Paz, hermano / Rodrigo Ramn Aquino

Es la lucha por el poder y es, como lo ha sido desde casi el principio del mundo, cruenta, descarnada, muy capaz de llevar a los actores políticos y a sus correligionarios a los límites de la civilidad, a los puntos ciegos, a los de no retorno. En medio del bullicio, de la vorágine, una convicción: ningún cargo público ni de elección vale más que la dignidad de las personas o la vida.
Se trata de política y de elecciones formalmente organizadas. Se trata de un ejercicio democrático y civilizatorio. Se trata de vivir mejor en sociedad. No de lo contrario. No de ofender ni denigrar a las personas, no de atender contra sus derechos humanos y políticos, no de alentar el derramamiento de sangre o el miedo como control social y electoral. Se trata de avanzar.
La rápida reflexión viene al caso porque nos guste o no, cada persona que busca participar en el proceso electoral y competir por cargos está en su más elemental derecho político: votar y ser votado. A través de partidos o de manera independiente, buscarán el apoyo necesario para llegar a los puestos de poder. En ese sentido, no hay buenos ni malos, sólo opciones. Sanas opciones.
Pienso que desde los medios debemos fomentar la civilidad política y la participación ciudadana, el respeto por las personas. Alentar la razón sobre la pasión, las ideas sobre el insulto. Así, cada participante, logre o no sus objetivos, debe contar con el respeto ciudadano. Ya falta poco para que sepamos de candidatos. Ya hablaremos a detalle de ellos. De momento, paz, hermano.

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