El último hamaquero de ixtle

Chambeador desde chiquito, el artesano, don Gustavo, mantiene, junto a su familia, la tradición por el descanso

Daniel Torre / Portavoz

[dropcap]E[/dropcap]l interior de una casa pueblerina alberga la magia, historia y un arte viviente entre hilos, hebras y agujas; la sala sola, denota humildad. Entrar ahí es viajar en el tiempo, la construcción colonial pueblerina (de esas pocas que sobreviven en Berriozábal) es azul, puertas de madera, espacios vacíos, techos de teja y una soledad que se hace presente.
Su rostro, de tez morena, brusca y tosca, representa a los indios de esta tierra; tierra de vientos, plantas y hamacas. Lo encontré dándole de comer a sus gallos de pelea, tuve que tocar fuerte, al parecer la edad ha pesado su oído. Caminó enérgico hacia la puerta y pese a no conocerme, inmediatamente me invito a pasar y a sentarme. Fotos viejas de marimberos y un altar era lo único que adornaba el cuarto.
–¿Qué desea?
–La gente dice que es el mejor hamaquero del pueblo.
–No el mejor, pero sí el más viejo.
Berriozábal es uno de los municipios más cercanos a la capital chiapaneca, los estragos de la modernidad se viven y respiran día a día, las casas coloniales son destruidas y en su lugar comercios y «casas de material» sustituyen una arquitectura rica en cuanto a su valor histórico. La riqueza está en su gente, decenas de ellos se dedican a la producción y comercialización de hamacas, incluso, en la entrada del pueblo, una estatua refleja a sus artesanos, los hamaqueros.
Gustavo Morales Morales comenta que comenzó a tejer hamacas en 1951, a la edad de 15 años. Aprendió a torcer el hilo de ixtle (fibra que sale del maguey) viendo a su padre, quien le heredó el oficio. «Mis primeros trabajos fueron morralitos de ixtle»
Relata que desde «chamacón», fue «chambeador», lo llevaban a trabajar las tierras y a «ixtlear» el maguey, para que su padre y sus hermanos tejieran hamaca. Las jornadas, como es común en las comunidades, comenzaban desde muy temprano, «al canto del gallo».
La familia Morales desde siempre se ha dedicado a la producción de hamacas lo que ha ganado el reconocimiento del pueblo, «a mis cinco hermanos y a mí, desde chiquitos y temprano, nos ponían a hilar, pintar y tejer, para luego salir a vender, todos los días era lo mismo».
Cuenta que hace tiempo un presidente municipal «destructor de la cultura» se reunió con los hamaqueros del pueblo, comunicándoles que ya no sería necesario usar el ixtle y presentándoles el hilo como novedad, y así los artesanos «se olvidaron de lo bonito del ixtle».
«Gracias a dios mis hijos también saben tejer ixtle» exclamó, entristecido porque ni uno teje hamaca, pero a la vez esperanzado porque sus nietos sí se interesaron en el oficio.
Gustavo Morales de temple alegre relata que también se dedicó a tocar marimba, «eran tiempos bien bonitos, tocábamos dos o tres grupos de marimberos en una fiesta, la gente, todo el tiempo bailaba, quien sabe de dónde sacaban fuerzas (…) en varias fiestas tocamos con el grupo de Zeferino Nandayapa, ellos por su lado y nosotros por el nuestro, se cansaban e íbamos nosotros, que bonitas fechas», dijo con nostalgia, mientras mostraba las fotos de su juventud.
–¿Es cierto que es usted la estatua de la entrada del pueblo? ¿Qué se siente?
–Yo siempre me pregunto ¿Pa’ que me pusieron a mí? Hay mucha envidia. Yo ni sabía, un día llego un ingeniero, y me invito a su casa; me dijo, mientras veía una estatua, ¿adivine quién es?, ¿si no está bonito?, yo le dije, no pues si esta bonito, pero quien sabe quién sea, el capitán me dijo, es usted don Gustavo. Yo no supe que hacer me emocione.
Don Gustavo concluyó diciendo que la situación de los hamaqueros, esta dura «ya no hay dinero», quejándose, de que la gente tiende a regatear su trabajo, el cual, regularmente lleva ocho horas, para un ejemplar individual «de dos kilos», mientras que un ejemplar de cinco kilos se extiende a dos días. Lamentó que su taller para ixtle este obsoleto, debido a la nula compra.

«a mis cinco hermanos y a mí, desde chiquitos y temprano, nos ponían a hilar, pintar y tejer, para luego salir a vender, todos los días era lo mismo» Gustavo Morales

 

 

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