Los resultados y el prestigio electoral / Enrique Alfaro

En tiempos contemporáneos, la construcción del prestigio del órgano electoral administrativo (IFE) en nuestro país, a partir de que la Secretaría de Gobernación dejó de presidirlo, ha tenido dos momentos importantes: El primero, que va de la construcción de resultados creíbles en procesos federales hasta la primera alternancia política en la Presidencia de la República; y el segundo, en el que la autoridad electoral, en tiempos de competencias muy reñidas, ha malbaratado su reputación, entrampada en actuaciones muy discutibles, resultado de las cuotas internas de poder partidista (IFE-INE).
En el caso de los estados donde se ha dado la alternancia política, como Chiapas, la circunstancia ha sido muy parecida. El avance de la oposición y la derrota del otrora partido oficial construyeron una imagen positiva de los órganos electorales que, a pesar de sus vicisitudes, lograron administrar procesos que concluyeron con el reconocimiento del triunfo de un partido distinto al que tradicionalmente gobernaba.
Así, el prestigio que pudieron ganar estas instituciones fue, sobre todo, por los resultados que inauguraron la alternancia en nuestro país y en nuestro estado: El Instituto Federal Electoral de José Woldenberg Karakowsky se prestigió por el avance de la oposición en el Congreso de la Unión en 1997 y la alternancia del 2000, año en que el Partido Acción Nacional ganó la Presidencia de la República; y en ese mismo año, el entonces Consejo Estatal Electoral de Chiapas logró arbitrar una elección de la que resultaron ganadores ocho partidos políticos, de todos los signos ideológicos, con Pablo Salazar a la cabeza.
De entonces a la fecha, los resultados electorales, influidos por el poder en turno, sumados a los errores propios de los organizadores o árbitros, han jugado en contra del prestigio de sus instituciones. Luis Carlos Ugalde, quién sucedió a Woldenberg en la titularidad del IFE, terminó acusado de todos los males como resultado de una elección muy competida, en el que el actuar del presidente Vicente Fox, buscando descarrilar a un contendiente, vició de origen la elección.
Lo mismo sucedió con Leonardo Valdés Zurita y su Consejo General, que organizaron las elecciones en las que resultó electo Enrique Peña Nieto.
En el caso de Chiapas, se han vivido tres alternancias consecutivas en la gubernatura y las últimas dos no han acrecentado el prestigio del organismo electoral local por muchas razones, sobre todo por la intervención del poder ya no sólo en la organización del proceso sino en apoyo a alguno de los contendientes. Dicho de otro modo, se han equivocado pero ninguno de los dos últimos gobernadores ha perdido la elección en las que se le ha sucedido, con todo lo que eso significa.
El actual Instituto de Elecciones y Participación Ciudadana se encuentra en un momento difícil, en medio de un proceso electoral nacional en el que uno de los participantes se empeña en vulnerar sistemáticamente la ley: El Partido Verde Ecologista de México.
Ése empeño del PVEM ya ha lastimado la imagen del actual Instituto Nacional Electoral y de sobra está decirlo en el caso del IEyPC de Chiapas. Los actuales organizadores de las elecciones en la entidad parecieran estar condenados a organizar un proceso donde el concepto de equidad no existe.
Esa circunstancia marcará en definitiva la elección local, pesará sobre la credibilidad de la misma y sellará el prestigio de las autoridades que intervienen en ella. No veo manera de que se libren de esta realidad.

alfarosantos@hotmail.com

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