Galimatias / Ernesto Gmez Panana

Detrás de la máscara de enero

Describir la vivencia es complejo. Uno se va involucrando de a poco, incluso como jugando, sin tener conciencia de la fuerza con la que la tradición puede meterse en la sangre y acelerar el corazón.
Son cientos, tal vez miles. Con sus cabelleras amarillas y sus largos sarapes colorados inundan las calles de un pueblo que durante dos semanas se olvida de todo y se vuelca por completo para recordar a María Angulo y alimentar como cada año su tradición. Uno los ve, los escucha. Uno se confunde entre las docenas de máscaras de piel rosada y grandes barbas.
De todas las edades, niños cargados en brazos, niños ya más grandes, adolescentes, adultos y hombres mayores se alistan y recorren todo el pueblo en alegre procesión durante días enteros: El Señor de Esquipulas, San Antonio, San Sebastián, la visita a las tumbas de los patrones difuntos y la misa que cierra la Fiesta Grande.
La marea asombra, la marea seduce a quienes la miran, pero también la marea arrastra, abraza, cuida. La marea guiada por el sonido de un tambor y un carrizo se vive distinto desde adentro. Todo aquel que lo haya vivido podrá dar su testimonio.
Sumarse como uno más a esa masa bulliciosa que camina en el anonimato es una experiencia intensa: los empujones, el calor que sofoca, la dureza de la máscara, la ceguera parcial con la que hay que avanzar. Todo esto solo se percibe siendo uno más en esos ríos humanos.
Pareciera que aquella procesión fluye sola, que como serpiente se desliza, sabiendo por instinto dónde tornar y dónde detenerse, mientras detrás de la máscara, no hay sino que dejarse llevar, entregarse, para ser parte de esta tradición ancestral que detiene por completo la vida de un pueblo cada enero desde hace cientos de años: Tres, cuatro, cinco generaciones de familias que han esperado con alegría el inicio de un nuevo año para vestirse de Parachico, -y también de Chiapaneca o de Chuntá- dan sentido a esta tradición.
Chiapas es sincretismo y diversidad. La Fiesta Grande de Chiapa de Corzo es pieza fundamental de esa riqueza cultural que necesitamos preservar.
En el caso específico de los parachicos, desde hace ya varios años, quedó pendiente la creación de la Casa Museo del Parachico, un espacio que hoy, gracias a esfuerzos individuales funciona con modestia, pero que pudiera ser el recinto cultural donde se procure este fragmento de nuestra historia y nuestro presente para mantenerlo vivo en el futuro. Hacen falta recursos pero debe sobrar la voluntad:
Conservar nuestra cultura lo merece muchachos!
La Fiesta Grande lo merece muchachos!

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