Diamantina contra la impunidad / Claudia Corichi

No me pesan los grafitis ni los vidrios rotos, ¿alguien estaría hablando de este tema o debatiendo si no hubiese sido así?
Todos vimos la indignación con la que muchas mujeres salieron a las calles a protestar por la violencia sexual y feminicida en la Ciudad de México y en todo el país. El enojo lo comparto: tenemos años pidiendo justicia a gritos y la respuesta ha sido el silencio.
En esta marcha destacan las mujeres jóvenes en edad universitaria y trabajadora que se despiden de las amigas con un «avísame cuando llegues para saber que estas bien» o «mándame tu ubicación en tiempo real para estar al pendiente» y es que en un día habitual comparten geolocalización como estrategia de sobrevivencia, en el mejor de los casos.
No es para menos, la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (2016) reveló que el 70% de las mujeres jóvenes, de entre 20 y 39 años, han sido más expuestas a la violencia de género. Y el 50% de las jóvenes de entre 18 y 29 años, han sido agredidas sexualmente; mientras que las adolescentes de 15 a 17 años han sido víctimas de violencia sexual en un 39%.
Esta cultura de la violencia sexual y feminicida se agrava ante el contexto de impunidad social y del Estado, que se conforma de múltiples arbitrariedades, discriminaciones, omisiones y violencias, concretada en la noticia de que un Juez dejó libre a un feminicida confeso, otra vez.
El reciente informe «No es justicia» de la Red de la Ciudadanización de la Justicia, señala que el 85% de jueces y juezas no toman en cuenta cómo las relaciones de poder y género influyen en los casos, y el 69% de los casos omitieron analizar las situaciones de riesgo o violencia en contra de las mujeres y no dictaron órdenes para su protección.
Y, el Ranking de opacidad judicial en México publicado este año por EQUIS Justicia para las mujeres en el informe «(In) Justicia Abierta», reprueba a todos los poderes judiciales del país, pues ninguno logró ni el 50% del puntaje que mide las condiciones de transparencia, rendición de cuentas y participación ciudadana en la impartición de justicia.
Una demanda social no atendida eficientemente deriva en movimientos sociales antisistémicos, que efervecen abruptamente dada la frustración de no ver resultados y percibir que los problemas se agudizan.
La protesta feminista del viernes se estableció como un movimiento feminista contemporáneo que antagoniza, recurre a la disrupción de los espacios públicos y las instituciones para incomodar y exigir que el tema de inseguridad e impunidad sean atendidos con la urgencia que las cifras merecen.
Este movimiento tiene la característica de incluir amplios contingentes de mujeres jóvenes, lo que resalta otro factor fundamental, las víctimas son mayoritariamente jóvenes y la impunidad es tal que la defensa de las libertades y derechos a la seguridad y la vida, se radicaliza ante la falta de respuesta Estatal.
No es la primera vez que las jóvenes irrumpen nuestra cotidianeidad. Es importante enfatizar que lo han hecho durante años de manera pacífica y desde redes sociales con los hashtags de denuncia pública #NiUnaMenos #MiPrimerAcoso #MeTooMx pero entonces, no se dio valor a su palabra y no se tomaron medidas institucionales. Hoy nos hacen gritar a todas que ya basta. Sociedad civil, gobiernos, seres humanos, no podemos seguir permitiendo que las cosas sigan igual. De toda esta etapa de brillantina rosa, vidrios rotos y vidas aniquiladas, algo diferente tiene que nacer.
La violencia entre seres humanos no se justifica, pero llama la atención que nuestro tema llame los reflectores justo porque un hombre golpea indebidamente a otro hombre.
No es un asunto de unos cuantos, ni solo de las autoridades, es una tarea de todas y de todos que no puede volver a ser acallada. En mí retumba una frase de Rosario Castellanos que me repetía mi madre: Debe haber otro modo de ser, otro modo de ser humano y libre.

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