Tubo de ensayo / Rene Delios

No creo que el munícipe de Pichucalco haya medido los efectos colaterales de la detención arbitraria del periodista Manuel Morales López, por realizar un seguimiento milimétrico de la pésima administración que preside, y que fue el origen de un arresto arbitrario por dieciocho horas, una barbarie que no debe quedar impune, y que son de las cosas que colocan a Chiapas como una entidad en la que el estado de derecho y el respeto a los derechos humanos no son considerados por la autoridad, menos la municipal, que aun peca de gorilismo al estilo de aquella entrega de «Mi tío el cacique», de Octavio Aguilar de la Parra, y publicado incluso a nivel hemisférico por la Universidad Panamericana.
Pues en Chiapas regresamos a esos escenarios de dominio absoluto por parte de los caciques del municipio, los cotos de poder regionales que se transfieren las mercedes y privilegios en aras de encubrir o cubrir sus negocios turbios o intereses más deleznables en contra de la sociedad, pero que les dejan muchas riquezas aun a costa del erario público.
De esas hay varias reseñas en el ámbito local o estatal, nacional e incluso internacional, que pueden iniciar en Tila, Oxchuc, Chenalhó, Chamula, y seguir en el mundo mestizo en San Cristóbal, Tapachula, Tuxtla mismo, y desde luego, como en éste caso, Pichucalco.
Ahora sí que de todos color, verde, amarillo y rojo, y también celeste.
Regresando al punto: ¿Va a quedar impune o la «Belisario Domínguez» exigirá lo necesario? Son casos en que no se trata de negociar nada: éste señor alcalde retardatario fue reprendido por el gobernador mismo –dicen-, en la inteligencia que al mandatario le han hecho abuso y medio a nombre de la libertad de expresión, y ha aguantado vara.
El alcalde de Pichucalco Luis Miguel Ortíz Pérez, no solo es autoritario, es arbitrario: se pisoteó un buen de artículos constitucionales y no pocas leyes secundarias –incluyendo lo no escrito ante el gobierno estatal y que está obligado a hacer: informar eso y menos a la segral-gob de Gómez Aranda-, amén de un par de cosas en derechos humanos, aparte de ser de esas células tumefactas de la administración pública municipal.
Ya van varias de éstas que le brincan a la secretaría de gobierno; el señor Morales estuvo dieciocho horas ilegalmente detenido, y eso debe ameritar castigo, al menos que sustente el motivo.
Si, pues a demandarlo, a darle como todo, igual que al de Chenalhó si sigue con sus modos de cacique indígena intocable el corrupto, porque ahora resulta que en Chiapas cualquiera con un puñado de autóctonos se impone a la ley –»que no es la nuestra»-, y terceros en nombre de los usos y costumbres es defenestrado, y cuando le pide a la ley su aplicación, ésta por «instrucciones» paternalistas hasta la ignominia no ejerce justicia.
Esas entre otras tantas cosas son lo que han dado en el traste con la credibilidad en éstos gobiernos, aun lo que hagan en materia de desarrollo social o sostenible.
La gente no cree que se hagan en buena lid porque el «gobierno» –como su fuera un ente, me cae, y solo se conforma de una bola de cabrones abusivos-, no da paso sin huarache.

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