Desmienten colapso ambiental en la antigua Lakam ha»

Causas ambientales no incidieron en el abandono de la antigua ciudad maya de Palenque, revela estudio

INAH

[dropcap]D[/dropcap]urante años, una hipótesis en torno al abandono de sitios de las Tierras Bajas Mayas, ha sido que la alta densidad poblacional propició una explotación desequilibrada de sus recursos que las indujo al declive; sin embargo, estudios paleoetnobotánicos y zooarqueológicos realizados en el entorno de Palenque, en Chiapas, echan por tierra a las causas ambientales como factores que propiciaran el colapso de la antigua Lakam ha».
El arqueólogo Carlos Miguel Varela Scherrer sostiene que conforme a las especies arqueológicas identificadas y los estudios etnográficos hechos en comunidades indígenas próximas al «Lugar de las grandes aguas», es claro que existe una continuidad de las poblaciones animales que fueron explotadas por los mayas de la región desde el periodo Preclásico Tardío, alrededor del 250 a.C., hasta la actualidad.
Para el investigador, ganador del Premio Palenque que otorga el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), esto demuestra que las estrategias de subsistencia de las poblaciones mayas están basadas en un profundo conocimiento de la selva, «mismas que si son llevadas a la práctica en una escala más amplia pueden ayudarnos a resolver problemas actuales, como la deforestación y la pérdida de biodiversidad».
En su ensayo que gira sobre el tema de la VIII Mesa Redonda de Palenque, la sustentabilidad de las ciudades mayas, Carlos Varela argumenta que la información zooarqueológica en la región refiere que durante el periodo Clásico Tardío (600-850 d.C.), asociado al declive de Palenque, existió una variedad de recursos animales, indicador de la presencia de diferentes ecosistemas, desde aquellos asociados a la perturbación humana hasta bosques maduros, «por tanto, el abandono de Palenque no puede explicarse a través de un deterioro ambiental», recalcó.
Varela Scherrer explicó que detrás de la hipótesis que ha manejado la sobreexplotación de recursos como una causa fundamental del colapso de las grandes urbes mayas del periodo Clásico, proviene en buena medida de mediados del siglo XX, cuando el incremento de la agricultura extensiva, la ganadería y la tala inmoderada, trajo consigo una «visión romántica» de la naturaleza, en la que se establecía al ser humano como el principal depredador.
Lo cierto, dijo, es que los mayas antiguos, al igual que otras culturas del pasado, domesticaron los ecosistemas en que se asentaron, así lo demuestra la presencia de plantas de diversa utilidad, en el núcleo de las poblaciones; algo similar sucedió con los animales, ya que los estudios ecológicos permiten ver que la fauna local está asociada a cuatro ecosistemas: bosque, milpa, vegetación secundaria y corrientes de agua.
En el Parque Nacional Palenque, con una ocupación del periodo Clásico, se han detectado 484 especies de plantas y árboles de la selva alta perennifolia; no obstante «es interesante notar la presencia de especies útiles, ya sea como alimento y especias, para la construcción, como forraje, ornamentales, fabricación de herramientas, colorantes, medicinales e incluso alguna usadas con fines religiosos, detalló el investigador que cursa el Doctorado en Estudios Mesoamericanos, en el Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM.
Carlos Varela comentó que su estudio inició hace más de una década en la región de Palenque, Chiapas. En un primer momento, contempló el análisis e identificación de restos faunísticos en diversos sitios secundarios de la región, entre ellos el sitio arqueológico de Chinikihá, ubicado a 40 km de Palenque. De este acercamiento, se concluyó que la élite de la antigua urbe controlaba el acceso a los venados como una forma de distinción y poder, «patrón que, como se corroboró más tarde, fue común en todas las Tierras Bajas Mayas durante el Clásico Tardío.
«Una revisión a diversos estudios etnográficos y ecológicos comenzó a revelar que la presencia de venados y otros mamíferos estaba relacionada con la perturbación humana, específicamente con el ciclo agrícola».
Con estos antecedentes, el arqueólogo planteó llevar a cabo un estudio de cacería tradicional en dos comunidades indígenas, una chol y otra tzeltal, de la Sierra Norte de Chiapas, durante dos años. «Los datos recopilados comprobaron que el ciclo agrícola promovía la diversidad animal, patrón que se podía observar en el registro arqueológico a través de las preferencias de hábitat de las especies identificadas.
«Hoy por hoy los mayas utilizan una variedad de técnicas agroforestales que constituyen la base de su sistema de subsistencia, siendo el principal el sistema de siembra de roza, tumba y quema, el cual permite la presencia de diferentes tipos de vegetación: agrícola, secundaria (tierra en descanso) y bosque (campos de cultivo de más de 30 años de abandono)».
Por otra parte –continuó—, los sembradíos también son importantes porque una porción está destinada a perderse por plagas animales, así una parte de la cosecha se asigna a propósito a mamíferos salvajes. Una vez que tepezcuintles, armadillos, venados cola blanca y puercos de monte se acercan a los espacios de siembra, son cazados por los campesinos.
El ganador del Premio Palenque indicó que estos datos obtenidos en comunidades mayas actuales, guardan relación con la gran cantidad de restos de cérvidos y puercos de monte registrada en sitios arqueológicos de la región de Palenque, como Chinikihá y Santa Isabel, demostrando que desde el periodo Preclásico Tardío (400-250 a.C.) ya existía una forma de manejar el entorno que permitía la presencia de cierto tipo de fauna.
«Con esta información, podemos señalar que el territorio presenta, en un periodo de mil años, las mismas prácticas de subsistencia, enfocadas principalmente en la milpa y siendo complementadas con la cacería, la pesca y la recolección. Durante toda su ocupación, la antigua Lakam ha» (hoy Palenque) y los sitios secundarios de la región no presentan un declive en sus recursos faunísticos, corroborando que el sistema de sustento empleado por sus habitantes fue parte esencial en la biodiversidad de la zona.
«Al parecer, en Palenque hubo una interacción del sistema milpero y la agricultura intensiva. De hecho, la imagen es aún más compleja, pues las viviendas debieron contar con huertos y jardines, sumado a que es posible que más que tumbar la selva para producir alimentos y obtener madera, los palencanos debieron protegerlas, pues de aquí obtenían una amplia variedad de productos», concluyó Carlos Varela.

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