El dilema de Anaya

El aspirante del Frente modula sus ataques a Peña Nieto para centrarse en López Obrador, entre voces de sus aliados que le reclaman que capitalice el hartazgo con el Gobierno

Agencias

[dropcap]R[/dropcap]icardo Anaya tiene un gran dilema ante sí. El aspirante presidencial ha optado en las últimas semanas por modular sus ataques al presidente de México, Enrique Peña Nieto, lo que hasta ahora le había traído réditos electorales e intensificar sus críticas a Andrés Manuel López Obrador. Pese a haberse consolidado como el rival más claro del líder de Morena, no termina de recortar distancia con él a 50 días de la elección. En Por México al Frente —la coalición entre el conservador PAN y los progresistas PRD y Movimiento Ciudadano— crece el choque entre quienes sienten que minimizar los ataques al presidente puede facilitar el acercamiento del voto útil del PRI y los que temen que abandonar la estrategia inicial emparentaría la candidatura de Anaya a la de José Antonio Meade y brindaría a López Obrador todo el abanico opositor.
La tibieza con la que Anaya se expresa ahora sobre Peña Nieto se produce poco después de insinuar que estaría dispuesto a reunirse con el presidente para tejer una alianza que facilite el voto útil en su favor y evitar la victoria de López Obrador. Una posición de la que se retractó ante las críticas. «Por supuesto que no tendría absolutamente ningún interés y dudo mucho que él lo tenga de sentarme con él a hacer una negociación para este proceso electoral y menos después de esta persecución de que he sido objeto», recalcó durante una entrevista este miércoles en Televisa, en la que se mostró muy esquivo y que sirvió para constatar que es el candidato con mejor oratoria en la carrera presidencial.
La relación con Peña Nieto es un tema de debate en el entorno de Anaya, según al menos cuatro fuentes del Frente consultadas, cercanas al aspirante. Su núcleo más próximo, entre los que se encuentran Santiago Creel y Damián Zepeda, y parte del PRD es partidario de rebajar la intensidad de los ataques al presidente para captar un hipotético voto útil del PRI y centrarse en López Obrador. Mientras, otro grupo, donde la voz más clara es, según las mismas fuentes, la del diputado Agustín Basave, considera que capitalizar el hartazgo contra Peña Nieto, ninguneando a su candidato Meade, es la única forma de arrebatar la bandera de opositor al líder de Morena. El mayor temor entre los consultados es que se instale la idea de que la candidatura de Anaya es muy similar a la de Meade, aunque sin la carga que supone la imagen desgastada del PRI y el Gobierno.
Los primeros días de marzo simbolizan un antes y un después en la candidatura de Anaya. La precampaña había disparado al aspirante del Frente en las encuestas, mientras Meade se estancaba y López Obrador parecía haber tocado techo. Las acusaciones contra el político de 39 años por un caso de lavado de dinero vinculado a la venta de una nave industrial, elevaron al máximo la tensión con el Gobierno, a quien acusó de emprender una guerra sucia en su contra. Pocos días después de la difusión por parte de la Procuraduría (Fiscalía) General de la República de un vídeo de la visita de Anaya a sus instalaciones, el aspirante no titubeó a la hora de hablar de que estaría dispuesto a meter a la cárcel a Peña Nieto, si se comprobasen casos de corrupción graves durante su gestión.
«Por supuesto que sí, ya estuvo bueno de que haya intocables en nuestro país. Aquí, el que la haya hecho la tendrá que pagar y, por supuesto, incluye al presidente de la República, Enrique Peña Nieto», aseguró entonces Anaya. La contundencia con la que se expresaba el candidato chocaba con la tibieza de López Obrador, hasta ese momento el abanderado del enojo contra el Gobierno y el presidente. El tabasqueño aseguró que las palabras de Anaya eran demagogia y que no había un marco legal para encarcelar al presidente de México.
No pocos creyeron que aquel choque entre el joven aspirante y el puntero en las encuestas, en su tercer intento por lograr la presidencia, colocaba a Anaya en una situación privilegiada para recortar distancias con López Obrador: no solo garantizaba un cambio, menos rupturista; se mostraba más contundente que el líder de Morena contra Peña Nieto, que acapara un rechazo de casi el 80 por ciento de la población. Con los meses, Anaya ha ido modulando sus ataques al presidente, hasta el punto de que, durante la entrevista con Televisa, el expresidente del PAN matizó que no sería el encargado de meter a la cárcel al presidente, sino que sería tarea de una fiscalía general autónoma, si bien insistió en la idea de que no habrá «intocables».
Otra de las situaciones que, en privado, admiten las personas consultadas es la incapacidad de hacer calar las propuestas de Anaya, algo similar a lo que le ocurre a Meade. El aspirante del Frente celebra una rueda de prensa todos los días a las siete de la mañana, al estilo de la que hacía López Obrador cuando era jefe de Gobierno de la Ciudad de México, pero su trascendencia es casi nula si se compara con el líder de Morena, que marca continuamente la agenda de la campaña.
La fragilidad de la estructura del Frente también es motivo de controversia, ante la falta de claridad de las propuestas en el magma de intereses en el que se han sumergido los partidos de la alianza. Anaya ha rehuido entrar en detalles e insiste en defender el aspecto teórico de la coalición, al recordar los ejemplos de Chile y Alemania en los que, suele repetir, se han inspirado. En la práctica, desde el propio Frente admiten que la falta de una organización sólida —no en todos los Estados son aliados— impide un fortalecimiento de la figura de Anaya. Tanto las fuentes consultadas como los periodistas de Televisa recurren al ejemplo de Jalisco, donde el máximo exponente de Movimiento Ciudadano, Enrique Alfaro, concurre en solitario como candidato a gobernador y tiene una intención de voto mucho mayor que la de Anaya en ese Estado.

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