Montaña sagrada australiana tendra que ser respetada

Tras 32 años de pelea, la comunidad Anangu logró que se prohibiera escalar el monolito rojo Uluru

Agencias

[dropcap]E[/dropcap]n el corazón de Australia hay un sitio de un rojo intenso que cautiva a miles de turistas desde hace casi 90 años: el monolito de Uluru. Considerado un lugar sagrado para los aborígenes del centro del país, esta formación rocosa que cuenta con 600 millones de años ha cerrado sus caminos para los alpinistas que deseaban escalar sus 348 metros de altura. La clausura de la roca, programada para dentro de dos años y anunciada hace tres semanas, es el resultado de una batalla que libra la comunidad indígena Anangu desde hace 32 años para respetar el carácter sagrado de este espacio natural.
La batalla por la tierra ha triunfado en Australia. Los aborígenes Anangu -de los que quedan aproximadamente 4 mil en el país- verán cumplidos su deseo por el respeto de un sitio con un gran valor espiritual para ellos. Los Anangu creen que la montaña rocosa fue creada por sus ancestros en tiempos remotos. Las cuevas situadas alrededor de la roca que contienen pinturas antiguas son la prueba tangible para ellos de la presencia de sus ancestros. En la actualidad siguen llevándose a cabo rituales dentro de estas cuevas.
Situada en el desierto del centro del país, la roca compuesta por arenisca fue declarada Patrimonio de la Humanidad en 1987. La roca de nueve kilómetros de perímetro fue bautizada por los europeos como Ayers Rock pero en 1985 fue restituido su nombre original
El 26 de octubre de 2019 será un día histórico, el día en que se prohíba la entrada a la cima de esta montaña por decisión unánime de la Junta que lo administra, compuesta en su mayoría por propietarios tradicionales aborígenes. La decisión fue anunciada hace tres semanas por el director del Parque Nacional Sally Barnes, también miembro de la Junta. «Este es un momento significativo para todos los australianos y marca un nuevo capítulo en nuestra historia», sostuvo Barnes. Ese día se conmemora la devolución a los Anangu del Parque Nacional Uluru y Kata Tjuta, en el que se encuentra el famoso monolito, después de 32 años de pelea.
«Esta decisión, tanto para los Anangu como para los no Anangu, es motivo de juntos sentirnos orgullosos», declaró el presidente de la Junta que administra el centro, Sammy Wilson. «Si viajo a otro país y hay un sitio sagrado, no entro o escalo, lo respecto. Es lo mismo aquí para los Anangu. No estamos parando el turismo, solo esta actividad», puntualizó Wilson.
«Es un lugar extremadamente importante, no un campo de juegos o un parque de atracciones como Disneyland», sostuvo Wilson. El diario The Guardian ha rescatado quejas que señalan que ha habido de turistas orinando en la cima, que podrían contaminar el agua que llega a la base.
El plan administrativo del sitio establecía que se debían cumplir tres condiciones para poder prohibir la escalada en el monolito. Una de ellas era que hubiese una reducción por lo menos del 20 por ciento en el número de personas queriendo escalar la cima, condición que ya había sido cumplida. En 2015, el número de escaladores era del 16,5 por ciento, y en 2016, el 91 por ciento de los interrogados en una encuesta dijo que no escalaría.
La cima ha sido poco frecuentada durante este año. Solo ha estado abierta el 22,7 por ciento, entre otras cuestiones, por las condiciones meteorológicas, mientras que el parque se encuentra abierto los 365 días del año. La escalada a la cima empezó en los años treinta aunque la cerca de alambre fue instalada hasta 1966 sin consultar a los propietarios tradicionales, luego de que dos personas murieran. Desde 1950 al menos 36 personas han muerto en el lugar y 74 personas fueron rescatadas entre 2002 y 2009.
«A lo largo de los años, los Anangu se han sentido intimidados, como si alguien estuviera apuntando una pistola hacia nuestras cabezas para mantenerlo abierto», confesó Sammy Wilson. Además de querer que se respete la sacralidad del sitio, la comunidad Anangu quiere evitar las posibles lesiones y accidentes mortales de los visitantes. «Los blancos ven la tierra en términos económicos, donde los Anangu ven un tjukupa, una ley cultural», afirmó Wilson.
El Consejo Central de la Tierra que representa a las naciones aborígenes en Australia Central festejó la decisión de la Junta por haber corregido «un error histórico». Mientras tanto, los Anangu, que han organizado hasta ahora algunas visitas y servicios, seguirán promoviendo un turismo más sostenible, respetando la tierra y su cultura.

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