Olga Sanchez, la «guardiana» de los desvalidos

La obra altruista de esta chiapaneca oriunda de Tuxtla Chico es reconocida internacionalmente. Los últimos años de su vida los ha dedicado al cuidado de migrantes mutilados por accidentes ferroviarios en su intento por llegar a los Estados Unidos. Desde 1991 esta mujer recorre los hospitales de la frontera en busca de centroamericanos que han perdido sus sueños en los rieles de La Bestia y a la fecha aloja a más de 300 de ellos en el albergue «Jesús El Buen Pastor del Pobre y el Migrante»

Elizabeth Marina / Portavoz

[dropcap]V[/dropcap]isitar una de las salas del Hospital Regional de Tapachula, anteriormente llamado Hospital «Carmen de Acebo», bastó para que Olga Sánchez abandonara su complicado y triste pasado para forjar un futuro a favor de los otros. Llegó ahí desahuciada, estaba tan enferma que los doctores no le daban esperanzas, sin embargo, se aferró a la vida.
En aquellos pasillos se enfrentó a algo más que a la muerte, vivió a escasos centímetros la lucha diaria y la agonía de cientos de migrantes que sufrieron la amputación de sus miembros por accidentes en la vía del ferrocarril y desde entonces fundó el albergue «Jesús El Buen Pastor del Pobre y el Migrante» en el que aloja desinteresadamente a mujeres y hombres centroamericanos que viven en un estado de vulnerabilidad por incidentes, enfermedades o abandono.
La primera noche se llevó a casa a uno de ellos, le brindó los cuidados y las atenciones adecuadas, los días posteriores continuó visitando los hospitales públicos de la frontera en busca de migrantes a quienes apoyar, al poco tiempo el grupo que tenía en casa ascendió a 15.
Durante siete meses pudo mantener a su esposo, sus dos hijos y los refugiados en su hogar pero los recursos y el espacio se hicieron insuficientes por lo que se vio en la necesidad de pedir una casa prestada. Estando ahí la cifra aumentó y llegó a tener bajo su cuidado a 70 personas, en su mayoría jóvenes de entre 17 y 20 años, y adultos entre 30 y 40 años.
El albergue «Jesús El Buen Pastor del Pobre y el Migrante» apoya hoy a 300 centroamericanos provenientes de Guatemala, Honduras, El Salvador y Nicaragua; sin embrago, según estimaciones de Olga, durante los 26 años de labor altruista ha ayudado a un total de 15 mil personas que han sido mutilados al caer del tren en su paso por la frontera sur.

Nueva vida

Por años, Olga visitó a reconocidos doctores y hospitales de la capital del país en busca de la cura para el cáncer y sin más remedio acudió al hospital más cercano a su natal Tuxtla Chico en donde para su sorpresa y la de los suyos, encontró el alivio de su oprimida alma.
Desde niña fue cohibida y desconfiada, nació un 12 de marzo de 1959 en un rancho entre los cafetales de Tuxtla Chico, en el estado de Chiapas. Es la tercera de 13 hermanos. Rodeada de miseria, tuvo que aprender a ganarse la vida sola desde los ocho años, lo que la convirtió en una mujer independiente a muy corta edad.
Las enfermedades y los accidentes la acompañaron desde su nacimiento, durante su adultez le diagnosticaron cáncer y no fue hasta el nacimiento de sus dos primeros hijos como recobró el ánimo y las fuerzas para seguir adelante, siempre acompañada de su esposo Roldán, con quien se casó en 1980.
El cáncer no la mató, le dio una nueva vida. Comparar su estado con el de aquellos migrantes la impulsó a dedicar estos últimos años de su vida a brindar atención médica, alimentación y hospedaje a quienes más lo necesitan y es en una humilde casa ubicada al sur de la ciudad donde ha encontrado una forma de pago a Dios por devolverle la vida.
«Ayudo a estas personas porque sé lo que es sentirse solo, estar enfermo y no tener esperanzas, lo hago por Dios porque él me dio una nueva oportunidad y ahora se la quiero dar a ellos».
Han sido muchas las historias que la han marcado pero la de Roberto, un joven guatemalteco que perdió la vida en sus brazos, es la que más recuerda.
«Roberto era un joven que llegó a mí con severas heridas, a diferencia del resto no había sido La Bestia la causante de su sufrimiento sino asaltantes que le quitaron todo lo que llevaba y le ocasionaron heridas con un machete, traía todo el cuerpo cortado, sabía que no podía hacer nada y aunque me suplicó hasta su último suspiro que lo ayudara a vivir ya nada pude hacer».

Los retos

Saber que hay 300 personas que necesitan de su ayuda no es una tarea sencilla. Olga reconoce que hay días en los que dan las dos de la tarde y ella no tiene el plato de comida servido en la mesa, no hay dinero, alimento ni medicinas.
Pero asegura que ella trae el don del negocio y con muchos esfuerzos ha logrado sacarlos adelante. Cada día sale a vender pan, tiene tres tiendas de abarrotes y todas las ganancias son para el albergue.
Sin sentirse avergonzada, recuerda que llegó a pedir limosna en las calles, negocios, templos religiosos y hasta casa por casa, todo por su gente.
Los problemas legales no se han hecho esperar, en un principio enfrentó a la autoridad por ser acusada de traficante de migrantes; incluso, ya han sufrido atentados en el albergue y en dos ocasiones han sido baleados pero nada la ha detenido.
Olga ha sido constante y el cariño que recibe de sus vecinos y la misma gente a la que ayuda es el mejor pago que puede tener, a la fecha cuenta con tres albergues, uno para migrantes amputados, otro para refugiados y uno más para familias que vienen de distintas partes del mundo huyendo de la violencia de sus países de origen.
Anteriormente, La Bestia era el principal enemigo de los centroamericanos, hoy ese lugar lo ocupan el racismo y el crimen organizado; Olga atiende a mujeres que han sufrido abusos sexuales y hombres con graves heridas ocasionadas en asaltos y en atentados de odio contra migrantes.
«La situación del migrante ha cambiado mucho y el racismo es uno de los peores obstáculos para ellos, en México no hay respeto, olvidan que también son seres humanos, los torturan y matan de forma brutal».

Reconocimiento a la solidaridad

Olga Sánchez Martínez es una mujer humilde, reconocida como embajadora de la solidaridad por su gran labor humanitaria.
En enero de 2004, el gobierno federal instituyó por primera vez el Premio Nacional de los Derechos Humanos, siendo ella la primera en recibirlo de manos del entonces presidente Vicente Fox, ese mismo año el gobierno de Canadá la reconoció como la Mujer del Año y le otorgó un donativo económico de 900 mil pesos con los que Olga compró suficiente comida, medicamentos y contrató especialistas médicos para atender el albergue.
Es, además, la única mexicana que ha recibido el premio «Héroes de Compasión a quienes no cantan» de manos del Dalai Lama el 26 de abril de 2009; recientemente recibió en Chiapas el reconocimiento Guardiana Baatsil-MUPAC 2017 «María Ignacia Gandulfo», a la solidaridad.
Olga Sánchez, una mujer que enfrentó a la muerte y convirtió su dolor en el alivio de muchos, es esposa y madre, desde hace 10 años adoptó a un menor centroamericano discapacitado a quien abandonaron a las puertas del albergue.
Aunque se siente agradecida por todos los reconocimientos otorgados asegura que ninguno de ellos la hace tan feliz como el ayudar al prójimo; incluso afirma que, en caso de ser necesario, «sin remordimiento cambiaría cualquiera de ellos por comida para el albergue».

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