Naranjo en mi vida / Enrique Alfaro

— Él es el Naranjo de Chiapas— le dijo un amigo.
El jóven caricaturista de provincia se ruborizó delante de él.
— Sólo se copia lo bueno—, expresó Rogelio para reconfortarme. Reímos.
Estábamos en Donceles 99, en el Museo de la Caricatura. Rogelio Naranjo inauguraba la exposición «Atrás de las rayas que estoy trabajando».
Hoy me entero de su muerte y lo siento profundamente ¿me influyó?, me pregunto y levanto la vista de mi cama y veo el cuadro que tengo en mi recámara de la caricatura ¡Me vale madre! Naranjo, como un santo, cuida mis sueños.
* * * *
Durante muchos años coleccioné la revista Proceso. Cuando la acumulación era excesiva, Ángeles, la santa patrona, me regañaba. Entonces, con todo el dolor de mi corazón me deshacía de ellas. Sólo recortaba, con cuidado, los cartones de Naranjo y les ponía un broce para conservarlos como libros. Hasta la fecha, acudo frecuentemente a revisarlos, a delitarme.
* * * *
Heberto Castillo, Eduardo del Río y Rogelio Naranjo, sin conocerlos personalmente, me convencieron de afiliarme al Partido Mexicano de los Trabajadores. Sus lecturas eran gozosas. Durante años busqué las oficinas del PMT y finalmente di con ellas. Para mi sorpresa no encontré a las masas presentes en el diminuto cuarto que servía de oficina del comité estatal. Pero había colgado un cuadro con un original de Rogelio Naranjo y eso me bastó para quedarme. Me pasaba las horas observando, extasiado, las finísimas lineas del dibujo, más finas de lo que yo imaginaba.
* * * * *
Eduardo del Río, Rius, fue mi mi mayor infuencia política en mi adolescencia, pero Rogelio Naranjo lo era todo para mi manera de dibujar. La firma de las caricaturas políticas que publiqué siendo un jovenzuelo era una vulgar copia de la de Naranjo. Yo quería ser como él, con esa calidad, con esa independencia. Me consolaba con una frase de Rogelio en la que reconocía que se le acusada de que su dibujo se parecía mucho al del dibujante norteamericano Levine (David) y él sostenía: «A Levine le acusaban de copiar a Daumier» (Honoré), caricaturista, grabador y escultor de tiempos de la revolución francesa. Y así podríamos continuar las acusaciones, hasta el infinito.
* * * * *
Dudé en recibir el premio estatal de periodismo, en el género de caricatura, de manos del general Absalón Castellanos Dominguez. Era el gobernante al que más acremente criticaba. Luego me enteré de la discusión que los amigos de Naranjo tuvieron con el previo a recibir el Premio Nacional de Periodismo: te lo da el sistema que criticas pero es una forma de protegerte, fue el argumento que lo convenció. Yo, por mi parte, recibí del militar el galardón y, con el cheque que acompañaba la distinción, organicé una gran fiesta en la que reuní a toda la oposición al gobernante. Por cierto, me gasté más de la cantidad del premio.
* * * * *
Toda la vida he querido ser como Naranjo y hoy, que me entero de su muerte, me viene a la memoria la frase del periodista chiapaneco, Luzan: «En eso quedamos»…

Compartir:

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *