Sumidero / Édgar Hernandez Ramirez

La consulta no es «una pendejada»

Es obvio que en la consulta sobre el Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, la decisión no es técnica. Ni los más recalcitrantes defensores del proyecto de Texcoco pueden sostener que inclinarse por una u otra opción depende sólo de ese factor. Pero si así fuera, lo que demuestran es su angosta comprensión de lo que está en juego, ya sea por ignorancia o por particulares intereses.
La decisión ciudadana es fundamentalmente política y democrática. Es así porque en el fondo lo que está a debate no es estrictamente la construcción del aeropuerto más importante de México, sino la construcción de un nuevo país, o si se prefiere, de un proyecto democrático distinto y más legítimo. La gente no fue a la urna de la consulta con la plena conciencia de si Texcoco o Santa Lucía son una u otra la opción más funcional o más barata, sino por lo que está detrás, por lo que políticamente simbolizan cada una. O quizá ni esta sea la razón principal por la que haya acudido, sino sencillamente es porque el ciudadano siente, por primera vez, que se le está tomando en cuenta en decisiones importantes, lo más cercano a su concepción de democracia.
Texcoco representa el paraíso económico de la élite que ha detentado el poder en los últimos 30 años; la consagración del tráfico de influencias y de la corrupta connivencia entre el poder político y económico; la disposición alevosa de recursos públicos para beneficios privados; el autoritarismo en la adquisición de tierras comunitarias; y la irresponsable depredación del medio ambiente de la zona. En suma, Texcoco sería una especie de «bunker» económico y una alegoría de la impunidad para los dueños del capital –nacional y trasnacional– acumulado en complicidad con los gobiernos neoliberales y a costa de millones de mexicanos en la pobreza.
En este sentido, la consulta y su resultado hay que entenderlos como la prolongación del referéndum que millones de mexicanos reflejaron en las urnas el pasado 1 de julio, manifestándose por un cambio, por un país menos desigual y más democrático.
No. La consulta no es «una pendejada», como dice Vicente Fox. Un millón de votos, que es el número de votantes que se estima participaron en la consulta, no deben minimizarse en un país acostumbrado a la verticalidad de la toma de decisiones de un poder autoritario y corrupto. Los que salieron a emitir su opinión –entre ellos muchos jóvenes– no son «borregos» ni personas manipuladas; al contrario, son mexicanos firmes en sus convicciones, son la semilla de los nuevos ciudadanos y ciudadanas que creen posible mejores prácticas democráticas.
Que si Andrés Manuel López Obrador está evadiendo su responsabilidad, que si no quiere pagar el costo de tomar la decisión, esas son percepciones equivocadas. Es él quien finalmente decidirá qué opción tomar, congruente con lo que ofreció en su campaña electoral. La diferencia está en que lo hará con el respaldo de un sector social políticamente consciente e informado, el mismo que seguramente estará dispuesto a sancionar cuando no se cumpla con los compromisos contraídos.
La consulta es un vuelo político y democrático.

edgarhram@hotmail.com
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