Redescubriendo al SubComandante Marcos

En el libro Con Tinta en la boca. La fotografía documental de Antonio Turok (Elefanta), la estudiosa italiana, doctora por el Programa de Posgrado en Estudios Latinoamericanos de la UNAM, Anna Susi, reconstruye el zapatismo y la figura de Marcos a través de los archivos de Antonio Turok

Portavoz / Agencias

[dropcap]L[/dropcap]a docente Anna Susi, Doctora por el Programa de Posgrado en Estudios Latinoamericanos de la UNAM, se sorprende al preguntar a varios de sus alumnos si conocen al SubComandante Marcos, si saben algo del zapatismo. La respuesta es no. ¿Puede creerse esto? Si lo del zapatismo fue ayer, apenas doblando la esquina.
Esta nota podría titularse «Los millenials no saben que pasó hace 20 años en Chiapas» y lo que analiza Anna es precisamente la imagen efímera de un movimiento mediático que no perseguían –aunque sí se valieron- los comandantes del zapatismo.
Tinta en la boca. La fotografía documental de Antonio Turok es el libro que acaba de publicar merced a la editorial Elefanta y que tiene como principal objeto de estudio las fotografías del profesional, uno de los más involucrados con el zapatismo.
Hay una foto de Marcos con el dedo índice levantado, una de las más difundidas, pero esa pertenece al fotógrafo de La Jornada, Raúl Ortega. La de Turok (Ciudad de México, 1955), es una a colores, con el pasamontaña y la pipa, otra imagen muy vista.


Lo que más que le interesa a Anna (Arezzo, Italia, 1980) es analizar hasta qué punto el zapatismo de Chiapas se relaciona o es derivado de la guerrilla en el Salvador, la revolución sandinista en Nicaragua y precede la rebelión magisterial en Oaxaca o los desaparecidos en la escuela de Ayotzinapa.
Turok lo ha fotografiado todo. De formación autodidacta y con estudios fuera de México, ha publicado dos libros, Imágenes de Nicaragua (Casa de Las Imágenes, 1988) y Chiapas: El final del silencio (Era, 1998).
De hecho, Susi es co-autora de la cronología de la exposición retrospectiva sobre la obra del fotógrafo Antonio Turok, Reflexiones, en 2016.
«El fotógrafo Turok fue muy claro en nuestros encuentros: su «mirada» sobre el movimiento zapatista estaba condicionada de manera significativa por la experiencia centroamericana. Ya venía «cansado de la guerra» y había vivido demasiadas cosas que «ya no veía por qué había que repetir». Cuando apareció el zapatismo, él ya no estaba de acuerdo con el recurso de las armas como método para realizar un cambio profundo de la sociedad. Como bien lo señala el fotógrafo: Esto cambia muchas cosas de cómo vas a ver y cómo vas a fotografiar…si no estás de acuerdo», dice Anna Susi en su libro.


Otra de las cosas que plantea este interesante libro es las imágenes cómo suelen ser también testimonio para los organismos de inteligencia, los que van a reprimir la revolución, el movimiento.
«No cabe duda que la imagen puede ser usada por los órganos de inteligencia de los gobiernos para señalar y amedrentar. Por esta misma razón, en la fase de clandestinidad, y sobre todo para los cuadros urbanos, las imágenes fotográficas fueron objetos sumamente peligrosas», dice la estudiosa.
¿Qué pasa con el SuComandante Marcos? «Se ha escrito mucho sobre el personaje SubComandante Marcos, sin embargo, se sigue hablando muy poco de un tema tan central como la construcción de ese personaje en el discurso público», afirma Susi. Y de eso también, va este libro.
–El zapatismo fue una cuestión de imagen, ¿verdad?
–Sí, claro, fue una cuestión importantísima. Cuando llegué al centro de estudios latinoamericanos todo el mundo me decía qué quieres decir de nuevo sobre el zapatismo, sobre todo porque hay mucho trabajo. Justo en la parte visual, el zapatismo como movimiento, no sólo del SubComandante Marcos, la imagen tiene mucho que ver.
–Empezaban en esos momentos comenzaban la comunicación global, fueron como pioneros
–Hay una actriz catalana que tiene un trabajo muy bueno sobre el zapatismo y que se llama Guiomar Rovira, en el que dice que todo es «zapatizante», porque había diferentes maneras de participar en la lucha. Darle visibilidad a esta parte que ya existía en la cultura guerrillera en el continente fue la virtud del zapatismo. Lo que empecé a trabajar fue la auto–representación del sujeto militante. Por una serie de acontecimientos acabé en la casa de Antonio Turok y descubrí el archivo, lo cual enriqueció muchísimo la mirada y también enriqueció el análisis del zapatismo. Antonio fue invitado por el EZLN, no por La Jornada, a la sesión de la primera entrevista del SubComandante Marcos. Cuando hablabas de la importancia de la comunicación, es notable cómo llaman a determinados fotógrafos, porque conocen su trayectoria. Antonio vivía en Chiapas desde la juventud y a través de su hermana, Marta, empezó a enlazarse con el mundo antropológico. Empezó a entrar a las comunidades y ya desde 1978 tenía un trabajo muy importante en las comunidades indígenas.
–Tú hablas del 78, son apenas 10 años después del 68
–Sí, la gente se agita cuando se relacionan estos dos hechos. Mi investigación anterior tenía que ver con el movimiento estudiantil de 1968, pero con la participación política que se dio a raíz de ese movimiento. Había brigadas en la que todo el mundo participó en esa época. Y de esa formación, de esa participación política, vienen algunos dirigentes de los primeros grupos que van a intentar formar el foco en Chiapas y se dan cuenta de que la teoría del foco no podía aplicar en una zona de conflicto con una presencia indígena tan fuerte. A mí lo que me interesa siempre son los largos periodos, no me interesa tanto hacer un análisis de la coyuntura, que es más de la sociología.
–¿Cuál es la mirada que tienen hoy los alumnos de la UNAM sobre el zapatismo?


–Yo estoy dando clases en el Doctorado y la mayoría de los alumnos no tienen idea sobre el SubComandante Marcos ni sobre el zapatismo. No tienen idea de quién es Marcos. Los chicos del octavo semestre del curso sobre estudios latinoamericanos, que son se supone muy politizados, no saben, no conocen y cuando le enseñas las fotos tampoco las conocen. Lo que hay que preguntarse también es qué tan efímero fue esa construcción en ese momento.
–¿Qué tan efímero fue?
–Yo creo que no fue efímero, para la sociedad urbanita del DF, probablemente sí, pero para las comunidades en Chiapas. Lo que noto hay una parte de esa construcción que tiene que ver con la autonomía indígena, que nosotros no lo vemos. No podemos apreciarla, no la conocemos, en ese momento fue la parte más importante del discurso zapatista, poner en luz lo que estaba pasando. Lo que dice hoy el zapatismo es lo mismo y a la gente en Ciudad de México no le interesa escucharlo. Cuando estaba Marichuy en la UNAM fuimos apenas 1200 personas. Es un discurso que ya no llega.
–¿Cuál es el discurso que está llegando a la UNAM?
–El gran tema son las elecciones. Es la participación en el contexto político, en la contienda.
–Tú hiciste la tesis y luego el libro, ¿qué diferencia hay?
–Sí, es otra cosa. Desarrollamos mucho más la parte visual, Antonio Turok fue súper generoso, algo que no es muy común en el mundo fotográfico, nos dio las imágenes sin cobrarnos un centavo. Nos puso a disposición mucho más archivo que lo que yo había utilizado para mi investigación. Además se quitó todo el rollo académico. Mi esperanza es que este libro abra los ojos para lo que yo intento hacer, hay una diferencia entre «ver» y «mirar», hay un mundo lleno de imágenes efímeras que nos circunda por todos lados, tenemos que aprender el mensaje, ese que decía Umberto Eco, aprender a leer ese mensaje y entender cuáles son los mecanismos que están detrás. Creo que el libro es muy importante para quitarle toda la magia que tiene el zapatismo y el SubComandante Marcos y para poder tener una visión más amplia del movimiento.

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