicana» de haber privilegiado el pluralismo sin construir un piso de legalidad que lo transformara en gobiernos incluyentes, responsables, supervisados y honestos.
«La secuencia importa. Buena parte de las democracias liberales de Occidente siguieron una ruta inversa: primero construyeron pisos firmes de legalidad —las monarquías constitucionales— y luego expandieron gradualmente la participación. En México abrimos la puerta de la plaza sin tener una señalización de las reglas de convivencia y de los castigos para quien las violara. «Resultado: hemos avanzado mucho en pluralismo, alternancias y estridencia retórica, pero hemos retrocedido en integridad, eficacia gubernamental y calidad de los cuadros dirigentes, sobre todo en el ámbito local. Hemos construido una democracia clientelista, no una democracia liberal», lamentó el experto.
Pese a ello, Ugalde también consideró que aún con todas sus deficiencias, la democracia electoral es un ancla de civilidad de la política mexicana. «Cuando se dice que participar en las elecciones es perpetuar un Estado perverso y que la revolución es la única alternativa posible, se siembra el germen para derruir el orden democrático», advirtió.

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