A Estribor / Juan Carlos Cal y Mayor

Estadistas o tiranos

Diría que es preocupante la manera en que los opinadores del regímen así como los ejércitos de twitteros se expresan en contra de Felipe Calderón. No es así. Más bien resulta patético. El día en que López Obrador ganó la presidencia el expresidente texteó «Los ciudadanos han decidido, felicito a López Obrador por haber ganado las elecciones el día de hoy». Lo hicieron por supuesto Ricardo Anaya y José Antonio Meade. Esa noche el candidato triunfante dio un mensaje a la nación en que destacó la importancia de reconciliar al país asumiéndose como futuro jefe de estado. Cuando nos referimos a esa condición pensamos en figuras que trascienden por asumirse más allá de su condición partidista.
No todos los mandatarios son estadistas. Hay circunstancias políticas e históricas que obligan y liderazgos con la valentía, la voluntad, la formación y el temple necesario para asumir los retos que los convierten en los grandes transformadores de la historia. Chamberlain el ministro británico firmó con Adolfo Hitler los Acuerdos de Munich. Pensó que evitaría la guerra. Este evento le ganó, no obstante, la severa crítica de Winston Churchill, quien condenaba la cesión británica a las presiones nazis. Churchill sucedió a Chamberlain en el poder y lideró junto con Franklin D. Roosevelt la derrota decisiva de Adolfo Hitler y los países del eje.
Atatürk encabezó el Movimiento Nacional turco, logrando la Independencia de su país. Como primer presidente de la República, impuso una serie de reformas para crear un Estado moderno, democrático y laico. Mijaíl Gorbachov encabezó la Perestroika y la Glasnost que introdujeron reformas económicas y políticas dando inicio a un periodo de paz a nivel mundial. Lech Walesa hizo lo propio en su natal Polonia siendo en sus inicios un líder sindical que llegó a ser presidente de la República dejando atrás el modelo comunista liberalizando la economía e introduciendo libertades políticas. Hoy Polonia es un país en crecimiento.
Que decir de Nelson Mandela, 27 años en prisión para después impulsar la democracia y acabar con el régimen racista del apartheid. Hoy sudáfrica es un país con un alto nivel de desarrollo en el que los ciudadanos conviven voluntariosa y pacíficamente. Benito Juárez resistió la invasión francesa e impulsó el estado laico fortaleciendo el estado de derecho. Adolfo Suárez y Felipe González a partir del pacto de la Moncloa construyen el moderno estado democrático español que dejó atrás la dictadura franquista. NO es el caso de otros pretendidos personajes cuyo paso por la historia destacó por el autoritarismo, la hambruna, la persecución y la cancelación de las libertades democráticas. Fueron Stalin, Mao Tse Tun y muchos más. Fidel Castro y Hugo Chávez o Pinochet que impulsó transformaciones económicas pero fue un tenaz dictador al igual que sus homólogos latinoamericanos.
Toda transformación histórica tiene que pasar por el tamiz de la democracia y el respeto a las libertades y los derechos humanos. Sin ello las transformaciones son regresiones, involuciones. Esa es la disyuntiva que enfrenta hoy el pretendido nuevo régimen autodenominado la cuarta transformación bajo el liderazgo de López Obrador. Atrapado en sus contradicciones retóricas, el presidente habla de democracia, pero hostiga a sus adversarios con una retahíla de epítetos. Pretende sepultar un modelo económico al cual culpa de la desigualdad social. A la vez impulsa políticas económicas que nos recuerdan resultados fatídicos y fallidos. Cual maniqueo, parte al país en dos. Sus seguidores y sus adversarios. No hay medías tintas ni pluralidad. Fustiga a la prensa critica. Las leyes y los jueces le estorban.
Con magros resultados tanto en materia economía como en seguridad, culpa al pasado. Ataca a Calderón, su villano favorito y exonera a Peña confirmando las sospechas de un pacto por el poder. Calderón no hace más que defenderse. Ninguna ley le impide ejercer sus derechos políticos, pero hoy los testaferros del poder no se cansan de agredirlo y amenazarlo por querer formar un partido político. Se supone que los que hay, caducaron, algo hay de eso. Están «moralmente derrotados». La mala señal es que se atente contra las libertades políticas. Nadie impidió a López Obrador formar Morena. Nadie tomar Reforma ni organizar cuantiosos mítines en el Zócalo. El intento de desafuero terminó victimizándolo. En las manos del ahora presidente está su propio legado. De él depende como quiere pasar la historia. La bifurcación tiene dos letreros. Uno dice Estadista.

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