Muerte a discrecin, plaguicidas y sus abusos

Chiapas es una de las entidades del país que más pesticidas emplea; las consecuencias de esta práctica se reflejan en sus efectos tóxicos en los ecosistemas terrestres y acuáticos

Portavoz Staff

[dropcap]P[/dropcap]ara controlar la reproducción de organismos no deseados, la mayoría de los agricultores recurre al uso de plaguicidas. Chiapas es una de las entidades del país que más pesticidas emplea; las consecuencias de esta práctica se reflejan en sus efectos tóxicos en los ecosistemas terrestres y acuáticos. Es por ello que especialistas estudian la presencia de estos elementos organoclorados en ecosistemas mexicanos y el impacto que sus altas concentraciones provocan en el ambiente y la salud humana.
En el estado, las secuelas a largo plazo han derivado en enfermedades respiratorias y estomacales, casos de leucemia o deformaciones congénitas en varios municipios de la frontera sur, porque durante décadas fueron rociados químicos para el tratamiento de plagas e infecciones en sembradíos de caña, palma de aceite, plátano, soya, ajonjolí, mango, maíz y demás, de acuerdo con información de medios locales.
José Esaú Guzmán Morales, jefe de la Jurisdicción Sanitaria 7 en la región Costa-Soconusco de Chiapas, informó que sólo en 2016 se suscitaron 20 muertes en los municipios de Suchiate, Arriaga, Motozintla (zona Sierra) y Tapachula. Además del estado, las otras entidades que más plaguicidas usan en el país son: Campeche, Estado de México, Morelos, Nayarit, Puebla, Sinaloa, Sonora, Tabasco, Tamaulipas, Veracruz y Yucatán.
En la actualidad, dicha investigación es realizada por el Instituto de Ciencias del Mar y Limnología, a través del Laboratorio de Contaminación Marina de la Universidad Nacional Autónoma de México, en la cual se ha encontrado que los mayores registros de organoclorados en suelo vienen de comunidades de Chiapas.
La pesquisa se lleva a cabo junto con especialistas de instituciones como el Centro de Investigación en Alimentación y Desarrollo A.C., el Centro Nayarita de Innovación y Transferencia de Tecnología, A.C., la Facultad de Medicina de Yucatán, la Universidad de Sonora, así como el Centro de Investigación y Estudios Avanzados del Instituto Politécnico Nacional, entre otros, según la agencia informativa Conacyt.
Hasta el momento, hay documentación que indica que los químicos, principalmente los de categoría de organoclorados, se han hallado en suelo y ecosistemas costeros del territorio mexicano, así como en la fauna silvestre, humanos y alimentos, donde se registran concentraciones hasta 8 mil veces por encima de las referencias permitidas.

Mezclas peligrosas
Con la intención de esclarecer la identificación y análisis de plaguicidas, para buscar la erradicación de su uso y promover el empleo de sustitutos inocuos, en protección del medio ambiente, dicha agencia entrevistó a Guadalupe Ponce Vélez, doctora en Ciencias de la Tierra e investigadora y técnica académica del Laboratorio de Contaminación Marina.
La especialista comentó que a nivel mundial hay registrados alrededor de 6 mil 400 ingredientes, que cuando se combinan con compuestos inertes, derivan en más de 100 mil productos comerciales. Estas mezclas que se utilizan hoy en día se desarrollaron hace cerca de 70 años y aunque tienen menor notoriedad, es evidente el riesgo a la salud pública como consecuencia de los residuos de plaguicidas.
Ponce sostuvo que durante décadas han observado la acumulación de restos de pesticidas en diferentes ecosistemas de las zonas que monitorean, tales como la costa del Pacífico Norte, Golfo de México y Pacífico Sur, sus concentraciones en las poblaciones humanas y el impacto ambiental y a la salud humana que esto conlleva.
Indicó que sólo en el país se comercializa un estimado de 100 mil toneladas de estos compuestos, equivalente al cuatro por ciento del consumo mundial. Para 2017, la Dirección General de Epidemiología reportó cerca de 4 mil casos de intoxicaciones por pesticidas en 2016.
El área del Pacífico Norte ilustra que se han llevado a cabo alrededor de 20 estudios que registran concentraciones detectables de organoclorados en agua, sedimentos y organismos acuáticos, como el tejido blando de ostiones del Estero San Cristóbal en Nayarit, y que reporta las mayores concentraciones de estos agroquímicos, con niveles que alcanzan los 2.91 microgramos por gramo de (µg/g) de delta-hexaclorociclohexano (δ-HCH), un componente de la fórmula técnica del lindano, plaguicida restringido en México desde 1991.
Lo mismo ocurre tanto en el Golfo de México como en el Pacífico Sur, donde se reportó el hallazgo de organoclorados y organofosforados en mojarras de la desembocadura del río Coatzacoalcos, en Veracruz, y en sedimento de la zona sur de Chiapas con concentraciones máximas de endosulfán II que alcanzaron 0.250 microgramos por gramo.
La doctora señala que los mayores registros de organoclorados en suelo provienen de comunidades de esta última entidad, donde se utilizó dicloro difenil tricloroetano (DDT) para el control de la malaria de 1957 al 2000. Preocupan los valores de este químico en las tierras rurales de Chiapas, ya que rebasan 8 mil veces lo estipulado para el suelo agrícola.
«El famoso DDT fue uno de los primeros organoclorados que se puso a disposición para uso mundial y los que vivimos entre 1950 y la década de 1990 somos generaciones bajo las aspersiones de DDT», explicó Ponce.

Plaguicidas en fauna silvestre
Los plaguicidas tienen la capacidad de acumularse en los tejidos de organismos, esto debido a que los compuestos tienen propiedades lipofílicas, de esta forma aumenta su vida media —la cual puede ser de veinte años— y pasa a diferentes eslabones de la cadena alimenticia, en un fenómeno conocido como biomagnificación, expuso Ponce.
«Existen datos científicos de acumulación en organismos donde nunca han sido aplicados plaguicidas en sus ambientes, y te estoy hablando de organismos de los polos, y esto se debe a su rápida distribución y acumulación en la biósfera».
Además, estudios de mamíferos marinos del Noroeste de México evidencian la presencia de plaguicidas, en especial de DDT, en el tejido graso de ballenas, delfines y lobos marinos. De igual forma, los reptiles son otro ejemplo; en el muestreo de huevos de tortuga carey, de siete campamentos tortugueros de la costa de Campeche registraron resultados de DDT hasta de 2.1 µg/g, así como concentraciones de metoxicloro en sangre de tortugas verdes.
Esto no termina ahí, pues en el resto de las especies, las concentraciones de plaguicidas se extienden a anfibios, aves e insectos de las zonas costeras del país con influencia agrícola.
No sólo la exposición directa, la facilidad de propagación y bioacumulación de los plaguicidas en las especies propicia que el consumo de alimentos expuestos a estos químicos incremente su concentración en las poblaciones humanas, también la ingesta de alimentos ricos en grasa y cultivos como trigo, arroz, tomate, manzana, papa y lechuga representan otra ruta de exposición.
La especialista mencionó que la población infantil es el sector de mayor vulnerabilidad a la exposición y efectos de los pesticidas, donde hay reportadas concentraciones máximas de 11.8 µg/g en muestras de sangre de comunidades rurales de Chiapas. Entre los efectos reportados se encuentra el deterioro en el desarrollo neuronal temprano, reducción significativa del índice de orientación espacial y habilidades psicomotoras.
A su vez, la doctora señaló que varias de estas moléculas tienen la característica de ser perturbadores hormonales o endócrinos, porque se parecen a las hormonas naturales. «Hay un efecto de mimetismo con las hormonas naturales y sus lugares bioquímicos son ocupados por moléculas extrañas que aparentemente pudieran funcionar como las hormonas reales y entonces trastocan todas las rutas metabólicas donde intervienen todas las hormonas naturales», detalló.
Por su parte, la Organización Mundial de la Salud. a través de la Agencia Internacional de Investigación sobre el Cáncer, tiene catalogado el plaguicida lindano —usado para el control de insectos en el sector agrícola— como un agente productor de cáncer.

La solución: biostimulación
Otro de los temas de interés del Laboratorio de Contaminación Marina es la investigación de la degradación de organoclorados mediante la identificación de hongos y bacterias que resisten acumulaciones de este químico hasta de 20 µg/g, lo cual posibilita la biorremediación de suelos contaminados a través de la bioestimulación de los microorganismos nativos.
Con base en el estudio de compuestos de origen natural, se sabe que tienen un nivel adecuado de eficiencia para combatir diferentes clases de plagas como las de mosquitos o mosca negra. No obstante, la acumulación de plaguicidas no puede ser evaluada con un sólo análisis, por lo tanto, se requiere contar con datos actualizados y confiables que ayuden a tomar decisiones.
«Yo creo que el compromiso de los que nos dedicamos a la parte de contaminación —del tipo de ecosistema que se trate— es muy grande porque nuestra información debe tener la calidad suficientemente buena y robusta para que sea la piedra sobre la cual la directriz de una toma de decisiones se sustente», argumenta Ponce.
Asimismo, agregó que la solución propuesta desde su experiencia en investigación no es sencilla, pues las acciones deben establecerse de manera conjunta, y las autoridades deben escuchar a la comunidad científica sobre las recomendaciones para hacer una eliminación progresiva de plaguicidas. Pero lo más importante, menciona la especialista, es que se haga un distanciamiento respecto a los intereses económicos de las grandes industrias.
«Yo creo que algo muy importante es que estemos informados, es una de nuestras prerrogativas, y en el caso de los plaguicidas es importante que la sociedad lo sepa en términos claros, qué tipo de sustancias hay en nuestros alimentos y en el ambiente para que, en función a esto, las acciones gubernamentales vayan encaminadas a esta eliminación progresiva», concluyó.

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