¿Lucha social o bandolerismo? / Angel Mario Ksheratto

Habiendo olvidado que su hijo no tendría clases, se vio en la necesidad de llevarlo con ella a sus actividades del día; el niño, repasaba sus lecciones mientras avanzaban lentamente por la ciudad. Cuando la ventanilla del lado del pasajero explotó, el instinto de protección se activó en ella y cubrió con parte de su cuerpo al de su hijo. Escuchó dos golpes más y sintió la lluvia de cristales rotos que caían sobre los dos. Cuando se incorporó, descubrió los destrozos y sintió un fuerte jalón de cabellos. Un encapuchado intentaba sacarla por la fuerza de su auto, pero por alguna razón, desistió y siguió su camino, golpeando con un garrote todo lo que encontraba a su paso.
Azorada, veía a la turba de muchachos que saqueaba vehículos y camiones de carga comercial. Un líquido frío golpeó su mejilla. Era pintura negra de spray. Volvió a cubrir a su hijo y esperaron hasta que la gavilla de bandidos se encontró lejos. Una pregunta la acosó durante el tiempo que ocupó para salir de la pesadilla: ¿Quién me pagará los daños? Y una más: ¿Por qué a mí y a mi hijo si no hemos hecho nada malo a los «estudiantes»?
Sucedió en una de las refriegas que presuntos estudiantes normalistas han armado en la capital de Chiapas en las últimas horas. Una mujer y su pequeño hijo ajenos al «movimiento» de éstos, resultan víctimas de ataques irracionales, derivados de una exigencia que con ello, pierde su legitimidad y cae en el terreno de la provocación y el vandalismo.
Ninguna protesta que desemboque en violencia, tendrá la aprobación de la sociedad, en virtud de los daños que provocan quienes participan en ésta. Los destrozos que un minúsculo grupo de pseudoestudiantes han causado a instalaciones públicas, propiedad privada y personas sin ningún vínculo con sus protestas, son incuantificables. Son además, condenables.
Si alguna justificación tenía la manifestación de ese grupo, ésta se ha perdido entre el cúmulo de inconformidades que se han levantado desde las entrañas de una sociedad cansada, por un lado, de los abusos de grupos extremistas y anárquicos y por otro, de la pasividad del Estado, no solo para contener la ira de éstos, sino para sancionarlos como mandata la ley.
Nadie, en su sano juicio, estaría en condiciones de invocar los viejos tiempos en que la libre manifestación era brutalmente reprimida. Nos opondríamos al uso irracional y excesivo de la fuerza pública para someter a quienes hoy, desestabilizan al estado. Pero sí, aplaudiríamos el justo y equilibrado actuar de las autoridades para poner fin al caos social que éstos chamacos provocan, puesto que la inmensa mayoría de los chiapanecos, merecen vivir en un estado donde sus derechos y libertades estén plenamente garantizados.
Entendemos el interés de las autoridades por mantener un clima de tolerancia y respeto a la forma de reclamo de los diversos sectores, pero debemos también entender, que una minoría, no puede secuestrar el derecho mayoritario. Y más cuando se apegan a métodos reprobables, afectando el patrimonio de otros chiapanecos que han luchado años para obtener satisfactores que, en un abrir y cerrar de ojos, lo pierden a manos de bandoleros y rijosos.
Una cosa es la lucha social y otra, el bandolerismo. Solo los necios, los ignorantes y los imbéciles, estarían a favor de que pequeños grupos de desadaptados sociales, despojen a otros de sus bienes, los agredan y aun así, esperen el apoyo incondicional de quienes, lo admitan o no, son sus víctimas.
La esperanza que queda es que las autoridades, conforme a derecho y en cumplimiento de lo que la Constitución les obliga, hagan valer el Estado de Derecho e impongan el imperio de la ley, llevando a los Tribunales a todo aquel que, utilizando la violencia, pretenda hacerse oír, independientemente de las causas de sus protestas.
La civilidad y el respeto, deben retornar cuanto antes a Chiapas. No se debe esperar a que los grupos y presuntas organizaciones que recurren a la violencia, maten a uno o más ciudadanos inocentes para actuar. El remedio debe ponerse ahora y de manera ejemplar, para evitar que más adelante, caigamos en un estado sin control y sin rumbo.
La indignación y el repudio contra ese tipo de eventos, es generalizada. Solo unos cuantos desorientados, creen que la violencia de éstos y otros grupúsculos, está justificada. No es así, desde la perspectiva mayoritaria de los chiapanecos de bien, los que día a día luchan honradamente por sacar adelante a sus familias. La autoridad competente, debe actuar cuanto antes, dentro del marco de los protocolos de rigor. No queda de otra. A modo de epílogo: el niño víctima del ataque, sufrió pequeñas excoriaciones y un par de hematomas en la clavícula derecha. La madre, el susto; ambos, daño moral y emocional.

amksheratto@hotmail.com
@ksheratto

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