Teclazos y recuerdos: Historias de un reparador de maquinas

Don Enrique Domínguez ha vivido el boom y la postrimería de las máquinas de escribir y por más de 30 años se ha dedicado a repararlas

Daniel Torre / Portavoz

[dropcap]E[/dropcap]nrique Domínguez tiene más de 30 años de experiencia trabajando como reparador de máquinas de escribir, aunque la demanda ya no es la misma.
«De hace ocho años para acá comenzó la decadencia», se lamenta mientras recuerda que antes arreglaba de cinco a seis máquinas diarias y ahora repara de dos a tres al mes. Explicó que lo que antes era un negocio para él actualmente es un pasatiempo: «en mi casa me siento enfermo sin hacer nada, y créeme si nomás te la pasas acostado te enfermas», y agregó: «La chamba ahora está en las escuelas secundarias que tienen clases de mecanografía», no obstante es un trabajo que únicamente es por temporadas.
Recalcó que le tocó vivir el boom de este negocio y conforme iban avanzando los modelos, enviaban a los vendedores a cursos de actualización a la Ciudad de México, principalmente las empresas Olimpia y Olivetti, cuyas máquinas tenían mecanismos diferentes.
«Desde esos momentos, me gustó más estar armando y desarmando las máquinas, nada más para ver cómo funcionan», dijo. Asimismo, aclaró que su satisfacción es dejarlas limpias y útiles.
Un cliente llega en ese momento al establecimiento. Le explica que requiere de una compostura, debido a que su hija, estudiante de medicina, instalará su consultorio y necesita la máquina de escribir; al irse el señor, don Enrique exclama bromeando: «Esos doctores también son buenos clientes, ya que ni uno sabe escribir decentemente, mejor escriben a máquina».
«Desde que la tecnología empezó se acabó todo», dice don Enrique con un tono un poco triste; lamenta que la mayoría de los talleres de máquinas «ya terminaron» y clamó que tampoco los que se dedicaban a vender las refacciones laboran en lo mismo actualmente. «Por eso cuando vienen a ofrecernos una, sin pensarlo las compramos», destacó.
«Las únicas que sobrevivieron fueron las mecánicas, de las electrónicas casi ya nada se sabe».
Aunque en menor medida, Enrique Domínguez también se dedica a la reparación de armas, oficio que al igual que el de reparador de máquinas de escribir, aprendió de su tío Herminio Domínguez, quien fue procurador de Justicia en Tapachula durante el periodo del expresidente Ruiz Cortines.
«No me gusta el tiro, pero sí me gusta arreglarlas», dice y luego se apura a relatar que solía tener una pistola «ya sabes, por cualquier cosa, ya que en ese tiempo vivía por la 24 de Junio, colonia donde robaban mucho. También tenía una vecina que molestaba a mi hijita de cuatro años, diciéndole: ¡hoy tu papá cuando salió me mando besitos! y cosas así, todos los días, hasta que una ocasión vimos que mi hija iba cargando la pistola, y que nos dice: le voy a disparar a la vecina». Recalcó que desde aquella vez su esposa le dijo que ni un arma más en su casa. «Lo bueno es que no estaba cargada», dice con alivio.

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