Verdadero amor al arte… literario

A pesar de ser notificado para firmar su renuncia por falta de presupuesto para cultura, el profesor Oscar Figueroa, comprometido con la cultura, mantiene el Paralibros del Parque Central

Daniel Torre/Portavoz

[dropcap]»[/dropcap]En enero nos hicieron renunciar, y si no quitaron esto es porque firmé un documento donde me declaraba voluntario, pero ya no me pagan nada», declaró el profesor Oscar Figueroa, quien durante más de cinco años ha sido el encargado del programa Paralibros del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta).
Con un léxico bastante particular y cuidado, relató que desde hace 17 años fue mediador de salas de lectura y profesor en la Escuela Secundaria «José Emilio Grajales», pero debido a las discordancias con los cuerpos académicos, debido a que no les gustaba leer, decidió dejar las aulas para dedicarse a su actual profesión, «me siento bien por que dejé lectores bien hechos, ya abrí un surco».
Respecto a su actual oficio, relató que el gobernador Manuel Velasco les mandó un oficio explicando que ya no había recursos ni presupuesto para libros del tipo cultural, por lo cual tenían que firmar su renuncia. «No le respondimos nada, simplemente hicimos un oficio donde nos responsabilizábamos del programa».
Aunque la respuesta fue desalentadora pero positiva, le explicaron que ahora tenía que rendir informes, así como ser más cuidadoso con las personas a quienes les presta los libros, y agregó que los demás ya renunciaron.
Con ánimo y orgullo confiesa que en muchas ocasiones no le alcanza para la comida, mas se declaró satisfecho con lo que hace. «Mis compañeros y exalumnos me dicen «profe, usted tiene su licenciatura debería estar haciendo otras cosas», pero a mí me gusta la literatura», afirmó.
Debido a la situación, comentó: «expliqué al Conaculta que me veía en la penosa necesidad de vender los libros a la gente», sin embargo, don Oscar no ha dejado de lado su objetivo principal, que es la gente lea.
«Hay muchos proveedores de libros, vienen y me los dan a bajo costo y yo también los vendo a bajo precio, el chiste ahora es que la gente compre libros con menos dinero y que lean mejor», además recalcó que hace válido el cambio de libros, «mucha gente viene y nos dona sus libros».
Cabe precisar que Paralibros fue un proyecto cultural implementado por el Conaculta el cual buscaba fomentar la lectura en los espacios públicos mediante la instalación de casetas llenas de selectas obras puestas al alcance de la población; los trabajadores eran los encargados de recomendar los libros.
De pie bajo la caseta de Paralibros en la esquina del Parque Central, donde expone las revistas y libros del aparador, dijo que busca, y disfruta, cultivar la cultura.
Cuenta que aparte de promotor de lectura, es consejero de cualquiera que se acerque a hablarle, y relató: «Una mujer salió llorando del Congreso, le pregunté qué tenía; y se puso a llorar; me contó que ella era del norte y que había venido a Chiapas solamente a casarse con el novio pero una vez aquí él le dijo que ya tenía prometida y se iba a casar». Tras escuchar sus penas, le recomendó un libro y agregó que después llegaba cada semana en busca de nuevas obras, «así por varios meses, hasta que un día me dijo: «Hoy, profesor, soy feliz», y nunca más la volví a ver», confirmó que su mayor satisfacción fue ver cómo aquella mujer se volvió lectora.

Anecdotario zepédico

El profesor Oscar Figueroa invitó a la población a acudir a los eventos literarios que realiza cada mes, en donde junto con sus amigos leen poemas o cuentos. Agregó que uno de sus grandes amigos, y además padrino del programa, fue Eraclio Zepeda.
El pasado 16 de marzo, realizó un evento en homenaje a su querido amigo, en el cual leyeron poemas, declamaron y con mariachis celebraron al escritor chiapaneco. Recordó así que «Laco» acudía gentilmente a los eventos de Paralibros. «Siempre decía: «Oscar solamente voy exponer una hora», pasaban dos horas y no se callaba, pero toda la gente bien entretenida escuchándolo».
«Eraclio Zepeda es del pueblo», dijo el profesor Oscar, reclamando a los cadeneros del Congreso. «Como muchos, yo fui buen amigo de Eraclio Zepeda, cuando me veía me decía «profesor Oscar vamos a mi casa a tomarnos un café», e íbamos, platicábamos de libros y de educación. Apenas fue su velación (señalando el Congreso) y no me dejaron pasar, todavía burlonamente me dijeron: «Aquí puro de cuello apretado»».

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