En la lucha contra la intolerancia y discriminacin, aún un largo trecho por recorrer
Hector Estrada

[dropcap]L[/dropcap]a doble moral y la indiferencia al problema ajeno siguen siendo una constante vergonzosa en la sociedad actual, por lo menos eso se dejó ver claramente con el reciente caso de discriminación cometido en el bar Jack Pub de Tuxtla Gutiérrez.
Para quienes aún no estén familiarizados con la noticia de inicio de semana, todo se resume a la denuncia de unos jóvenes que fueron expulsados del bar antes mencionado por la simple razón de «bailar muy gay» y «por jotos» como lo expresó quien, en ese momento, se ostentó como gerente de dicho establecimiento.
La denuncia pública, la indignación y los procesos legales ante las instancias correspondientes fueron las acciones naturalmente consecuentes al acto, pero junto con ello también se desbordó un nutrido número de comentarios de descredito y burla contra los denunciantes mismos.
Por ahí decía un buen amigo sabio que muchas personas tienden a navegar por la vida con el dicho aquel que asegura: «si no me afecta, no me importa». Son personas que al no asumirse dentro del sector transgredido tienden a descalificarlo o sumarse a lado agresor para sentirse parte de las mayorías, de los «socialmente aceptados».
Para quienes se llenaron de todo tipo de argumentos a fin de excusar un acto tan deleznable como es el discriminar a alguien por la razón que sea, mediante una llamada personal con activistas defensores de los Derechos Humanos, el verdadero gerente del Jack Pub «se asumió apenado por lo acontecido y ofreció poner cartas en el asunto».
Por ahí salieron muchos homofóbicos, otros tantos que señalaron que la razón de la expulsión podría tratarse de bailes sexuales o inmorales cometidos por los denunciantes y hasta quienes se atrevieron a asegurar que los establecimientos nocturnos pueden ser exclusivos de heterosexuales u homosexuales.
Hay de dos; o nunca han asistido realmente a ese tipo de establecimientos popularmente llamados antros (Léase la definición del termino) o de plano son personas con una marcada doble moral.
¿En serio no han visto los bailes entre heterosexuales dentro de esos miso lugares al calor de las copas? ¿De verdad no han caminado entre tanto contoneo sexual de mujeres y hombre en esos sitios?
Las mujeres y los hombres con toqueteos «sexys» y evidente roses en zonas sexuales son una constante. Sí no han visto eso, entonces ni siquiera han asistido a los mal llamados antros. Pero todo eso parece que no asusta tanto como ver a dos hombres juntos bailando de la misma manera. Lo otro «está socialmente permitido».
Y no significa asegurar que dichos bailes y toqueteos están bien o mal, sean morales o inmorales, simplemente se trata de medir con la misma regla a todos, sin distinción; es el meollo de la no discriminación, de aplicar las mismas reglas y valoraciones morales para todos.
Porque no se trata de un problema de homosexuales, es un problema de humanidad, de raza, de sociedad y ciudadanía, de indignarnos por el rechazo o el dolor del otro, sea hombre, mujer, moreno, gordo, flaco, homosexual, bisexual, heterosexual, indígena, blanco o negro. Se trata de un tema de seres humanos (con toda la connotación que implica la última palabra).
La intolerancia a la diversidad es peligrosa, es nociva y constituye un grave riesgo para sociedades que aún se encuentran en proceso de evolución hacia la convivencia armónica y de respeto.
Muestra de eso es que actualmente Chiapas se ubica en el quinto lugar a nivel nacional en la incidencia de crímenes de odio por homofobia, con un total de dos homicidios de este tipo en lo que va del año, reveló Darwin Pereyra, activista en favor de los Derechos Humanos y vocero de la red ciudadana «Los Mismos Derechos y con los Mismos Nombres».
El activista señaló que el tema de discriminación por orientación sexual o identidad de género siguen siendo unos de los principales problemas en materia de derechos humanos dentro de la entidad chiapaneca.
Como muestra de ello, durante el presente año se han documentado 12 casos de detenciones arbitrarias a personas homosexuales por parte de policías municipales, debido a presuntos delitos de «faltas a la moral» que no han podido ser comprobados por los agentes policiales.
La entidad chiapaneca ocupa el segundo lugar nacional en casos de intolerancia y discriminación por orientación sexual e identidad de género, lo que significa un dato de preocupación para las asociaciones civiles, activistas y organismos relacionados con la defensa de ese sector poblacional.
Aún queda un largo trecho para consolidar una verdadera cultura del respeto, donde la intolerancia no tenga cabida, donde cada vez sean menos las voces que excusen actos discriminatorios y los crímenes de odio irracional por etnia, religión, nacionalidad, color de piel, sexo (feminicidios) u orientación sexual (homofobia) sean parte de un vergonzoso pasado.

 

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