Rompiendo prejuicios: lo «padre» de vivir con dos papas

La primera infancia de Steisy y Leonardo transcurre como la de otros niños. La única diferencia es que ellos tienen dos papás: Leo y Paco

Portavoz / Agencias

[dropcap]L[/dropcap]a primera infancia de Steisy y Leonardo transcurre como la de otros niños: juegan, corren, lloran, hojean libros y demuestran un gran interés y curiosidad por todo lo nuevo. La única diferencia es que ellos tienen dos papás: Leo y Paco.
Paco, de 43 años de edad, cuenta que su deseo intenso hacia la paternidad lo cubrían con un mayor acercamiento a sus sobrinos. «Los apapachábamos y casi-casi queríamos hacerlos nuestros hijos; todo lo que adquiríamos era para ellos», expone al mismo tiempo que sostiene a Leonardito sobre sus piernas.
Leonardo es originario de Guerrero, pero la mayor parte de su vida ha permanecido en la Ciudad de México, en donde conoció a su esposo en 2006. Ambos decidieron vivir en unión libre y, bajo esta forma de convivencia, continuaron por siete años y hasta que en marzo de 2014 contrajeron nupcias.
En México hay casi 230 mil hogares compuestos por parejas del mismo sexo, lo que representa casi el uno por ciento, según datos del Censo de Población y Vivienda del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi).
Solo en la capital mexicana han contraído nupcias 8 mil 503 parejas homosexuales, luego de que las reformas legales permitieran el matrimonio igualitario a partir de marzo de 2010.
Del total, de acuerdo con datos del Registro Civil publicados en marzo del presente año, 4 mil 627 correspondían a parejas de hombres y 3 mil 876 eran de mujeres.
Si bien nadie nace sabiendo cómo ser mamá o papá, los dos tuvieron que aprender a preparar los biberones, a cambiar pañales y a bañar a los infantes. «Mucho del aprendizaje fue de los consejos de las mamás, hermanas, abuelas, amigas y de todo el mundo que nos daban su retroalimentación», acota.
Recuerda que en los primeros baños había un temor porque «sentía que se me iban a resbalar (de las manos) y prefería dejarlos sobre las manotas de él (esposo)».
Pero con el paso de los días, Paco y Leo desarrollaron su instinto materno porque los menores dependían de ellos. «Sabes que si no les das la atención y cuidado que merecen, hay posibilidades de tener un problema con los niños», acentúa.
«Una vez me ganó el cansancio por la carga de trabajo y tenía el niño en los brazos. De repente, se movió y se zafó. No sé cómo le hice, pero lo alcancé a agarrar sin saber lo que pasaba», relata.

Leyes añejas y prejuicios

No todo fue sencillo. Antes de cumplir los seis meses de edad, los papás intentaron registrar a Steisy y Leonardo y, con ello, obtener las actas de nacimiento. Sin embargo, el juez del Registro Civil de la Ciudad de México les negó hacerlo porque la normativa no permitía registrarlo a nombre de dos papás.
«El juez argumentó que en el acta de nacimiento solo puede inscribir el nombre del padre y la madre, no de dos padres», lamentó Leo. Y entonces empezó el peregrinar porque nunca imaginaron que había trabas.
Las autoridades aprobaron el matrimonio igualitario en la capital mexicana, cuando la Asamblea Legislativa del Distrito Federal (ALDF) aprobó una enmienda al Artículo 146 del Código Civil en diciembre de 2009 y entró en vigor en marzo de 2010, pero nunca pensaron en las consecuencias, como el registro de los hijos de las familias homoparentales, refuta.
Esto derivó en la interposición de un amparo y provocó una «batalla legal» de poco más de dos años. Comentó que la situación paró hasta que el 24 de febrero de 2017 recibieron la notificación del Juzgado Decimotercero de Distrito en materia civil. El fallo fue a favor de los papás.
Entonces, los infantes pudieron ser registrados el 6 de marzo y los dos documentos llevaron la leyenda impresa: Nombre del padre y Nombre del padre. Este hecho resultó inédito y rompió paradigmas porque Paco y Leo resultaron ser los primeros papás en tener este trámite y no de reconocimiento o adopción por parte de uno de ellos.
El matrimonio vive hoy su paternidad con la misma ilusión, temor e inseguridades que como cualquier otra familia, ya sea nuclear, extendida, monoparental, ensamblada o de hecho (pareja sin ningún enlace legal).
«Somos como cualquier pareja. Nos levantamos y lo primero que hacemos es ver que estén bien (hijos), preparamos el desayuno y nos alistamos porque tenemos que hacer nuestras labores rutinarias de ir al trabajo», expone Paco.
Leo insiste: «No hay nada diferente. Cuando tenemos más tiempo, salimos, vamos a comer, a jugar y a disfrutar. Nosotros llevamos una vida común».
Aseguran que sus hijos, a su corta edad, entienden perfectamente que tienen dos papás y lo mismo pasa con el concepto de mamá y papá. «Hoy ven una familia tradicional en la calle, las caricaturas y en los programas».
«Una vez fuimos a un restaurante y nos sentamos en un cubículo. En eso llegó una familia -mamá, papá e hijos- y Leonardito se empezó a asomar, observar y escuchar que los niños decían: mamá, mamá, mamá».
Leo continúa: «El niño regresa y nos dice: mamá no, papá sí. El pequeño solo tenía dos años y tres meses».
Hoy en día, los cuatro conforman una familia feliz desde el 22 de junio de 2014, cuando los dos pequeños nacieron por gestación subrogada en Toluca, Estado de México. Es decir, a través de un vientre de alquiler.

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