En la Mira / Hector Estrada

Corrupción y errores de origen asfixian al Conejobus

El conflicto entre concesionarios y autoridades del Sistema de Transportes Urbanos de Tuxtla S.A de C.V. (Situtsa), mejor conocido como Conejobus, ha regresado nuevamente a la agenda pública la crisis que se vive al interior de dicha empresa desde hace ya varios años. Ahora es la deuda de más de 14 millones de pesos, dejada por la administración de Manuel Velasco en pago de cuotas a concesionarios, lo que ha encendido nuevamente las alarmas en dicho sistema de transporte público.
El Conejobus es un sin duda un negocio rentable, con errores administrativos de origen y problemas de corrupción que han mermado su situación con el paso de los años. Las negociaciones del entonces gobernador Juan Sabines Guerrero con el grupo de 135 concesionarios que hasta 2010 tenían el control absoluto de las dos rutas con mayor demanda de la capital chiapaneca dejaron importantes debilidades financieras como parte de los acuerdos políticos para consumar la llamada «modernización del transporte público».
Desde ese entonces el Gobierno de Chiapas comprometió el pago de más de dos millones de pesos mensuales a los concesionarios (entre 15 mil y 19 mil pesos a cada uno), por el sólo hecho de no oponerse a la salida de sus viejas unidades y permitir la entrada de los nuevos camiones. Así se conformó la nueva asociación de concesionarios cuya mayor «inversión» fue acordar con Sabines Guerrero el evitar cualquier manifestación de inconformidad.
Se trataba de concesiones que bien pudieron ser reubicadas en otras rutas o suspendidas por irregularidades evidentes en la calidad del servicio, el estado de las unidades u otras tantas deficiencias que los usuarios aún padecen en otras rutas de la capital chiapaneca, igual de deficientes. Pero se trató de un acuerdo político que iba más allá de la rentabilidad futura para la empresa. Fueron acuerdos de momento, de gobernabilidad temporal que dejaron fugas económicas insostenibles.
A lo anterior súmele usted los presuntos actos de corrupción y saqueo señalados desde su puesta en marcha. Y es que, las cuentas nada más no salen. Según el ex director de Situtsa, Fabián Alberto Estrada de Coss, ambas rutas (1 y2) del Conejobus ingresan mensualmente cinco millones de pesos, con un movilización promedio de 40 mil pasajeros al día. Ahí es donde los cálculos se hacen confusos.
40 mil pasajeros diarios, por 30 unidades en funcionamiento (a seis pesos el costo del pasaje), significaría un promedio de 240 mil pesos diarios o 7.2 millones de pesos al mes. Y conste que estamos hablando únicamente de 30 de las 90 unidades puestas en operaciones al comienzo de la empresa. A lo anterior hay que sumarle los ingresos por concepto de publicidad móvil que el Situsa cuantifica cada mes. Un monto, sin duda, nada despreciable.
Sin embargo, hoy más del 60 por ciento de las unidades permanecen fuera de servicio, por diversas fallas mecánicas, además del adeudo de ocho tres meses en el pago de los concesionarios; sin contar la prolongada pausa al proceso de modernización que desde hace más de cuatro años se haría a la flotilla de camiones. El Conejobus funciona prácticamente bajo las condiciones mínimas de operatividad.
La situación que hoy enfrenta el Situtsa deja de manifiesto la necesidad de una restructura de fondo para sanear las fugas financieras. Se trata de un negocio rentable a todas luces que no debería enfrentar complicaciones como las que actualmente se padece. Eliminar pagos innecesarios con la contundencia necesaria e investigar los posibles desvíos de recursos deberán ser medidas a tomar con seriedad por las autoridades estatales para sanear o mejorar la situación de una empresa que en condiciones óptimas bien podría replicarse en otras rutas… así las cosas.

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