Laco Zepeda en la Rial / Zoe Robledo

Cuando por primera vez, un chiapaneco lee las historias de Laco, pronto comienza a preguntar quién es el tal Eraclio Zepada. Algunos piensan que es un guía de turistas o un notario público, de esos que dicen «pasó ante mí y doy fe». Parece que no es un cuentista, sino un oidor o relator colonial.
Decía el argentino Jorge Luis Borges en los Prologos de la Biblioteca de Babel: «Quizá no hay hombre que, para escribir, no se desdoble en otro o, por lo menos, no exagere sus singularidades y certidumbres. Bernard Shaw declaró que el célebre G.B.S. no era mucho más real que una jirafa de pantomima; el modesto periodista Walt Whitman se transformó, venturosamente, en todos los habitantes del planeta, incluído el lector; Valle Inclán se promovió a duelista y a aristócrata».
No ocurre así con nuestro homenajeado. Él no se desdobla, son dos: Está Eraclio Zepeda que escribe, publica y es miembro de la Academia Mexicana de la Lengua. Y está Laco el cuentero, el que dialoga, el que platica, el narrador oral. Estas dos personas, Eraclio y Laco, sólo se juntan para ejercer una profesión que en el 2014 perfeccionó: La de medallero, la de recibidor de homenajes, premios y reconocimientos todos ellos muy merecidos.
En ese marco yo quiero hacer una crónica que sustente mi amistad con Laco. Se trata de un asunto de complicidades y no hay mejor amigo que un cómplice. Déjenme que les cuente:
Hace pocos años, cuatro para ser exactos, cuando me iba a casar (con S, por supuesto) y uno de los requisitos para que la iglesia diera su anuencia era que mostrara el acta de confirmación respectiva. El documento, permítanme decirles, no existía por la sencilla razón de que mi cristiandad no había sido confirmada. Era un cristiano remiso. Sucedía que en 1989, cuando junto con mis hermanos hice mi Primera Comunión, el entonces Obispo de San Cristobal de las Casas, Samuel Ruiz García, decidió que en mi caso, no hubiera confirmación. Las razones siguen siendo para mi un misterio.
Ante esa situación, a mis 31 años siendo entonces Diputado Local por la Sierra Madre de Chiapas, tuve que encontrar la forma de confirmarme para poder casarme. Recurrí a las instancias más elevadas y me enteré que el obispo auxiliar de Tuxtla, Don Jose Luís Mendoza, iba a confirmar a 50 niños al dias siguiente en Terán. De inmediato establecí los contactos y el Obispo Mendoza accedió pero me pidió la presencia de dos padrinos.
Como la presencia de los padrinos era urgente recurrí a dos de mis vecinos de Juan Crispín más distinguidos y, por supuesto, más amigos: Doña Elva Macías y don Eraclio Zepeda. Por supuesto, inicialmente don Laco planteó algunas dificultades, entre ellas sus escasas buenas relaciones con algunos miembros de la iglesia. Finalmente aceptó, y fuimos al día siguiente a Terán, yo vestido de media gala (los remisos no pueden ir todo de blanco) y doña Elva con el cirio confirmatorio correspondiente.
Esa confirmación confirmó también mi admiración por un padrino y una madrina tan importantes. En el ritual, se exige que el padrino ponga la mano en el hombro del confirmado en el momento que este va a recibir una bofetada. Y don Laco así lo hizo. No se si fue mi imaginación o ciertamente Laco Zepeda me dijo:
—Sostente, camarada…
La imagen podría venir de un cuento de Laco: Un diputado remiso, siendo confirmado por un Obispo de Villaflores con un Padrino Comunista como testigo.
Ahora que mi padrino fue premiado con la medalla «Belisario Domínguez», Laco se puso de moda, en esas moda medias raras que suelen haber en nuestro país. Álguien por ahí sostuvo que Laco Zepeda era un buen seguidor del Realismo Mágico. Este, hay que decirlo, es un error, porque la producción literaria de Laco, comenzó mucho antes de la moda del realismo mágico. Benzulul (1959) fue escrita mucho antes de que esa forma literaria estuviera de moda.
Lo que es importante señalar es que Laco parece un cronista. Cómo no va a parecerlo si el escenario de Chiapas tiene mucho de «laquiano». Cómo no van a parecer sus cuentos un conjunto de crónicas, si en Chiapas son posibles muchas cosas, para decir lo menos.
Cómo no va a parecer un cronista, si el nuestro es un estado en donde es posible que un hombre de Bellavista, en 1942, le escriba y envíe una carta a Adolfo Hitler, retándolo a duelo, con pistola o con machete. Cómo no va a parecerlo un cronista, si en Chiapas la magia abunda por todas partes, aunque con frecuencia el mago es Frestón, aquel malvado que siempre perjudicó a don Quijote, el que hace los hechizos.
Cómo no va a parecer un cronista, si el propio Cervantes quizo y estuvo a punto de gobernar el Soconusco. Ya nos imaginamos algunos rasgos contrafactuales de la narrativa Cervantina:
-Miralo vos, ensillá mi caballo para irnos de caballeros andantes. Apuráte, pues.
Tal vez Sancho no hubiese tenido ese nombre, sino uno más chiapaneco:
-Oí vos Ananías, está ladrando la chuchada, eso quiere decir que ya estamos cerca.
O
-En un lugar de la Frailesca, de cuyo nombre no quiero acordarme, vivía don Julión Penagos…
Cómo no va a parecer Laco un cronsta en nuestra tierra, si sus historias lindan con la realidad y sus personajes parecen tener nombres y apellidos. 15 años antes de Cien años de soledad, Laco comenzó a trabajar sobre lo mágico de lo real.
Cuando Borges escribió el prologo de los cuentos de Rudyard Kipling dijo: «Aborda lo sobrenatural y sus personajes son demasiado humildes para el asombro. Aceptan lo increible con la misma resignación con que aceptan los hechos cotidianos. La fiebre y la presencia del opio hacen tambien que lo sobrenatural sea más verosimil». No ocurre lo mismo con los personajes de Laco Zepeda; en ellos lo cotidiano, la realidad es lo que se asume con resignación y lo increible se cree como un acto de fe que permite que no se desalienten los hombres y las mujeres de Chiapas.
El 2014 fue el año de Laco Zepeda. Los que siguen seguiran siendo los de la amistad, la complicidad y la admiración por encima de todo. Y aquí, en este auditorio lo podemos constatar: Cuando se presentó al homenajeado ocurrió algo que podría servir de inspiración para el cuento que nunca escribirá Laco Zepeda: «Un día de enero llegó Laco Zepeda a Villaflores y la gente le aplaudio. Acabó, el día, acabó el mes, acabó el año, acabó el sexenio y el siglo, y la gente seguía aplaudiendo».
Lo dijo Borges sobre Chesterton hace varios años y hoy lo digo yo sbre Eraclio Zepeda: «La literatura es una de las formas de la felicidad, y quizá ningún escritor me haya deparado tantas horas felices como Laco Zepeda».
*Pronunciado en el Homenaje que la Rial Academia de la Lengua Frailescana le dedicó al escritor Eraclio Zepeda.

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