En la Mira / Hector Estrada

La medalla a Loaeza, un insulto para Castellanos

La reciente entrega de la «Medalla Rosario Castellanos» el pasado viernes fue un evento desafortunado por el ángulo en que se quiera ver, con una galardonada muy lejana al nivel literario de quien da nombre a la presea y un escenario político-social que convirtió al acto en un centro de protestas que dieron muestra del evidente distanciamiento entre el gobierno y la ciudadanía.
La entrega del galardón a Guadalupe Loaeza fue una decisión evidentemente desatinada y carente de coherencia. Y no se trata de un juicio basado en su de por sí cuestionable obra, sino de lo distante de sus textos con el legado literario de Rosario Castellanos.
Y es que, no se necesita ser un gran conocedor de ambas para admitir que la esencia de sus párrafos es completamente divergente. Doña Rosario estuvo adelantada a su tiempo, con discursos revolucionarios para su época y contenidos llenos de feminismo, donde la mujer estaba más allá de las formas protocolarias y las etiquetas sociales de una «niña bien».
Con o sin el sarcasmo o ironía que algunos quieren atribuirle a sus textos, Loaeza no tiene nada que ver con la literatura de Castellanos. Su obra está plagada de clasismo, figuras femeninas superficiales y un burdo lenguaje propio de la «clase alta mexicana». En resumen, lo que hoy escribe Loaeza difícilmente hubiera sido plasmado por la pluma de Castellanos.
Para muestra de lo anterior están sus textos en el periódico Reforma o su muro personal en Facebook donde se desvive en halagos y palabras «bonitas» para quienes hoy gobiernan la entidad chiapaneca. Con frases como «un gobernador lindo» ha endulzado sus líneas para referirse a la actual administración que ahora la ha premiado.
Bien dicen los que saben que cuando los galardones son resultado de decisiones unilaterales terminan inevitablemente convirtiéndose en «regalos caprichosos», muy alejados a las razones que les dieron origen y, muchas veces, hasta hechos insultantes para quienes les dieron nombre.
La entrega de la Medalla Rosario Castellanos este año fue un hecho vergonzoso que traspasó las paredes del Congreso de Chiapas. Las afueras del reciento se convirtieron en una aduana policiaca que hizo por una horas del legislativo estatal una isla de espejismos, distante una realidad que convulsionaba tras las vallas de seguridad; un fiesta privada lejana a la ciudadanía.
El evento protocolario de ese viernes hizo del corazón de la capital chiapaneca un ejemplo fehaciente de la realidad política-social que hoy vive Chiapas, encrudecida tras el proceso electoral reciente, con cúpulas de poder distantes, envueltas en un burbuja de decisiones que se niegan a enfrentar una realidad abrumadora y efervescente tras la puerta.
Es momento ya de dejar atrás las excusas electorales para abordar de frente una situación que va más allá de candidaturas pasajeras. Es tiempo de dejar «los escapes fáciles o las fugas por las puertas traseras» para afrontar el tema y tomar decisiones drásticas, con los cambios necesarios y las responsabilidades que se tengan que asumir.

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2 comentarios

  1. En Chiapas les decimos lindos a los de diversa inclinación, por lo demás la arrastrada muerta de hambre, vendedora de lisonjas es una más de quienes deben morir en el destierro, en el olvido, en su tinta.

  2. Muy cierto. Y si a ello añadimos que la prosa y la poesía de Rosario Castellanos brillaba por su originalidad, mientras que Guadalupe Loaeza es copiona confesa (“Quien esté libre de culpas que tire la primera piedra”, dijo en defensa del otro plagiario Sealtiel Alatriste), y que está comprobado que se plagió la Wikipedia, el premio no puede ser más inmerecido.

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