Pablo, el visionario
Rodrigo Ramn Aquino

Hoy, que el fenómeno migratorio pareciera haberse puesto de moda, principalmente a nivel nacional (hace sólo unas semanas el gabinete de seguridad anunció la implementación de acciones integrales para atender la Frontera Sur), bien valdría recordar que, hace diez años, un personaje político local, pero de influencia nacional, ya advertía y recomendaba lo que ahora se busca implementar.
Siendo gobernador del estado (2004), Pablo Salazar Mendiguchía participó como panelista en la XV Reunión de Embajadores y Cónsules de México, que tuvo lugar en la Secretaría de Relaciones Exteriores. Ahí, con su trabajo «Migración en la frontera sur, una visión desde Chiapas», el chiapaneco compartió con los diplomáticos un minucioso diagnóstico de la franjan fronteriza que compartimos con Centroamérica y de la creciente recepción de grupos de inmigrantes cada vez más numerosos.
Desde entonces, Salazar tenía muy claros los conceptos que hoy son comunes en el estudio del fenómeno y la atención de la Frontera Sur:
Porosidad: «A lo largo de la porción terrestre de 658.5 kilómetros de la frontera México-Guatemala existen 32 pasos vehiculares informales, además de aquéllos en los que se puede atravesar a pie…»
Muticulturalidad: «Del otro lado de la línea fronteriza entre Chiapas y Guatemala se habla el maya, quekchí, chuj, mam, kanjobal, ixil, que son los idiomas que cuentan con mayor número de hablantes, además del castellano. En suelo mexicano, en la geografía chiapaneca, el mosaico de idiomas incluye el maya yucateco, chol, tzeltal, tzotzil, tojolabal, chontal, mam y zoque, idiomas principales que conviven con el castellano, la lengua nacional.»
Desplazamiento: «Las guerras centroamericanas, especialmente violentas en Guatemala, Nicaragua y El Salvador, arrojaron a miles de refugiados a territorio mexicano, en particular al Estado de Chiapas, que en determinado momento llegó a albergar cerca de 100 mil desplazados. Los flujos de inmigrantes campesinos se acrecentaron a partir de las últimas décadas de los años treinta, cuando los tzotziles y tzeltales de los Altos de Chiapas dejaron de acudir al corte de café en las fincas del Soconusco. La mano de obra campesina chiapaneca fue sustituida por la de los indígenas guatemaltecos, que atraviesan masivamente la frontera sur para desparramarse por los Cafetales del Soconusco en las épocas de cosecha del grano, de noviembre a febrero.»
A diez años de distancia, Salazar Mendiguchía parece un visionario: «Las necesidades para combatir la migración ilegal se hacen cada vez mayores y, si nos limitamos a detener y expulsar a personas extranjeras, o a consignar a los traficantes, no se obtendrán buenos resultados. Si bien son tareas que deben realizarse de manera permanente, los resultados serían mejores si el fenómeno se abordara desde una perspectiva integral que involucrara a los tres niveles de gobierno y a los gobiernos vecinos».
En dicho trabajo también planteaba lo que ahora no sólo se aplicará en Chiapas: la prevención como una estrategia que debe dirigirse hacia todas las modalidades que adopta el fenómeno, y atacarlo desde diversos flancos. Y que en esta perspectiva integral debían incluirse factores como el tráfico, la corrupción, el equipamiento de corporaciones, la adecuación del marco jurídico, la capacitación, la vigilancia, el intercambio de información, la cooperación internacional y el fomento al desarrollo económico de las regiones expulsoras.

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