De pueblo a capital, 125 años de Tuxtla

En algunos espacios aún puede contemplarse lo que en un momento fue; luego del traslado de los poderes desde San Cristóbal en 1892, el cambio que sufrieron las calles, los barrios, la gente y las tradiciones fue asombroso

Elizabeth Marina / Portavoz

[dropcap]E[/dropcap]n el año de 1892 Tuxtla Gutiérrez era un pueblo grande. Apenas contaba con 10 mil habitantes, la mayoría indígenas y mestizos, y la producción agrícola y ganadera era lo que movía la economía. Los profesionistas eran contados: 21 abogados, 10 maestros, cinco médicos homeópatas, tres parteras, un veterinario y un dentista.
Tuxtla no era la de hoy, su extensión territorial comprendía lo que en la actualidad son los municipios de Berriozabal, Ocozocouatla, San Fernando, Jiquipilas y Cintalapa; en aquel entonces su gente, las casas, la música, comida y tradiciones congeniaban y representaban una verdadera cultura.
En una charla con el cronista José Luis Castro Aguilar, nos aventuramos a conocer más de la ciudad que este 11 de agosto cumple 125 años como capital chiapaneca.
En algunos espacios aún puede contemplarse lo que en un momento fue Tuxtla Gutiérrez pero las calles y fachadas no se asemejan a las antiguas. Con el traslado de los poderes de San Cristóbal a Tuxtla Gutiérrez en 1892, las calles, los barrios, la gente y la tradición sufrieron cambios.
Castro Aguilar relata que las casas se alienaban en 147 manzanas que formaban 20 calles y 13 avenidas, por lo que era necesaria la construcción de puentes que facilitaran el cruce de oriente a poniente pero no fue hasta 1910 que la avenida central y calle central fueron pavimentadas, lo que propició que los capitalinos abandonaran la carreta como principal medio de transporte.
La imagen de Tuxtla era distinta en todos los sentidos: el polvo nublaba la vista al andar y los siete grados centígrados a los que en algunas tardes descendía la temperatura, amenizaban la hora del café en los grandes patios donde las familias acostumbraban reunirse.
Las casas eran construidas de adobe, horconadura o bajareque, y la gran mayoría carecía de puertas, por lo que para ingresar era necesario saltar por las trancas de los corrales, un verdadero desafío para quienes atravesaban la vejez.
Rara era la vivienda que no contaba con un árbol de tamarindo, zapote, mango o nambimbo en su patio.
De hecho, de acuerdo con el cronista, los frondosos árboles simulaban un extenso bosque, incluso hay quienes afirman que la vista en los suburbios era impresionante: «difícil distinguir si Tuxtla era un bosque dentro de una ciudad o una ciudad dentro de un bosque».

Tradiciones y costumbres en descenso

De 1900 a 1910 se dieron los cambios más importantes en la capital, la estabilidad económica sufrió afectaciones importantes, familias enteras de municipios vecinos se mudaron a la capital para unirse a la burocracia; el comercio agrícola y ganadero fue quedando atrás y las tradiciones también se fueron perdiendo.
«Por eso se dice que a los tuxtlecos les quedo grande la capital, no tenemos un rostro definido somos un tutifruti de ideas, aceptamos todo y olvidamos lo que es importante».
Por años, las tardes tuxtlecas se caracterizaron por los paseos de campo y los meetings en el parque «Joaquín Miguel Gutiérrez» ―lo que ahora es la explanada del Parque Central― donde hombres y mujeres rodeaban la zona, ellos en el sentido de las manecillas del reloj y ellas de lado contrario, para que el cruce de miradas fuese instantáneo y en los días posteriores, si ambos aceptaban, pudieran conocerse.
Los barrios caracterizaban la ciudad, cada uno con sus respectivas iglesias y ermitas, muchas de las cuales siguen en pie hasta hoy: San Roque, San Jacinto, Santo Domingo, San Miguel, Guadalupe, El Calvario, San Isidro, entre otras.
Con un número alto de barrios y colonias, las fiestas eran de lo más común; constantemente se escuchaba el tronar de los cohetes en el cielo, así como la música de tambor y pito que por las calles acompañaba a las mujeres en las danzas que simbolizaban la cultura y la tradición.
Bonitos y alegres eran aquellos días, según relata José Luis, quien explica que tradiciones populares como la ensarta de flor de mayo, que se celebraba en todos los barrios y colonias, así como el nombramiento de madrinas de la última teja en la inauguración de las casas, se fueron perdiendo; entre las costumbres que también quedaron en el olvido se encuentra la de emborrachar a un gallo que, posteriormente, era enterrado vivo en medio de la casa como símbolo de protección a la familia.
Y como olvidar el carnaval zoque, celebrado tres días antes del miércoles de ceniza, donde se combinan las festividades religiosas con las prácticas rituales prehispánicas pero ha perdido muchas de sus características antiguas pese a seguirse celebrando en la actualidad

Que se rescaten los espacios públicos

La recuperación de los espacios públicos es lo más urgente para Tuxtla Gutiérrez, asegura el cronista. «Hace falta mejorar la seguridad, resolver el problema del agua potable, el drenaje y alcantarillado, eso ha manchado aún más la imagen de la capital».
Para finalizar la charla dijo que la ciudad ha crecido, pero de forma desordenada, por lo que consideró urgente propiciar un desarrollo armónico para poder decir que Tuxtla realmente es una capital metropolitana. Lo anterior, aunado a una campaña de remodelación de fachadas y edificios públicos para crear una uniformidad en el rostro de la ciudad.
En el marco del 125 aniversario de Tuxtla como capital chiapaneca vale la pena echar un vistazo al pasado, recuperar los edificios simbólicos, devolver la vida a los barrios, sus fiestas, sus tradiciones.

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