Propuesta engañabobos y diatribas / Angel Mario Ksheratto

Desde hace varios sexenios hemos escuchado una propuesta que lejos de cumplirse, se revierte contra los electores: las insultantes tarifas impuestas por la Comisión Federal de Electricidad a los chiapanecos, dueños naturales de los yacimientos acuíferos que dan energía a casi todo el país. Todo aquel que ha sido candidato, se ha comprometido a «exigir tarifas justas para Chiapas» y a la hora, es todo lo contrario. Votan a favor de aumentos tarifarios e impuestos onerosos.
Ha sido la promesa más falsa que se ha escuchado y en éste proceso electoral federal, creímos que los aspirantes a una curul en San Lázaro, la habían desechado por incumplible. Sin embargo, al menos cuatro candidatos a diputados federales han optado por recoger la misma mentira para captar uno que otro voto.
De sobra se sabe que la CFE, no va a ceder un ápice. En primer lugar, porque se trata de una empresa insensible. En segundo, porque es manejada por personajes ambiciosos y miserables y en tercero, porque llegado el momento, esa compañía invierte unas migajas para acallar las voces discordantes con su política y se acaba el griterío.
Recurrir a una promesa tantas veces expuesta y nunca cumplida, delata la falta de experiencia, madurez, conocimiento y capacidad discursiva de los candidatos. Desnuda el deseo de éstos a seguir engañando a la sociedad y pone en evidencia la falta de respeto hacia los electores que están cansados de falacias de ese calibre.
Éstos, los de promesas rancias y los que recurren al insulto, la difamación y la diatriba para atraer votos, son exactamente la misma cosa. Se nutren de la misma suciedad con que alimentan sus insanas ambiciones y se convierten en meros mensajeros de la prepotencia y la ineficacia. Recalco lo que siempre he dicho: no estamos presenciando una campaña de propuestas serias, equilibradas, sensatas, inteligentes, progresistas, sino un carnaval de mentiras, insultos y pésima calidad discursiva. En el distrito correspondiente a Tuxtla Gutiérrez, podría decirse que es la campaña más vistosa. No por las propuestas y mucho menos por el debate de ideas, sino por la ausencia de fórmulas para legislar y porque en su lugar, priva el discurso sucio, la difamación, la trampa y el artificio.
Alejandra Soriano —a quien siempre he considerado una mujer de ideas firmes y sensatas—, por ejemplo, ha perdido valioso tiempo en una campaña de desprestigio contra su contrincante, a quien acusa de todo, hasta adentrarse en la vida privada de éste, Emilio Salazar, que tampoco ha estado fino con sus propuestas.
A la gente no le interesa saber si Salazar Farías tiene gustos sexuales diferentes a los de su género. Es muy su cuerpo. Vale preguntarle a la todavía diputada local si es congruencia la suya el apoyar los matrimonios entre personas del mismo sexo, por un lado y por otro, satanizar a su contrincante por lo que ella piensa que le gusta hacer con su cuerpo.
Ahí hay claros rasgos de discriminación; de incitación al odio. Alejandra, insisto, debe ser congruente y respetuosa de la vida privada de los demás. Su tarea, si es que gana, es ir a legislar para el bien de sus representados, no ir a esculcar a sus colegas diputados para determinar si son heterosexuales, metrosexuales, lesbianas, homosexuales, bisexuales para de ahí, emitir condenas o absoluciones.
Si de ese tamaño está la campaña, el desaliento a votar va creciendo. Tanto la señora Soriano como los que ofrecen exigir tarifas justas a la CFE, alejan al electorado con ese nivel de debate y propuestas. Ningún bien hacen a la democracia participativa y a ellos, solo les genera desconfianza y burlas de una sociedad que ya no se deja engañar tan fácilmente.
Mentir y denostar, son malas estrategias. Agradeceríamos a los candidatos que antes de abrir la boca, sopesen cada palabra por el bien de ellos mismos. Quien ofrezca tarifas justas para el servicio eléctrico, sabe bien que está mintiendo; eso los convierte en profesionales del engaño y en deliberados asaltantes de la inteligencia chiapaneca. Los unos y los otros, están demostrando que no tienen argumentos, que no tienen ideas, que no tienen propuestas, que no son nada inteligentes.
Requiere el estado, candidatos competitivos, de un alto nivel intelectual, cultos, sabios, honrados, honestos, capaces, humildes… No patanes mentirosos, ni engañabobos ni insultantes. La verdad es que si revisamos la lista de candidatos, nos morimos de la pena. No hay uno del que se pueda decir: «Éste o ésta, es honrado u honrada». Lástima.

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