Nombramiento del nuevo rey saudi, un golpe desde el poder

Las medidas adoptadas en la noche del sábado por el rey Salman son la culminación oficial del proceso de toma real del poder en perjuicio de los clanes que se resistían a la gestión política en curso

Agencias

[dropcap]L[/dropcap]as medidas brutalmente adoptadas en la noche del sábado al domingo por el rey Salman de Arabia Saudí, de casi 82 años y precaria salud, son la culminación oficial del proceso, en cierto modo conocido, de toma real del poder en perjuicio de los clanes del complejo régimen que se resistían al proceso hereditario y a la gestión política en curso. Tales resistencias son singularmente visibles tras el abrupto nombramiento del hijo del rey, Mohamed Bin Salman, de solo 32 años, príncipe heredero en junio de 2017, para lo que fue preciso cesar al príncipe Mohamed Bin Nayef, sobrino carnal del rey y miembro, como él, del clan de los al-Sudairi, formado por los siete hijos que el fundador del reino, Abdulaziz Bin Saud, tuvo con su más influyente y cercana esposa, Hussa Bint Ahmed al-Sudairi. Este clan pasa oficiosamente por ser la genuina familia real del país.
En un esquema clásico y práctico, el soberano no ha vacilado en recurrir a la fuerza frente a los bandos activos, ramas colaterales con intereses, fortunas y visiones no necesariamente coincidentes. Una fuerza institucional, si se quiere, porque él es el jefe de una monarquía familiar absoluta, pero las situaciones precedentes, incluido su propio acceso al trono en enero de 2015, fueron negociadas entre bastidores con el objetivo, conseguido, de acomodarse al procedimiento, satisfacer a los clanes y mantener los delicados equilibrios tradicionales. Parece obvio que la operación encontró algo más que reticencias, una fuerte oposición que la conducta desinhibida del heredero intenta liquidar pese a sus riesgos.
Tales riesgos estriban en el hecho de que, lejos del criterio habitualmente empleado (reparto de áreas de influencia, prestigio y acomodo de la nueva generación de los delfines de los clanes históricos, respetando su implantación territorial y sus negocios), el rey y su atrevido heredero han actuado con dureza y medios, incluso relacionables con un verdadero putsch en el interior del régimen. Llama la atención al respecto el argumento oficialmente esgrimido: la lucha contra la corrupción rampante, lo que explica que cuatro ministros del Gobierno y una lista interminable de otros que sirvieron en administraciones precedentes estén entre los arrestados… por orden de un inédito «Comité anti-corrupción», creado ad hoc solo unas horas antes del golpe. La aparición del tal comité, las listas de arrestados, incluidos multimillonarios que parecían intocables, y el cese de los ministros de Economía y de la Guardia Real redondean la impresión de que se trata de un duro ajuste de cuentas que podría abrir una tonalidad nueva en la gestión del país. Hay que subrayar el relevo en el mando de la Guardia Real, que es una fuerza de élite dotada con los mejores medios y unidades de combate y de probada lealtad al régimen. Ha sido cesado su jefe, Miteb Bin Abdala, hijo del rey Abdala Bin Abdulaziz, y sustituido por el príncipe Jalid Bin Abdulaziz al-Muqrin, de completa confianza… Por fin, todo, o casi todo, bajo control.

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