En la Mira / Hector Estrada

Ineficiencia y corrupción están liberando a feminicidas en Chiapas

¿Cuál es el costo penal real de asesinar a una mujer en Chiapas? Las recientes sentencias absolutorias a favor de feminicidas sanguinarios en la entidad chiapaneca parecen brindar una respuesta que acalambra los huesos y abruma de indignación desbordada a una sociedad aterrorizada por la impunidad.
Y es que no hay palabras para explicar lo que sucede con la procuración de justicia y los crímenes de odio en Chiapas. La entidad apenas se recuperaba de lo sucedido con el asesino de Viridians, Omar Fernando Rosales Toledano, liberado el pasado mes de octubre, cuando una nueva noticia llenó de asombro las redes sociales: otro feminicida, aún más sanguinario, había obtenido su sentencia de liberación.
Se trata de Jimmy Virgilio Villatoro Arguello que en 2012 fuera conocido como «el Caníbal de Tuxtla» tras secuestrar, torturar, asesinar, desmembrar y comerse el corazón de su expareja sentimental Wendy Lizzet Ochoa Méndez, una joven de 19 años de edad que previamente había denunciado ante las autoridades judiciales el hostigamiento y asecho de Villatoro Arguello.
El caso de Wendy Lizzet se convirtió en una de las historias más escalofriantes y estremecedoras de las que se tenga memoria reciente en Chiapas. Su cuerpo fue encontrado descuartizado en diferentes puntos del Libramiento Norte de Tuxtla Gutiérrez. La noticia se propagó inmediatamente; se trataba del cuerpo de una mujer asesinada con la mayor saña posible.
Jimmy fue detenido el 15 de mayo de ese año. En su declaración, confesó el asesinato de Wendy, y narró cómo días antes compró y afiló los cuchillos con los que mató a su expareja. Además preparó una cámara para filmar el acto. El hombre reconoció haber colocado las partes del cuerpo en diversas bolsas de plástico negro y antes de guardar el tronco le extirpó el corazón para comérselo. Nunca antes se había escuchado de un historia feminicida tan aterradora como esa en la capital chiapaneca.
Pero bastaron menos de siete años para que lo impensable sucediera. Debido a errores procesales, específicamente en las diligencias de identificación del responsable, el Tribunal Colegiado del Vigésimo Circuito de Tuxtla Gutiérrez decidió conceder el amparo promovido por el imputado en 2016 y dictar sentencia de libertad para el asesino confeso. Nuevamente, por errores de la Fiscalía (antes Procuraduría) otro feminicida puede regresar a la calles.
No es nada nuevo. Lo mismo ha sucedido durante los últimos dos años con los casos de Itzel Durán y Viridians Flores donde las faltas al debido proceso e integración de las carpetas de investigación han sido instrumentos legales para invalidar pruebas cruciales. Con Itzel fue el mal manejo pericial del vehículo donde se detuvo al asesino y con Viridians las presuntas imprecisiones en la identificación inicial del cuerpo. Argucias legaloides, deficiencias ministeriales o corrupción sigilosa que hoy tiene libres a peligroso feminicidas confesos.
Si lo acontecido con los casos anteriores desató la mayor de las indignaciones, lo sucedido con el asesino de Wendy emite un peligroso mensaje aún más escalofriante: en Chiapas la impunidad cobija hasta al más sanguinario de los feminicidas. Finalmente, secuestrar, asesinar, descuartizar y devorar los órganos de una mujer tendrá una puerta de salida en autoridades judiciales que con su ineficiencia o corrupción también están matando a la mujeres de Chiapas… así las cosas.

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