Prestigio y repulsa electoral / Rodrigo Ramn Aquino

Los y las actuales consejeras electorales del IEPC parece que reúnen los requisitos necesarios para pasar a la historia como los peores funcionarios públicos al servicio de la democracia en Chiapas.
Cómo saberlo. Con qué fundamento siquiera sugerirlo. Sencillo: comparándolos con los consejeros que para muchos han demostrado mayor solvencia al paso del tiempo. Los que permitieron por vez primera la alternancia en el gobierno del estado.
Recordemos. Tras las elecciones de 1994, el gobierno, tanto federal como estatal, temía la reacción de los zapatistas recién levantados en armas y que habían cuestionado la elección para gobernador en la que compitió Amado Avendaño y Eduardo Robledo.
Es en medio de esta crisis que comienza la ciudadanización de los órganos electorales en Chiapas y posteriormente la credibilidad en los resultados.
Encabezaba el Instituto Federal Electoral el prestigiado politólogo José Woldenberg Karakowsky y en la entidad se creó una nueva ley electoral que privilegiaba la integración de ciudadanos con prestigio a su estructura estatal, distrital y municipal.
Para ello, desaparecía la Comisión Estatal Electoral y se creaba el Consejo Estatal Electoral con un grupo de consejeros ciudadanos (así se llamaban, no electorales) que fueron propuestos por los partidos políticos al Congreso del Estado. Ellos ciertamente representaban a la ciudadanía a pesar de no ser precisamente especialistas en el tema.
Este grupo de ciudadanos de buena honra pública fue el responsable de organizar las elecciones municipales y de diputados, concluyendo su trabajo con la elección de gobernador en el año 2000.
Se dice rápido y parece sencillo, pero no hay que dejar de considerar que en este periodo el PRI gobernaba todo en Chiapas y comenzó a perder considerables espacios ante la oposición partidista y la organización electoral ciudadana.
Para el año 2000, lo sabemos todos, el partido oficial fue derrotado en la elección de gobernador, resultando ganador el aliancista Pablo Salazar Mendiguchía.
Por la nueva forma de hacer las cosas, los consejeros ciudadanos de aquel entonces recibieron toda clase de calificativos (incluso del ganador), pero su mejor defensa fueron y siguen siendo los resultados: creíbles y legítimos.
Estos hombres y mujeres atendieron su responsabilidad de 1995 al 2000 y luego cada quien se fue para su casa, a desempeñar el oficio al que se dedicaban antes de ser funcionarios electorales.
¿Quiénes fueron esos «consejeros ciudadanos» que le dieron prestigio y credibilidad al organismo electoral del estado? Menciono cinco: el abogado Eugenio Narcía, la psicóloga Reina Chávez, el periodista Enrique Alfaro, el maestro Antonio Cruz Coutiño y la maestra María de los Ángeles Lastra.
Hoy, ante la crisis de credibilidad del IEPC, consideré conveniente reconocer a quienes sí cumplieron con su encomienda de forma destacada. Hace falta más gente comprometida como ellos. La diferencia entre el prestigio y la repulsa.

Ágora

Quien se precie de ser ciudadano o ciudadana debe estar interesado, por antonomasia, en la cosa pública. Por eso es positivo ver a tanta gente, de uno y otro lado, pidiendo el respeto al voto y manifestándose al respecto. Aquellos que dicen ser más y presumen no haber votado ni por el azul ni por el verde, deberían evitar ser cínicos y dejar de distraer de los temas de verdadera importancia. La elección de la autoridad capitalina es el aspecto político más prioritario en este momento. Ya después vendrán los programas y propuestas y buenos deseos.

Corrillo

Recuerdo que la besé porque ya se quería dormir. Estábamos cansados y ebrios, recostados sobre el piso pulido y gris de la casa en renta de una amiga en común. Un beso nada más. No había más por hacer, aunque lo quisiéramos. Al lado, sobre la única cama individual de la habitación, otra colega; más allá, en la pieza contigua, el ritual sonoro de placer de la anfitriona. Por la mañana, apenas pardeando el día, nos despedimos al abordar el colectivo. No sabríamos de nosotros hasta meses después. De eso ya muchos años y aún sigo amenazándola con que si no me besa no la dejaré dormir.

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