Don Carlos Alejandro, el «Restaurador de San Roque»

Con 15 años de trayectoria, ha traído de la ruina numerosas piezas de alta estima para las familias tuxtlecas

Daniel Torre/Portavoz

[dropcap]E[/dropcap]l andador San Roque resguarda en su camino a un personaje emblemático, de corta estatura, tez morena y una sonrisa que contagia al caminante. Está sentado, los lentes negros no permiten ver si duerme u observa pero su vecina se adelanta y con un grito lo llama: «Carlos, te buscan», y apresurado se levanta de la silla y camina.
Con más de 15 años dedicados exclusivamente a la escultura y la restauración, Carlos Alejandro Méndez asegura que puede componer todo lo que le traigan sin importar el tamaño, desde imágenes religiosas hasta muñecos de juguete.
Es escultor, renovador, restaurador y pintor. Su mesa resguarda muchas de sus herramientas de trabajo: pinceles, cepillos de dientes, mini pulidores y artefactos extraños propios de su oficio.
Comenzó desde los 15 años a esculpir y presume que en sus inicios aprendió haciendo esculturas de maderas finas, «en ese tiempo venían los maestros escultores y pintores de Guadalajara; tuve la dicha de juntarme con ellos y que me enseñaran» también confiesa que lleva cursos para profesionalizarse.
Don Carlos estudió Pedagogía y según dice ejerció su carrera por varios años, pero hace una década y media decidió retomar este oficio que evidentemente le complace, «tiene 10 años que me encuentro en el andador de San Roque, los otros cinco estuve en el mercado de los ancianos».
Entre las botellas de pintura y los pinceles destaca un niño Jesús de unos cinco centímetros, el brazo roto parece estar en proceso de restauración porque tiene una capa de amalgama muy fina lo cubre.
«La dificultad de la restauración va a depender de cómo vengan; este no es nada hay unos que están más chiquitos y los traen más rotos», dice con la pieza entre sus manos y menciona que si el cliente gusta es mejor fabricarles uno de madera.
Mientras toca el tema, de su estantería saca un cristo esculpido en cedro de aproximadamente unos 90 centímetros, los detalles son precisos; me cuenta que lo incrustará en una cruz de aproximadamente un metro. Para realizar una obra como esta, precisa, tarda alrededor de un mes y medio, por lo que el valor estimado es de más de 5 mil pesos. «Está barato, yo manejo la mitad de precio de lo que lo vas a encontrar en el mercado».
La habilidad de don Carlos lo ha llevado hacer esculturas basándose únicamente en fotografías o estampas que le traen sus clientes de muestra; en cuanto a restauración dice que trabaja cualquier material como madera, hueso, cerámica, marfil, cantera, yeso, fibra de vidrio, cemento, granito todo, aunque para hechuras nuevas trabaja especialmente en madera.
Con cuidado saca otro Niño Dios de madera, mide alrededor de 30 centímetros; un mini taladro y una pulidora pequeña se asoman y recalca: «aquí debo de tener todo tipo de herramientas para hacer desde lo más grande hasta una uñita o un dedito del pie».
«Este trabajo no debería de fallar», expresa mientras señala una Virgen de Guadalupe que tiene aproximadamente metro y medio de altura, misma que se la trajeron en muy mal estado. Confiesa que ya casi nadie se dedica a este tipo de labor y «los pocos que hay, por lo que me dicen mis clientes, no trabajan bien».
A sus 57 años decora alto relieve en capillas, también le trabaja a las iglesias y por mayoreo; afirma que hay que cuidar cada detalle para reflejar el sentimiento porque cree que la gente se da cuenta, «me traen sus santos con cariño y con ese mismo cariño es con el que trabajo».
Católico por convicción, don Carlos dice que la religión también le ha permitido contemplar con fe las imágenes: «Viene gente con toda su confianza y me da sus imágenes, imágenes con las cuales han tenido vivencias y a las cuales les tienen fe».
«Véalo así, una imagen es una fotografía de alguien que es ejemplo para nosotros y que es como nosotros; a mí no me gustaría que estuvieran pisoteando mis fotografías», dice para luego contar una anécdota de una clienta que le comentó lo desagradable que fue para ella que un restaurador del mercado tuviera a los niños Jesús colgando de sus cabezas «como el otro no es católico ni nada qué le va a importar», dijo bromeando.
Respecto a la fabricación en madera dice que es todo un proceso y que lleva mucho tiempo «hay que detallar, tomar medidas, lijar pintar un montón de cosas», en tanto que la pintura es algo más sencillo «hasta con los ojos cerrados», expresa entre risas.
En relación a la restauración y su proceso, don Carlos sacó cuidadosamente de una bolsa de plástico a un niño Jesús hecho pedazos, «este se quiso romper», bromea y declara que un trabajo así le lleva una semana, «todo depende del clima, el sol, es que hay que reforzar, pulir volver a empastar, dejar que se seque, volver a pulir, luego va la pintura, dejar que se seque y detallar».
Feliz y contento con su trabajo, el señor Carlos dice: «la cosa es de que el cliente quede satisfecho con la solución y que sepan que no hay imposibles. Yo le busco solución porque gracias a Dios tengo esta cualidad, este don».

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